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domingo, 21 de enero de 2018

Conozcan a Atlas

Hacemos una pausa en nuestra programación habitual para traer a ustedes este reportaje dado a conocer por Noticias de Gipuzkoa:


Alex Zubiria | Fotografía: Ruben Plaza

El Donostia International Physics Center (DIPC) posee la supercomputadora más potente de toda Euskadi. Conocida como Atlas, sus dos metros de altura y sus dos toneladas de peso generan facturas mensuales de luz superiores a los 10.000 euros. El próximo mes, la máquina pasará de los 4.600 núcleos actuales a los 6.000, convirtiendo al DIPC en uno de los puntos de referencia para la comunidad científica. Pero, ¿para qué sirve una supercomputadora?

“Básicamente es un simulador de operaciones matemáticas. Pero eso sí, de problemas supercomplejos”, explica Txomin Romero, director del Centro de Cálculo del DIPC. La supercomputadora permite estudiar las propiedades de los materiales y observar cómo se comportan de manera virtual. Esto es, “se pueden prever sus reacciones sin tenerlo que hacer físicamente, lo que ahorra muchísimo dinero”.

De este modo, se investiga en torno a qué materiales son mejores para protegerse del fuego, cuáles son más aptos para las pantallas flexibles de los teléfonos móviles o cómo se puede conseguir más memoria de almacenamiento en un USB.

Aunque las miradas están puestas más allá de la física de materiales. Con la ampliación de los núcleos, el DIPC busca abrirse a nuevos temas de exploración. “Se podrá indagar en la investigación genética y en la cosmología, pudiendo simular cómo se forman las galaxias o cómo funcionan las estrellas”, relata el director.

El núcleo es el cerebro de cada ordenador. Normalmente, los personales poseen cuatro; el mes que viene, Atlas tendrá 6.000. “Las operaciones matemáticas que realizan aquí los investigadores son tan complejas, que un ordenador normal tardaría meses o hasta años en poder dar un resultado”, apunta.

Asimismo, cada núcleo ejecuta un solo programa, de lo contrario, ralentizaría todavía más el resultado. Para evitarlo, los investigadores reducen la simulación a un gran número de problemas pequeños.

Aunque los 4.600 núcleos actuales ya convierten a Atlas en el supercomputador más potente de Euskadi, se trata de una cifra ínfima comparada con la potencia que alcanzan los grandes superordenadores del planeta. MareNostrum, el más potente del Estado y situado en Barcelona, posee más de 165.000 núcleos, y el chino Sunway TaihuLight, el más grande del mundo, supera los 10 millones de núcleos.

El rendimiento de estos ordenadores es tan elevado que cada poco tiempo deben de ser modificados. “La informática avanza tan rápido que en tres o cuatro años lo que tenías se ha quedado obsoleto”, cuenta Romero, poniendo como ejemplo precisamente el MareNostrum, que “desmontan y vuelven a montar prácticamente nuevo cada cinco años”. La primera parte de Atlas se instaló en el centro en 2015, y desde entonces, se encuentra en continua ampliación.

“Los llamamos superestufas”

Un supercomputador no tiene pantallas, genera mucho ruido y es prácticamente una sauna, lo que imposibilita trabajar en su mismo espacio. “Nosotros los llamamos superestufas”, bromea Romero. No es para menos, en la sala exclusiva del DIPC para Atlas y otros superordenadores de menor potencia, no se desciende de los 25 grados y en el conocido como “pasillo caliente”, que separa en una fila todos los equipos, se registran temperaturas de más de 45 grados.

Atlas se compone de cuatro racks, bastidores o “armarios de dos metros de altura” que necesitan de un sistema de refrigeración para no calentar todavía más el ambiente. El espacio en el que se sitúan los supercomputadores se conoce como Centro de Procesamiento de Datos (CPD) o salas frías, “ya que hace años los propios ingenieros debían enfriar la sala para que no se sobrecalentaran los equipos”.

Los investigadores pueden conectarse a Atlas a través de un software desde cualquier punto del planeta. A la sala fría únicamente se accede cuando se detecta un problema en el hardware. “Atlas funciona todo el año, los 365 días, a máxima potencia y con mucha intensidad, por lo que hay que estar atento siempre ante cualquier problema”, advierte el director.

La máquina es tan inteligente, que ella misma es capaz de identificar el punto exacto en el que se encuentra el fallo y posee un sistema de alimentación en el caso de un apagón eléctrico. “Gracias a ello, nos da un margen de quince minutos para que podamos apagar de forma correcta el ordenador y no se pierda ningún cálculo”, comenta.

En caso de incendio, la sala posee sensores que expulsan hexafluoropropano, una especie de gas que protege al equipo y extingue las llamas sin tener que mojarlo. Aun así, el supercomputador es capaz de apagarse por sí mismo en caso de notar un incremento de la temperatura.

Las medidas de seguridad anti hackers son casi tan elevadas como las de prevención de incendios. Aunque un supercomputador no representa gran utilidad para los piratas informáticos, puesto que “con él no se puede atacar a otros ordenadores y la información que se almacena en ellos únicamente son los resultados de las investigaciones científicas que además el DIPC publica”, todo investigador que desee utilizar Atlas debe registrarse antes en una máquina previa. “Esta vigila quién puede entrar y quién no, hasta tal punto que, ni siquiera desde el centro mismo, se puede acceder directamente a la supercomputadora”, explica Romero.

En el Centro de Cálculo del DIPC trabajan seis personas, encargadas no solo del buen funcionamiento de las supercomputadoras, sino de todos los equipos de los investigadores. Al centro, en parte atraídos por Atlas, acuden cada año científicos de todo el mundo. Con la ampliación de núcleos, esperan recibir investigadores de ámbitos que hasta el momento no se han tratado en el centro.

Los datos

El supercomputador del DIPC actualmente posee 4.600 núcleos, que se incrementarán el próximo mes hasta los 6.000. Una cifra muy alejada del más potente del Estado, el MareNostrum de Barcelona con 165.000, y del mundo, el chino Sunway TaihuLight, con más de 10 millones.

La potencia de Atlas, que está en funcionamiento todo el año, es tal, que genera facturas eléctricas de más de 10.000 euros cada mes.

En la sala fría del DIPC, espacio en el que se encuentran los supercomputadores, no se desciende de los 25 grados. En el conocido como “pasillo caliente”, la fila que separa los equipos, la temperatura alcanza los 45 grados.

Atlas está compuesto por cuatro racks, bastidores de dos metros de altura. En su totalidad, el supercomputador del DIPC pesa dos toneladas.





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