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domingo, 3 de junio de 2018

El Estado Mudo y la Justicia Tuerta

Se multiplican las movilizaciones en Euskal Herria en solidaridad con lxs ocho jóvenes de Altsasu hoy víctimas de la política vengativa del estado español en contra de un pueblo vasco que simplemente se niega a claudicar.

Es conveniente pues poner el asunto en contexto y este artículo de Hala Bedi hace eso precisamente:


Ambos crecieron, se conocieron y comenzaron su militancia en Gasteiz: Jesus Mari Markiegi Aiastui “Motri” y Enrique Gómez Álvarez “Korta”. Son páginas del relato de la represión y de la impunidad de la violencia de Estado contra Euskal Herria. Asesinados en 1975 y 1979, Motri y Korta son parte de la historia de Euskal Herria y Gasteiz.

Gasteiz, punto de encuentro

A raíz de la demanda de trabajo que supuso la industrialización, Gasteiz triplicó su población en muy poco tiempo, pasando de tener 50.000 habitantes en 1950 a más de 150.000 a mediados de la década de los 70. Enrique Gómez Álvarez “Korta” vivió en primera persona ese proceso: nació en Porqueros (León) en 1954 y a los 3 años su familia es una de tantas que se traslada a la capital alavesa. Como otras muchas que llegaron desde Castilla, Galicia, Extremadura, Andalucía, y también desde otros puntos de Euskal Herria, contribuyeron a esa transformación demográfica.

Es el caso de Jesus Markiegi Aiastui “Motri” nacido en Arrasate en 1955. Su familia también se desplazó a vivir y a trabajar a Gasteiz. Korta y Motri se conocieron en el instituto politécnico Jesús Obrero, en años de represión y lucha. En un contexto de salvaje dictadura, también brotaba la esperanza de poder cambiar las cosas. Ambos se unieron al compromiso militante, viviendo como estudiantes las movilizaciones contra el proceso de Burgos a finales de 1970. Cconocieron la incipiente lucha obrera que se estaba desarrollando en Gasteiz cuando les tocó de lleno la huelga de Michelin de 1972 y poco a poco fueron adquiriendo mayor experiencia y compromiso.

Cada vez eran más conscientes de la época que les había tocado vivir. Juntos dejaron Gasteiz y se trasladaron a Arrasate. Allí, en 1974, alertados por una redada policial, escapan para evitar su detención: eran militantes de ETA. Refugiados en Iparralde, comienza una nueva fase en sus vidas militantes.

1975, la Guardia Civil en Gernika

Seis de la madrugada del 15 de mayo de 1975. En pleno estado de excepción, numerosos agentes de la Guardia Civil rodean en Gernika la casa del matrimonio Iñaki Garai y Blanca Salegi. Presumen que en su interior se esconden varios militantes de ETA. Así es, en concreto dos y uno de ellos es Jesus Mari Markiegi “Motri”. Llaman a la puerta, Iñaki Garai abre y sin mediar palabra es acribillado. Blanca Salegi corre a abrazarse al cuerpo ya sin vida de su marido. En medio de sus gritos, una única detonación impone el silencio.

La Guardia Civil ha matado a los dos, a sangre fría. Los militantes de ETA a los que albergaban en la casa huyen saltando por la ventana, van armados y abren fuego contra sus perseguidores. En el tiroteo muere un sargento de la Guardia Civil y Motri resulta herido, pero continúa su escapada hasta que es localizado a pocos kilómetros en un caserío de Ajangiz. Sin ninguna intención de detenerle, los Guardias Civiles lo ejecutan extrajudicialmente. Motri tenía 40 impactos de bala en su cuerpo.

Como si de un trofeo de guerra se tratara, desnudo, tiroteado y apenas tapado con un plástico transparente, su cadáver permanece expuesto durante horas frente al cuartel de la Guardia Civil. Eran los últimos meses de vida de Franco, el dictador agonizaba y la represión crecía para controlar la reforma que estaba pilotando. Sólo en ese año 1975 las balas franquistas asesinaron a 21 ciudadanos vascos en diferentes circunstancias. Los años posteriores esa estrategia represiva continua.

1979, Terrorismo de Estado en Baiona

El 25 de junio de 1979, Korta está con su compañera Kristina y unos amigos en en la calle Panecau de Baiona. Un coche con cuatro pistoleros en su interior se acerca al grupo, llaman la atención de Korta y abren fuego contra él. Recibe varios disparos de diferentes calibres. El coche de los mercenarios se da a la fuga, Korta es trasladado al hospital, donde fallece a las pocas horas. Llevaba más de 4 años refugiado en Ipar Euskal Herria.

Desde 1975 se estaban produciendo crímenes parapoliciales contra el independentismo vasco, a ambos lados del Bidasoa. En el caso de Iparralde en 1978 esas operaciones de guerra sucia ya se habían cobrado la vida de Agurtzane Arregi en julio y Jose Miguel Beñaran “Argala” en diciembre, por lo que Korta era el tercer asesinato cometido por el terrorismo de Estado en Lapurdi en apenas un año.

Las protestas se extendieron por todo el país, con especial repercusión en Arrasate, su pueblo de adopción, que estaba celebrando sus fiestas. Los incidentes y la represión continuaron con el traslado del cuerpo desde Baiona a Gasteiz, la Guardia Civil llegó a interceptar el coche fúnebre, obligando a cambiar el trayecto para evitar que recibiera homenajes por el camino. Finalmente Korta fue enterrado en el cementerio de El Salvador en Otazu (Gasteiz).

El Estado, mudo

¿Quién estaba detrás de esos mercenarios a sueldo, elementos fascistas y agentes sin uniforme que reivindicaron sus crímenes con siglas de conveniencia como ATE, AAA, BVE, GAL…? Aunque nunca han reconocido oficialmente su implicación, casi nadie duda que los aparatos del Estado están detrás de las 83 muertes perpetradas entre 1975 y 1989 por la guerra sucia. De hecho, así se ha demostrado en los pocos casos que los autores materiales han hablado.

La Justicia, tuerta

A los dos meses del crimen de Korta, otro refugiado político vasco, Justo Elizaran, fue asesinado en Miarritz. En esa ocasión, la policía francesa detuvo a cinco mercenarios como autores del crimen: Jose Perez, Henri Berger, Alexis Perhun, Marc Obadia y Maxime Szonek. En el juicio contra ellos que se celebró en Pau en 1980, los cinco reconocieron que habían sido reclutados en Burdeos para realizar acciones de guerra sucia contra refugiados vascos y que lo hacían por encargo de los servicios secretos españoles.

El comisario de la Policía Judicial de Burdeos declaró entonces que los que ocupaban el banquillo no eran “más que la parte visible del iceberg, la más pequeña”. Sin embargo la investigación se quedó en estos cinco pistoleros a sueldo y sólo se juzgó el caso de Justo Elizaran: los cinco fueron condenados a 15 años de cárcel por ese asesinato. Por contra, Aratz, el hijo póstumo de Korta, fue detenido en 1999 y salió de prisión en 2017 tras cumplir 18 años íntegros de condena por pertenencia banda armada y tenencia ilícita de armas.






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