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lunes, 20 de marzo de 2017

Desenmascarando la "Transición"

Desde la página Documentalismo Memorialista y Republicano traemos a ustedes este extraordinariamente esclarecedor texto:


Tulio Riomesta

Existe una percepción generalizada en los establishments políticos y mediáticos españoles de que la Transición de la dictadura a la democracia fue modélica. En realidad, la Transición se hizo en términos muy favorables a estas fuerzas conservadoras, herederas de aquellas que en su día fueron responsables del golpe militar de 1936 y que, 40 años más tarde, dirigieron aquel proceso de transición. Me estoy refiriendo a la banca, a la patronal y a la Iglesia, defendidas por el Ejército y por la Monarquía, que representa el símbolo y continuidad de este dominio.

España es el único país de Europa que ha padecido una dictadura donde las víctimas asesinadas por aquella continúan desaparecidas sin que el Estado se haya atrevido a desenterrarlas y darles el homenaje que se merecen. Estos indicadores, entre otros muchos, deberían cuestionar la definición de aquella Transición como modélica. En Alemania y en Italia, el nazismo y el fascismo fueron derrotados. En España, sin embargo, el franquismo no lo fue. El Estado franquista se adaptó bajo la presión nacional e internacional a un nuevo proceso democrático, junto con las débiles izquierdas reprimidas durante la dictadura. Esta falta de equilibrio de fuerzas entre derechas, mucho mas poderosas que las izquierdas, forzó a realizar la transición como se hizo. Pero es un error hacer de esta situación una virtud y llamarla modélica. El dominio de las derechas aparece en múltiples dimensiones de nuestras instituciones políticas y mediáticas, como la Monarquía, excluida del escrutinio y crítica democrática por común acuerdo de los medios de información del país o la ausencia de una condena del franquismo por parte del Parlamento español, tal como el Parlamento italiano condenó en su día la época fascista o el Parlamento alemán condenó el régimen nazi o, más recientemente, el Parlamento francés condenó el régimen colaboracionista de Vichy.

La ausencia de tal condena al régimen franquista se quiere justificar indicando que tanto los vencedores como los vencidos de la guerra civil fueron responsables de terribles violaciones de los derechos humanos durante y después de aquel conflicto. Esta supuesta equivalencia es, sin embargo, insostenible. No sólo porque la violencia y violaciones de los derechos humanos de los vencedores fue mucho mayor que la de los vencidos, o porque la violencia de los vencedores fuera parte de una política de Estado, mientras que la mayoría de la perpetrada por los vencidos no fue apoyada ni por el Estado republicano ni por la Generalidad de Cataluña, sino porque los primeros rompieron con las reglas democráticas y la gran mayoría de los segundos lucharon para reinstaurarlas y defenderlas. El silencio institucional sobre estos hechos, con ausencia de condena del régimen franquista y del golpe militar que lo estableció, empobrece enormemente a la democracia española.

Un elemento clave para la continuación de este dominio de las derechas reaccionarias y uninacionales es precisamente el olvido de aquel pasado que el establishment derechista enfatiza como necesario para construir el futuro. El hecho de que España sea el segundo país después de Camboya que tiene un mayor porcentaje de personas desaparecidas por causas políticas (150.000), sin que se las busque y se continúe recuperando su dignidad y dándoles el homenaje debido, se debe a este olvido impuesto. Tal continuidad aparece también en la promoción del nacionalismo españolista por parte de la Iglesia Católica, cuyo poder explica que España sea el único Estado europeo con un Concordato con el Vaticano. Y la máxima expresión de este continuismo es la complicidad de la Corona con el franquismo, que aparece incluso a nivel personal. España es el único país democrático que permite un monumento edificado para honrar al dictador y al fundador del partido fascista, siendo sus herederos receptores de numerosas dádivas por parte del Monarca y por parte del Estado.






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