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viernes, 16 de diciembre de 2016

El Neoliberalismo "Evalúa" la Educación

Hace unas semanas denunciábamos a la ONG internacional Save the Children por haber cuestionado al sistema educativo de la CAV en lo referente al euskera.


A este segundo respecto les compartimos este escrito crítico publicado en Naiz:


El tsunami Pisa se ha ido como llegó. Primero, levantando una ola desordenada y caótica de comentarios tan contradictorios como interesados, según le fuera a cada uno la fiesta de la evaluación. Luego, el silencio.

Victor Moreno | Escritor y profesor

En cuanto a la actitud, satisfecha o crispada de las instituciones políticas, digamos que sus declaraciones se han enmarcado en su habitual cinismo protocolario. Si el resultado de la evaluación les ha favorecido, han hecho una defensa del sistema educativo, considerando que es producto de su buena política educativa, cuando es bien notorio que en este país no ha habido nunca una política de la lectura por parte de los gobiernos centrales y nacionales. Si el resultado les fue negativo, han invocado al diablo, es decir, al profesorado, a quien de forma indirecta culparon de no estar a la altura de las circunstancias, lo que queda muy topográfico, pero nada esclarecedor.

Si alguien piensa que habrá algún cambio profundo o superficial en el sistema educativo, tras los resultados obtenidos según el baremo evaluador de Pisa, va de cráneo. Llevamos disfrutando de varias evaluaciones pisanas y sigue habiendo países y autonomías que obtienen el mismo resultado paupérrimo en el escalafón que en años anteriores. Y las que han conseguido cambiarlos para bien, todavía siguen admirándose de cómo fue posible tal maravilla curricular si siguen haciendo lo mismo de siempre. Demasiado conductismo interpretativo.

La mayoría de las administraciones educativas pertenecientes a esas comunidades con números rojos en comprensión lectora conoce qué procesos o habilidades cognitivas se ponen a prueba en dicha evaluación. Así que, o una de dos, o no han hecho nada para que las escuelas acomoden sus proyectos de desarrollo de la competencia lectora al molde Pisa; o, sencillamente, en sus territorios nacionales vive un alumnado mal alimentado, mal vestido y mal sugestionado culturalmente hablando. Y, cabría, como en la canción de Aute, otra: que a estas autonomías no les importe la foto que se obtenga de ellas en la prueba y, posteriormente, en el mapa nacional e internacional de lectura. Incluso, puede darse el caso que haya nacionalidades y países a los que los valores que evalúa Pisa los deja indiferentes.

Digámoslo al estilo Julio César: Pisa vino, evaluó y dejó los resultados ahí, para que la gente hiciera comentarios, según fuese su masa craneal y situación política, económica, social y cultural. E ideológica. ¿Y pedagógica? Los menos.

Algunos analistas hasta descubrieron el Mediterráneo y dijeron que Pisa lo que ha evidenciado es la desigualdad social y económica. ¡Qué linces! La población escolar con rentas per cápita más bajas no tienen un cerebro menos capacitado que el de los hijos de padres con tarjetas black o white. Para nada. Ese estigma fatalista ya ha pasado a la historia. De hecho, la CAV, con una renta per cápita de su población más alta que otras comunidades, ha obtenido peores resultados que estas. Y Portugal, que apenas cuenta en el emporio económico europeo, se ha salido de las listas onerosas de Pisa. Pero no nos llamemos a engaño. Estos datos no contradicen un hecho objetivo. Y es que la clase social económica más baja mantiene una disposición psicológica y emocional diferente a la hora de valorar el conocimiento reglado y burocratizado que quienes viven en entornos donde la cultura tiene otro peso y valor. El frigorífico vacío no ayuda mucho a leer a Cervantes o a Shakespeare.

Habría que ahondar más en la perspectiva pedagógica del acontecimiento.

Pisa hace una evaluación externa que mide ciertos desarrollos cognitivos con relación al aprendizaje de las matemáticas y el lenguaje. En el asunto de la competencia lectora, no evalúa todas las capacidades cognitivas que subyacen en su desarrollo. Es verdad que las que evalúa integran ese proceso, pues su modelo se basa en una concepción cognitiva (Smith) del acto lector, aunque ajeno a las teorías emocionales de la lectura (L.M. Rosenblatt), más positivas para aproximar con éxito los textos al alumnado más reacio.

