Les invitamos a leer este extraordinario reportaje publicado por en el blog Mujers Con Ciencia:
Tras los trabajos publicados en este blog sobre violencia, machismo y patriarcado en el paleolítico, abordamos la cuestión de la sexualidad en ese periodo donde tanto se gestaron precedentes básicos de la actual humanidad.En los estudios sobre evolución humana, hasta hace muy poco tiempo los hábitos sexuales de los homínidos permanecieron silenciados en casi todos los niveles, desde los libros de texto o manuales hasta los trabajos de investigación. Se explica que aún se evitasen más en los medios de divulgación científica, a los que tiene acceso el gran público.Los expertos consideraron, al menos en apariencia, que a lo largo del Paleolítico (2,5 millones de años a unos 10.000, antes del presente), el comportamiento sexual había sido un proceso biológico cuyo único fin era la reproducción. Hoy, sin embargo, se admite que las cosas no fueron así. Un número creciente de investigadores ya reconoce abiertamente que «en este ámbito, y durante mucho tiempo, hubo notables tabúes y abundantes prejuicios».Los estudios más recientes señalan que, además de la necesidad de copular para asegurar la continuidad de la especie, los humanos del pasado lejano también hicieron uso de su imaginación y exploraron las posibilidades de sus cuerpos. Como recurso a esas prácticas probablemente empezaron a tener un comportamiento sexual similar al actual. El sexo dejaría entonces de tener solo carácter reproductivo e incluiría también la búsqueda del placer y el erotismo.Uno de los codirectores del proyecto Atapuerca, el conocido biólogo José María Bermúdez de Castro, por ejemplo, se pregunta: «¿Cuándo hemos desligado la erótica sexual de la reproducción? ¿Cuándo se convirtió en un paso más del comportamiento del cortejo que precede al acto sexual en otras especies?». Según su criterio, y el de otros colegas, es difícil fijar con precisión cuando las prácticas sexuales dejaron de estar exclusivamente destinadas a la reproducción y estimar épocas de cuando surgió el erotismo. Este cambio, sin embargo, tendría una gran trascendencia, puesto que la sexualidad se convirtió desde entonces en una vía de comunicación y de establecimiento de lazos sociales, o sea, en un fenómeno antropológico y sociológico.El respetado arqueólogo Eudald Carbonell, otro de los codirectores del proyecto Atapuerca, sostiene: «En nuestra especie, el sexo era y es todavía un factor básico para fomentar nuestra sociabilidad. Ha jugado un papel como mecanismo puntual a la hora de transformar socialmente el comportamiento humano específico y posiblemente todavía desempeñe este rol». También este experto considera que el sexo es un elemento fundamental para favorecer la sociabilidad. Asimismo, Carbonell señala que «la sexualidad es mucho más antigua que las primeras herramientas de piedra».En realidad, saber cómo se comportaron nuestros antepasados más remotos en este aspecto es sumamente difícil porque no se conservan evidencias empíricas. Sin embargo, cuando nos acercamos al Paleolítico superior en Europa (hace entre unos 40.000 y 10.000 años), los expertos empiezan a encontrar una maravillosa fuente de información: el arte prehistórico. Se trata sobre todo de pinturas rupestres, dibujadas o grabadas en las paredes de las cuevas o abrigos en que habitaron, o de pequeñas esculturas meticulosamente talladas.Estas asombrosas imágenes, que se han hallado a lo largo de casi toda Europa, fueron realizadas por Homo sapiens, es decir, humanos modernos y por tanto anatómica y fisiológicamente iguales a nosotros. Los expertos sostienen que esas obras de arte constituyen verdaderos documentos gráficos para entender cómo vivían y se relacionaban aquellas personas. Pero advierten, asimismo, que solo hacen referencia a nuestra propia especie y no a otros representantes más antiguos del género Homo.Hecha esta salvedad, es interesante resaltar que en el arte europeo del Paleolítico superior se han observado numerosas escenas de tipo sexual. Y, pese a que su descubrimiento empezó hace más de un siglo, hasta hace muy poco tiempo se ha tratado de ignorar u omitir su verdadero significado.En el arte paleolítico europeo, llama poderosamente la atención que las representaciones femeninas fueron, junto a los grandes herbívoros, uno de los principales temas reflejados; en comparación, las imágenes masculinas o indeterminadas (no puede establecerse su sexo) tienen una presencia mucho menor. Dado que los estudiosos consideran que la iconografía paleolítica constituye una documentación prehistórica de incalculable valor, cabe indagar sobre qué nos dicen acerca de las mujeres de aquellos lejanos tiempos.Antes de continuar, no podemos pasar por alto en este aspecto, como muy bien señalara ya en 1938 el investigador francés E. Passemard, que estas imágenes, obra de sociedades muy remotas, derivan de la propia mentalidad de aquellos tiempos y esto hace que puedan ser inescrutables para las mentes de las sociedades actuales. O lo que es lo mismo, la prudencia es muy necesaria ante supuestas interpretaciones basadas en la polarización referencial y universalidad del presente.
