Un blog desde la diáspora y para la diáspora

miércoles, 17 de enero de 2007

Sin ETA

Hace unos días en una página supuestamente latinoamericana denominada El Faro el juntaletras Luis Fernando Valero se subía al tren de los enemigos del proceso de paz con frases como "vienen huyendo de la violencia estructural de su país y se encuentran con la violencia asesina de una panda de fanáticos que en pleno siglo XXI siguen matando a los que no creen en un país inventado en el siglo XIX". Un día después desde México un tal Rafael Loret de Mola había dicho algo similar: "acreditar la autoría de los hechos sangrientos, de modo precipitado, al deleznable ETA vasco". Afortunadamente para tipos como Valero y Loret de Mola existen escritos como el que presentamos aquí:

Iñaki Lekuona

El fin de ETA

«ETA sólo tiene un destino, el fin». Como pitoniso, el jefe de Gobierno español no tiene desperdicio. Evidentemente, ETA sólo tiene un destino, el fin. Y yo un día estiraré la pata. Y José Luis Rodríguez Zapatero también. Y al Papa también le llegará su hora, por mucho que vaya por ahí de ser el privilegiado representante de Dios inmortal en la Tierra. La vida y todos sus derivados sólo tienen un destino, el fin, la cosa es saber cómo se llega a él.

Hasta ahora sabíamos que el cómo para el fin del derivado conflicto vasco era el diálogo. Nos lo dijo el señor Zapatero hasta la saciedad. Desde ahora, el cómo es la unidad de los demócratas, esos seres que están por encima del bien y del mal, y que no se equivocan nunca, y que nos dan lecciones de ética, y que pueden comer con Ehud Olmert, cenar con Teodoro Obiang, departir con George W. Bush, abrazar a Mohamed VI, reírle las gracias a Vladimir Putin, esos seres que se conmueven por dos muertos y se fuman un puro por doscientos, según les vayan los votos en ello.

No será la unidad de ese tipo de demócratas lo que nos acercará más a los horizontes de solución. No serán espectáculos como los de la pasada semana los que ayudarán a despejar la ecuación cuya única incógnita es saber cuándo de una puñetera vez las diferentes partes se comprometerán de los pies a la cabeza por una solución dialogada.

Hasta los chinos saben que ETA tiene un sólo destino. Como el conflicto vasco. Pero el primero no conlleva el fin del segundo por mucho que ETA, conflicto político y resolución se confundan en una sola y sacrosanta trinidad.

Hace una semana, tras leer el slogan de la movilización convocada por el lehendakari creí, en mi ingenuidad, que había lugar para reeditar compromisos a pesar de la cara boquiabierta que se nos quedó tras el atentado de Barajas, siempre, eso sí, que todos rebajáramos nuestras condiciones. Erré. Nadie quiere compromisos, ni siquiera rebajados. Porque comprometerse significa asumir su propia palabra y respetarla. Y cuando esto tiene un coste político, o sea electoral, donde dije digo digo Diego. Y en lugar de responder a ETA con la firmeza de las convicciones, se le responde con la marcha atrás.

Este proceso ya no está ni en rebajas. Que este proceso no lo compra nadie, porque vale tanto como la palabra de un político. Absolutamente nada. ¡Qué lejos parece estar el fin! -

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