Un blog desde la diáspora y para la diáspora

lunes, 1 de enero de 2007

Agua de Vida

Va una parábola por parte de Iñaki Lekuona.

Publicado en Gara:

Iñaki Lekuona

El Agua

El retoño nació allí no se sabe bien por qué. Hacía años que en aquella tierra, tan castigada como estaba, no crecía un solo matojo. Pero de repente, una primavera, en aquel terreno que todos pensaban árido, asomaron dos hojas, luego un tímido tronco que apuntaba un futuro leñoso, más tarde brotes que algún día serían ramas.

Fue un acontecimiento. Porque en alguna ocasión en que pudo brotar de aquel suelo algún tallo de optimismo, al final acabó por marchitarse, por culpa de la dejadez. No era raro. La disputa entre los que se decían legítimos habitantes de aquellas tierras y los que decían ser sus propietarios legales era secular. Los primeros recordaban a los padres de los padres de sus padres. Los segundos mostraban unos papeles según los cuales hace quinientos años todo aquello comenzó a pertenecerles.

Y desde entonces la tierra sufrió el embate del viento de la discordia, el aguacero del rencor, la sequía de la indiferencia, el hielo del odio. La hierba dejó de crecer, los cultivos amarillearon y el suelo comenzó a resquebrajarse.

Así estaban las cosas cuando de aquel terreno estéril surgió el árbol. Alguien había sembrado una semilla. Tras años de disputas las partes enfrentadas accedieron a dejar crecer un vástago de esperanza. Y durante un tiempo llegó a parecer que podría prosperar. Pero el árbol estancó su desarrollo porque poco después de nacer las partes volvieron a enfrentarse. Una de ellas, con los papeles legales en la mano, se negó a mover un solo dedo en su cuidado. La otra, aun a riesgo de acabar con él, le ha cortado una rama para demostrar que la savia no discurre bajo la corteza de esperanza.

En efecto, el árbol está mustio. En su momento le pidieron agua al propietario de los papeles, pero éste aseguró que aquel árbol no estaba marchitándose, y no movió un dedo. Luego tuvo que reconocer que el árbol atravesaba un momento delicado, pero siguió sin mover un sólo dedo. Al final, prometió que en un año la cosa iría mejor, pero no anunció una sola gota de agua.

El hacha que ha cortado la rama ha dejado patente que el árbol está reseco. Visto lo visto sólo queda una solución. Que aquellos que vivimos sobre esta tierra corramos a las calles a exigir nuestro agua, que nos movilicemos por conseguirla. Eso, o dejar que esta esperanza muera en un desierto de indiferencia y de árida incompetencia. -


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