Las imágenes femeninas en los comienzos del arteEn el año 1979, el reconocido prehistoriador francés Henri Delporte (1920-2002), hacía referencia al menor volumen de representación de imágenes masculinas frente a las femeninas; pero además, añadía que también puede observarse la mayor calidad con que estas últimas están representadas en su variada morfología. Veinte años más tarde, en 1998, el antropólogo Jean Pierre Durhard enumeraba que solo para Francia el inventario lo componían unas doscientas figuraciones femeninas frente a setenta y tres de sexo masculino, ya fueran parietales (dibujadas o grabadas en las paredes) o muebles (pequeñas esculturas transportables). También destacaba el realismo de las imágenes femeninas en comparación con las masculinas, en las que la única parte del cuerpo que se remarca es el falo.En esta misma línea, el arqueólogo y prehistoriador español, Eduardo Ripoll Perelló (1923-2006), en su libro Orígenes y significado del arte paleolítico (1986), sostiene que el volumen de documentos compuesto por representaciones femeninas «ante todo pone en evidencia el lugar preeminente de la mujer en la sociedad paleolítica». El autor apunta, asimismo, que en cuevas y abrigos de Francia se han descubierto profundamente grabadas en piedra, vulvas muy antiguas, entre 35.000 a 30.000 años, en las que puede detectarse un notable esfuerzo de realismo visual.De hecho, las figuraciones que representan lo femenino abarcan una extensa cronología: aparecen en todas las fases del Paleolítico superior, ya sea en las paredes de las cuevas o en el arte mueble. A veces se trata de figuras realistas, otras veces son muy estilizadas y, como es conocido, la mayor concentración de representaciones de mujeres corresponde a las llamadas Venus o estatuillas paleolíticas, esas pequeñas tallas femeninas encontradas en todo el ámbito europeo occidental.Gran parte de la iconografía descubierta muestra escenas de la vida sexual durante el paleolítico, permitiendo observar cómo fue evolucionando con el transcurso del tiempo. Así, las imágenes más antiguas tienen que ver con la función reproductora. Los grabados únicamente ofrecen un aspecto descriptivo de procesos fisiológicos que parecían conocer perfectamente. Por ejemplo, en una cueva francesa se han descubierto tres dibujos que simbolizan sendas etapas del proceso del parto, desde la dilatación de la vagina hasta el momento de dar a luz, donde se detecta emergiendo la pequeña cabeza de una criatura.A medida que el tiempo transcurre, los dibujos observados en las paredes de las cuevas van cambiando y empiezan a encontrarses escenas amatorias. El arte del Paleolítico superior europeo deja ver una evolución desde las descripciones de procesos fisiológicos más antiguas hasta mostrar personas practicando sexo por placer. Así, en el último tramo de este periodo (hace entre 12.000-10.000 años), los artistas entraron de lleno en la representación de un amplio abanico de posturas eróticas (que algunos autores han llamado con humor «el Kamasutra del Paleolítico»). Son claras evidencias de que la reproducción de la especie ya no era el único motivo por el que los habitantes de las cavernas practicaban el sexo.