La evaluación de Pisa no es ni modelo pedagógico ni metodológico de desarrollo de la competencia lectora. Es una rígida plantilla que mide unos ítems, como un examen puro y duro.
Las actividades cognitivas contenidas en el desarrollo de la competencia lectora no se agotan con Pisa. Esta se limita a dejar constancia de si el alumnado es bueno identificando cierta información implícita o explícita; interpretando y estableciendo inferencias y deducciones de hechos, estadísticas e ideas; y valorando el contenido y la forma del texto propuesto, que en las pruebas es casi siempre expositivo; rara vez narrativo, poético o dramático, lo que es un síntoma de las intenciones pisanas.

Tampoco Pisa evalúa la capacidad organizadora, crítica y creativa del alumnado lector. La relación interactiva emocional del texto con el alumnado no se contempla. Y estamos ante tres perspectivas analíticas y creativas de los textos fundamentales para saber si alguien ha comprendido e interpretado lo que lee. El acceso a la comprensión e interpretación de los textos no se agota siguiendo la prueba evaluadora de Pisa. Esta no es la última palabra a la hora de sancionar la comprensión e interpretación de textos. Otra cuestión es el sometimiento de los países neoliberales al dictum de Pisa, la cual debe sentirse como Salomón repartiendo cédulas de credibilidad y ante las cuales el mundo «civilizado» acaba rindiéndose como siervos curriculares.

La competencia que evalúa Pisa tiene que ver más con el concepto de eficacia y rentabilidad que con el desarrollo emocional e intelectual del sujeto. Recordemos que Pisa es organismo dependiente de una institución económica europea, la OCDE; otro síntoma poco tranquilizador. ¿La educación sometida a los planteamientos liberales económicos de Europa y del mundo, cabría decir? Resulta cuando menos sospechoso que sean tantos los economistas dedicados a hacer las alabanzas de Pisa, en unos términos nada pedagógicos.

Ignoro qué es lo «peor» de Pisa. No lo es la prueba en sí, que se limita a establecer si ciertos niveles de respiración cognitiva del alumnado funcionan o no, sino lo que sucede después de la prueba. Hay tres fenómenos que son preocupantes.

Primero. Las instituciones políticas y educativas que obtienen buenos resultados en su comunidad se instalan en la nube conductista de considerar que están en el buen camino cuando lo único que ha pasado es que el alumnado ha aprobado un examen. Nada más. Quizás, estas instituciones políticas consideren que los problemas educativos de su comunidad estén solucionados o en vías de extinción. Para nada. Ya habrá tiempo para caerse del guindo de la ingenuidad y toparse con la crudeza de nuevos diagnósticos y radiografías. Si piensan que el éxito en Pisa es extensible a todo el sistema escolar, se equivocan.

Segundo. Se trata de la parte más sangrante del drama. Porque, una vez conocidos cuáles son los desajustes cognitivos del alumnado para salir airoso de su lucha con los textos pisanos, no se les aplicará a posteriori ninguna operación quirúrgica lectora para mejorar el desarrollo de sus habilidades cognitivas de comprensión lectora. Sobre todo, cuando se cree tan crédulamente en las bondades intrínsecas de Pisa.

Tercero. Pisa sigue anclado en la visión estereotipada de considerar que el desarrollo de la competencia lectora solo afecta a las clases de lengua. Por tanto, la «culpabilidad» de que el alumnado sea deficiente o bueno en compresión lectora recaerá en el profesorado de lengua. La realidad es más compleja.

Concluyo. Hacerse lector, que es lo que debería importar a una sociedad y ciudad cultas, no depende solo de comprender e interpretar lo que se lee y cómo. Menos aún de obtener buenos o malos resultados en una prueba. Hay gente que comprende e interpreta bien lo que lee, y no es lector. Se necesita algo más. Algo que Pisa no evalúa, sino que, mucho peor, no tiene ni idea siquiera dónde radica ese Algo. Saber leer no se aprende nunca. Es tarea de toda la vida. Y cada texto con el que nos enfrentamos un reto cognitivo y afectivo distinto. Con resultados imprevisibles. Lo evalúe Pisa o el lucero del alba.





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