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lunes, 19 de agosto de 2019

Entrevista a Maite y Peru

Desde Gara traemos a ustedes esta entrevista a dos víctimas del terrorismo de estado español:


Maite Sánchez y Peru del Hoyo | Compañera e hijo de Kepa del Hoyo, muerto en prisión en 2017 | No se atisba sorpresa, si acaso impotencia, en sus palabras sobre la negativa oficial a aceptar la negligencia en la muerte de su compañero y aita. Tienen claro qué pasó, pero ya ante todo quieren hablar de qué debería pasar, de soluciones, de humanidad.

Ramón Sola

Han pasado dos años ya desde que falleció Kepa, ¿cómo se lleva la ausencia? ¿Cómo evolucionan los sentimientos: tristeza, rabia...?

Peru DEL HOYO: No sé. En parte, tristeza o rabia eran sentimientos que llevábamos padeciendo ya tantos años...

Maite SÁNCHEZ: En los primeros momentos te sientes tan llena con tantos mensajes que recibes (llamadas, cartas) que no sientes tanto la ausencia. No te dejan estar sola. Pero enseguida quise volver a trabajar, a la normalidad, y empiezas a notar que Kepa no está, que todas las mañanas te llamaba, que ya no puedes estar pendiente del teléfono, del vis quincenal, de quién va y no va... Ahí me dí cuenta de que durante 19 años eso ha formado parte de nuestra vida, de todo lo que hacía. Yo iba por la calle mirando escaparates y pensando siempre qué le haría falta, siempre sacándome fotos con quien estuviera para mandarle a él... Rabia también siento, sí, sobre todo por ver que las cosas no cambian en prisión, que ahora estemos con el macrojuicio de setiembre...

Tras 19 años en prisión, la salida ya se vería próxima. Habrá muchas ilusiones rotas...

M.S: Tal y como se está aplicando la ley, en realidad a Kepa le quedaban años. Pero sí, siempre tienes esperanza de que pueda salir antes. Y Kepa siempre se ilusionaba, cada vez que salía un compañero era inevitable que soñara con la posibilidad de verse en libertad. En los vises siempre hacíamos muchas risas con sus sueños.

P.D.H: «Cuando salga me voy a México», «luego iré a no sé dónde», siempre estaba así... [ríe]

M.S: Decía que iba a estar todo el tiempo con nosotros, con los nietos que tendría...

¿Cuánto daño añadido provocó saber que había tenido un infarto cinco días antes, y que por tanto la muerte podía haberse evitado?

P.D.H: ¿Más dolor? No sé. En el fondo todos sabemos que la cárcel no está hecha como debería. La cárcel debería ser el sitio más seguro de todo el Estado, o uno de los que más, porque al fin y al cabo es una vía para la reinserción, y si la gente se muere, no hay reinserción posible. Deberían coger este caso y que no volviera a pasar bajo ninguna circunstancia. Se podía haber evitado, pero da igual pensar eso ahora, porque no va a devolver a mi aita.

M.S: No le quieres dar vueltas porque sabes que no va a volver, pero también es inevitable hacerse muchas preguntas. ¿Fueron conscientes de que había otro diagnóstico y alguien decidió, por seguridad o lo que sea, que no podía ser así? Y por otro lado, me da rabia que todas explicaciones las basen en lo que pasó el 31 [fecha del fallecimiento] y no en el 26 [infarto previo]. Y en cierta manera parece que le echan la culpa a Kepa, a sus antecedentes familiares, a que hacía ejercicio físico excesivo...

Existía la opción de recurrir y seguir con el proceso, pero se ha desestimado, ¿por qué?

M.S: No tenía sentido, porque los médicos han hecho un trabajo en el que han demostrado plenamente lo que pasó. Los informes que muestran que tuvo un infarto están ampliamente documentados, pero en su contestación no les hacen referencia ni para desmentirlos. En los electros se veía algo irregular. Y por eso estuvieron esperando una ambulancia ahí fuera y le hicieron varios electros. En esos cinco días le estuvieron mirando la tensión, pero no lo llevaron al hospital para hacerle las pruebas que hubieran sido necesarias para evitar el fallecimiento. Citan que en 2012 Kepa se negó a acudir a una cita hospitalaria, cuando no tiene nada que ver, y además si lo hizo tendría algún motivo: lo llevaban esposado, era insultado.. Es algo que ocurrió en 2012, cuando el problema lo tuvo el 26 de julio de 2017. Y tampoco mencionan si esa situación fatal no la han podido propiciar 19 años de prisión, 15 en Badajoz, con mala alimentación, malas condiciones de vida, calor extremo en verano y un frío enorme en invierno, cuando tenía que ir a comprarle ropa y sábanas...

P.D.H: Ahora hablan de problemas por antecedentes familiares y de que no podía hacer deporte. Pero entonces, ¿no resulta más justificado que estuviese en la calle y no en la cárcel?

M.S: Me surgen preguntas para las que no tengo respuesta: ¿Han investigado o valorado qué les pudo fallar en aquella ocasión y cómo evitarlo en otra? ¿Piensan modificar el protocolo de actuación?

En aquella entrevista de hace dos años había un mensaje principal: «que sea la última muerte». Pero no. ¿Qué supuso la noticia del fallecimiento de Xabier Rey en Puerto?

M.S: Para mí, fue sobre todo ponerme en el lugar de la familia, notar su sufrimiento y volver a recordar todo el mío. Solo pensaba en ir a Iruñea y poder estar con su ama, aunque fuera un minuto, y compartir aquello, como hizo con nosotros la familia de Arkaitz Bellon.