Lo que el arte paleolítico nos revelaLíneas atrás se apuntaba que conocer en profundidad el comportamiento sexual de la humanidad en el pasado lejano y su evolución desde otros homínidos, es tarea difícil y lenta. Sin embargo, como subrayaba Rafael Arribas en 2010, para distintos autores «la ciencia avanza en éste, como en otros campos, con pasos seguros cada vez más libres de prejuicios y tabúes».Ciertamente, el estudio cuidadoso de las imágenes paleolíticas ha «sacado del armario» indicios que sugieren que el sexo homosexual, tanto femenino como masculino, era habitual en el Paleolítico superior. Teniendo en cuenta la terrible persecución históricamente ejercida sobre este aspecto de la sexualidad humana, no es materia menor subrayar que el arte lésbico se ha descubierto en muchos sitios. Así, por ejemplo, en diversas cuevas o abrigos franceses se han encontrado imágenes de hasta 27.000 años de antigüedad de mujeres en actitudes de afectividad voluptuosa. En Gönnersdorf, un yacimiento alemán en la orilla del Rin, han salido a la luz decenas de placas que reflejan parejas de mujeres mostrando distintos grados de afectividad sensual. Una de ellas, de 12.000 años de antigüedad, se coloca entre las piezas de arte paleolítico más hermosas encontradas. Bautizada con el nombre de Las bailarinas, representa a dos mujeres que danzan cariñosamente enlazadas. Aunque en número mucho menor, los estudiosos han encontrado también diversas figuras masculinas que translucen comportamiento homoerótico.Algunos autores opinan que el estudio de la prehistoria ha sido, en cierto modo, homófobo, por lo poco que el arte lésbico y homosexual se ha tratado hasta las últimas décadas. Al respecto, el citado arqueólogo Eudald Carbonell opina: «Me sorprende el silencio que rodea a la homosexualidad en el Paleolítico. Imagino que hay que atribuirlo a la cultura dominante, esto es, la judeocristiana».En su libro titulado El sexo social (2010), Carbonell, que también es director del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social, argumenta respecto a las relaciones entre personas del mismo sexo, que: «En los mamíferos y, en concreto, en los primates, se da la homosexualidad. Y nosotros hemos heredado toda la variabilidad del comportamiento sexual del género Homo».Por otra parte, también es interesante que tengamos en cuenta que los testimonios del arte rupestres no son la única fuente de información con que cuentan los expertos. Igualmente se conservan objetos que tras someterse a meticulosos estudios se han identificado como juguetes eróticos. En su mayoría son elementos fálicos fabricados con distintos materiales como piedra, hueso o astas de renos, siendo el más antiguo el falo de Tübingen, descubierto en el interior de la cueva de Hohle Fels, en Alemania, y que posee una antigüedad de unos 28.000 años. Se trata de un objeto cilíndrico exquisitamente esculpido en piedra, de unos veinte centímetros de largo por tres de diámetro; añadamos que los expertos lograron reconstruirlo por completo a partir de la cuidadosa unión de catorce fragmentos. Una vez armado el valioso «puzle», reveló un delicado trabajo de talla y pulido que, junto a sus dimensiones, llevó a la conclusión que se trataba de un auténtico y artístico juguete sexual.Estos artilugios evidencian la similitud simbólica entre aquellos lejanos humanos y nosotros. Cabe pensar, con cierta sonrisa, que no hemos inventado tanto como a veces creemos. No obstante, en lo que sí difiere el sexo en la prehistoria del que en la actualidad concebimos, es en que en aquellos tiempos el comportamiento amoroso parecía totalmente desinhibido.Los especialistas razonan que todo parece indicar que no se trataba de una práctica que supusiera tener que esconderse para realizarla. Prueba de ello es que los arqueólogos defienden que los asentamientos prehistóricos no incluían ningún espacio destinado a la privacidad. Además, como ha señalado el