Las redes sociales en México estallaron con indignación al darse a conocer el amparo concedido por un muy corrupto juez mexicano en favor de un junior acusado de la violación tumultuaria de una adolescente en el estado de Veracruz.
El lenguaje utilizado por el leguleyo de marras para justificar la impunidad legal de Diego Cruz Alonso, integrante de un grupo de jóvenes oligarcas apodados Los Porkys, muestra cuán profundo corren los preceptos del heteropatriarcado más retrógrada y también más brutal, baste recordar los recientes acontecimientos en Guatemala y como perdieron la vida esas cuarentaytres niñas y adolescentes.
Les compartimos este texto dado a conocer en la página Ala Izquierda:
Daphne se atrevió a denunciar. A pesar del sistema, a pesar de todo. A pesar de cuánto duele ponerle palabras a las cosas. El sistema de justicia le falló y, de paso, nos falló a todas.“Una de muchas”Cada semana escucho dos o tres historias de mujeres sobrevivientes de abuso sexual. Nos sentamos a tomar un té o café, o agua porque es lo que más limpia. Casi no comemos. Caminamos en parques o por la ciudad, caminamos. Me cuentan porque ya saben qué les voy a decir: “Vas a estar bien, o no, probablemente tome mucho tiempo, meses o años. Pero vamos a esforzarnos. No estás sola. No eres la única. Tienes hermanas, amigas, compañeras. Esto que te pasó, nos pasó a muchas. Está jodido. No estás sola, no estás sola, no estás sola.” No estás sola, Daphne, te creemos.Luego les cuento mi historia, que más o menos va así: Entre los 5 y 7 años fui abusada sexualmente más de 15 veces, por un amigo de la familia. Como la mayoría de las mujeres abusadas, fue alguien conocido. Yo, como otros 120 millones de niñas en el mundo, tuve relaciones sexuales forzadas. Comencé a reconocer lo que había pasado a los 11 años. Llevo más de 10 años en terapia. Tengo depresión, en parte, porque las víctimas de abuso tenemos el doble de probabilidades de sufrir depresión. He tenido un intento de suicidio, también en parte porque las víctimas de abuso intentamos suicidarnos cuatro veces más que quienes no lo han vivido. Si puedo escribir de esto es porque tengo el privilegio de poder acceder a la salud mental feminista, y de tener amigos, compañeras, mentoras que me quieren y a quienes quiero.En lo que va de la semana, ya he escuchado a dos amigas, compañeras, contarme sobre cómo fueron abusadas.La primera en Veracruz. Tiene 19 años. Fue a la playa con sus amigas y amigos como cualquier fin de semana. Uno de ellos, ebrio, abusó de ella. Ella, del shock, dejó de hablar varios días. A la semana, la mamá del “amigo” le pidió que no denunciara pues “eso terminaría con la vida de su hijo”, y le dijo que esperaba que pudiesen seguir siendo buenos vecinos. Sus “amigas” le dieron el mismo consejo, además de que le explicaron el proceso por el que las víctimas de abuso deben pasar para denunciar. Después de la declaración viene una revisión hecha por un perito médico, quien revisa el cuerpo de la víctima, incluyendo los genitales. “¿Así quién va a querer denunciar?”, le dijeron.La segunda es una conocida de la Ciudad de México. Tiene 20 años. La historia es muy similar: un primo abusó de ella estando borracho. Está embarazada. No ha denunciado. No quiere hablar. Su familia está con ella todo el tiempo: tienen miedo de que decida que, esta vida, así como es, no vale la pena.Hoy es martes.La otra vez dije “dan ganas de salir a la calle con unas tijeras de podar, buscar y encontrar a los machitos, cortarles el pene, hacerlos cachitos”, como dirían dos que tres amigas lesboterroristas. Dan ganas de salir en defensa propia y encontrar a Diego Cruz Alonso, “El Porky”, y a su cómplice, Anuar González, el juez que ordenó liberarlo y al que la vida de las mujeres le importa un carajo. Dan ganas de acabar, de una buena vez, con quienes piensan que tener un pene es tener un arma.Dan ganas de “rozarle incidentalmente” los testículos al juez con un machete.Nos están matando. No les importamos.Daphne se atrevió a denunciar. A pesar del sistema, a pesar de todo. A pesar de cuánto duele ponerle palabras a las cosas. El sistema de justicia le falló y, de paso, nos falló a todas.Ni yo, ni mis compañeras supervivientes nos vamos a cansar de decirlo: cualquier persona que promueva la violencia contra las mujeres, que normalice el dolor, que no condene la inmoralidad que es el abuso sexual, es pleno cómplice de una cultura de la violación. El juez y el sistema de justicia que representa también nos están violando.
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