Esta es la editorial de Gara con respecto al incremento en la intensidad de la guerra sucia y el terrorismo de estado por parte de Madrid y París en contra del movimiento en favor de la recuperación de la soberanía del estado nabarro (a lo que se conoce generalmente como independentismo vasco):
Así pues, tanto el estado francés como el estado español han renunciado por completo a los principios democráticos que dicen promover, honrar y proteger.
Represión dentro y fuera de la legalidad
El secuestro y tortura del joven Alain Berastegi por un grupo de personas armadas, que el arbizuarra identificó como policías, viene a ratificar lo que hace tiempo se revela como una realidad evidente: la apuesta de los aparatos de los estados español y francés por el recrudecimiento de la represión en sus formas más diversas, unas veces al amparo de leyes a medida y otras, sin mayores miramientos y con el aval de la impunidad, al margen de cualquier marco legal. Las torturas sufridas por Berastegi son una cruda realidad en sí misma, la experiencia más degradante y desgarradora a la que puede condenar un Estado a un ciudadano. Pero es, a la vez, un reflejo de la descarnada realidad que enfrenta Euskal Herria.
Como a Alain Berastegi, pretenden por todos los medios asfixiar a una amplia parte de la sociedad borrando sus derechos democráticos, limitando al máximo su capacidad de expresión no sólo política, sino también social e incluso afectiva, como se demuestra en la vorágine represiva desatada en torno a las fotografías de los presos políticos, a quienes aplican un régimen penitenciario de exterminio y una política de dispersión que arrebata una vida cada quince meses y causa incontables e irreparables daños personales y económicos. Y, como a Berastegi, niegan a Euskal Herria la posibilidad de decidir su futuro y superar el conflicto político en términos democráticos.
El caso denunciado por el arbizuarra Alain Berastegi se suma a otros también recientes, de entre los que la desaparición de Jon Anza es sin duda el más grave. Estos hechos, indefectiblemente, recuerdan a las agresiones sufridas por jóvenes abertzales a finales de los 80. Aquellos eran también tiempos del PSOE, y eran, además, tiempos de los GAL. Ahora, los autores de estos ataques recientes ni firman ni reivindican, pero con sus actos confirman quiénes son y que gozan de la misma impunidad. Un ciudadano ha sido, una vez más, secuestrado y torturado por presuntos agentes de las fuerzas de seguridad españolas; es hora de exigir responsabilidades.
Así pues, tanto el estado francés como el estado español han renunciado por completo a los principios democráticos que dicen promover, honrar y proteger.
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