doctor en prehistoria por la Universidad del País Vasco, Marcos García Díez, coordinador de las cuevas prehistóricas de Cantabria: «No se escondían, como nosotros. […]. Por ejemplo, diversos grupos de cazadores recolectores actuales tienen relaciones sexuales en sus cabañas, pero éstas están abiertas, de manera que si alguien pasa y mira no sucede nada, seguramente como ocurría en el Paleolítico» (Cristina Saéz, 2011).En suma, la investigación arqueológica y las interpretaciones más novedosas realizadas por distintos especialistas, revelan que las prácticas sexuales durante el Paleolítico superior fueron mucho más ricas y diversificadas de lo que una historiografía teñida de una excesiva prudencia, y quizás hasta de cierta mojigatería, nos ha venido contando.En esta misma línea, el citado investigador de Atapuerca, José María Bermúdez de Castro, ha señalado que las investigaciones más recientes «nos ayudan a desmitificar hechos tan comunes y naturales como el erotismo o la homosexualidad, que estuvieron presentes sin tapujos en la llamada Edad de Piedra. La mayoría de las culturas “modernas” se han empeñado en esconder y convertir en reprobable y censurable lo que un día fue uno de los mayores descubrimientos de Homo sapiens y quién sabe si también de otras especies, como los neandertales».Las cosas, afortunadamente, están cambiando. Prueba de ello es el meritorio trabajo expuesto hace unos años en Atapuerca. Veamos.Sexo en piedra en AtapuercaEn el verano de 2014, tuvo lugar en el Centro de Recepción de Visitantes de Atapuerca (Burgos), una exposición titulada Sexo en piedra, la cual ofreció al público un bello e instructivo recorrido por la historia sexual de la humanidad. La muestra estuvo basada en el libro de divulgación científica, también titulado Sexo en piedra con el subtítulo de Sexualidad, reproducción y erotismo en época paleolítica. Interesante obra escrita por el citado prehistoriador Marcos García Díez y por Javier Angulo Cuesta, médico y cirujano interesado en el arte paleolítico. Sobre dicho libro puede leerse una reseña escrita por la periodista Marta Nieto en el diario El País.La obra de García Díez y Angulo, publicada en 2005, cuenta con 192 páginas y numerosas fotografías en color; los autores afirman que precisamente «en sus imágenes se encuentran las bases de nuestro comportamiento sexual». Bajo la coordinación de estos estudiosos, se expusieron en Atapuerca diversas piezas representativas procedentes de toda Europa, y cuyo principal objetivo fue que el público pudiera contemplar los ricos y múltiples aspectos de la conducta sexual de nuestros antepasados.El gran despliegue iconográfico puso de manifiesto, sin lugar a dudas ni falsos pudores, que los humanos de finales del Paleolítico habían dejado de relacionar el sexo sólo con la reproducción: el placer erótico se había integrado en su vida social de una forma totalmente natural. Al respecto, el codirector del Equipo de Investigación de Atapuerca, Eudald Carbonell, ha subrayado que «el arte ratifica el interés de esta muestra porque aborda el tema de la evolución sexual desde el punto de vista científico».Por su parte, otro de los codirectores de este equipo, el profesor de paleontología Juan Luis Arsuaga, ha señalado que «la prehistoria no es una disciplina que se refiere a algo que ya no existe y ha cambiado, sino que trata esencialmente de cómo nos vemos a nosotros mismos como especie. En ese sentido, la exposición Sexo en piedra tiene una aplicación social porque reflexiona sobre las sociedades pasadas, las modernas y las que queremos construir».La exposición estuvo abierta entre julio y septiembre de 2014, y tuvo gran éxito de público. Otro paso hacia adelante, de los muchos que se vienen dando, para quitarle ortopedias inútiles al relato científico del caminar humano en su progreso evolutivo. Cierto, las verdades nos harán más libres.
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