P.D.H: Buff. Es todo una vergüenza y un sinsentido. Hablan de paz, pero sin dejar sus armas, que son la dispersión, los abusos policiales, el juicio a los 47, el caso de Altsasu... Y yo me temo que puede haber más muertos en prisión porque nada ha cambiado.

En aquella conversación con GARA, Peru ofreció a cualquier político venir a sentarse con él y reflexionar sobre lo ocurrido. ¿Hubo alguna respuesta?

P.D.H: No, silencio, como tantas otras muchas veces. Ni siquiera sé si llegaron a escucharlo. Creo que la única forma de solucionar esto es hablando con los de abajo, no con los arriba. Y hablando aquí; no puede ser que alguien de Madrid esté pensando qué métodos utiliza con la gente de aquí, cuando no tenemos nada que ver. No he visto ninguna gana real de cambiar las cosas por parte de quienes pueden hacerlo; no han suprimido la dispersión, pero tampoco cosas menores como los límites a las visitas. No he visto un simple gesto. Hay un montón de cárceles aquí mismo en las que podrían estar, pero siempre optan por las excepciones. Y la paz es que las dos partes dejen sus armas, no solo una. Lo de mi aita fue un asesinato, o al menos una imprudencia gravísima, y que ahí no pasa nada y en cambio por una pelea de bar lleven ya tres años de cárcel... es vergonzoso.

El caso de Peru del Hoyo sirvió al menos para dar visibilidad a la realidad de los «niños de la mochila», de la que se había hablado muy poco durante años, ¿fue un pequeño consuelo dentro del drama?

P.D.H: Sí, un poco. Algunas grandes cadenas se han animado a hablar del asunto, y ya era hora de romper ese tabú. No sé hasta qué punto llegará, tenemos pendientes un par de cosas, pero tampoco veo que ello llegue a tener influencia en el Gobierno. Ya me gustaría que hubiese el mismo revuelo con los niños de la mochila que con C. Tangana, por ejemplo.

M.S: Se ha hecho un trabajo informativo identificando a esos niños, los kilómetros que recorren, se hizo el cortometraje, pero yo también tengo dudas de si llega a quienes tienen que tomar decisiones. A mí me parece increíble que no sea un tema que esté en la agenda del Defensor del Menor, por ejemplo. Y creo que a la gente que aún está a favor de la dispersión hay que decírselo así; ‘estáis a favor de que los niños hagan estos viajes y en esas condiciones’. Eso es algo que no me entra en la cabeza.

P.D.H: A mí me parece muy extraño que la gente hoy día esté a favor de la dispersión, por muy de la Madrid profunda que sea, porque a nadie le tiene que importar dónde alguien cumple su pena y porque además no tiene sentido alguno.

M.S: ¿No dicen ellos mismos que quieren que los presos se reinserten? Pues esto no ayuda nada, porque es solo un castigo. No tiene sentido alguno para sus intereses.

Está claro que la muerte de Kepa es irreparable pero, ¿hay algo que podría contribuir a repararla en parte para la familia? Por ejemplo, ¿que se acabe el alejamiento ayudaría a cerrar esa herida?

P.D.H: Sí. Que la gente deje de sufrir, es tan fácil como eso. Incluso poniéndonos en su punto de vista, ¿qué culpa tienen los familiares? Ninguna, solo ser familiares y querer a los suyos, como cualquier familia del mundo. Los familiares son víctimas inocentes. Lo dice siempre el hijo de Pablo Escobar; para mucha gente podía ser un monstruo pero para él siempre iba a ser su padre. ¿Si eso nos va a curar la herida? No sé, simplemente la herida no se puede curar, pero estaría bien que al menos no trataran de hacer más daño.

M.S: Hay muchos más argumentos, –políticos, jurídicos, de todo tipo– para que desaparezca la dispersión que para que se mantenga. E insisto, si la mantienes, tienes que saber las consecuencias, qué es lo que supone. Y lo que supone es que hay niños que tienen que recorrer miles de kilómetros durante su vida para poder mantener una relación muy mínima con sus propios padres.

P.D.H: No somos solo nosotros. Mi aita tenía también sobrinas y sobrinos. Y mis primos le vieron tres o cuatro veces en su vida. Por el régimen de visitas, no era posible que todos estuviésemos con él.

M.S: Luego está el tema de la gente de edad avanzada, o gente con problemas de movilidad. Hay que preguntarles a esas personas; ¿estás a favor de que no vean a su familiar porque está alejado? Porque lo estás permitiendo. ¿Qué culpa tienen esas personas?

Y para los propios presos, ¿qué influencia tiene el alejamiento cuando tienen un problema médico, por ejemplo? Porque yo esto me lo he planteado muchas veces con el caso de Kepa... Seguramente por no preocuparme, el problema del día 26 no me lo comentó hasta el 28, cuando se encontró un poco mejor, y lo hizo hablándome de un problema de ansiedad, porque él confió en el diagnóstico médico. Quería resolver esa situación y pedir un sicológico, y yo ese día ya hablé con una sicólogo de confianza y logré una cita, pero ni se lo pude decir porque Kepa ya no volvió a llamar. Me planteo que si hubiera estado en Zaballa y los médicos tuvieran un contacto con la familia, igual yo lo pudiera haber evitado, consiguiendo que fuera al hospital. Hubiera sido difícil, pero siempre piensas en ello. Todo político tiene un familiar que sufre una enfermedad, y tiene que valorar lo que supone esa situación. ¿No se pueden poner en el lugar de lo que llega a sufrir una persona cuando tiene un familiar preso en el hospital y no puede saber ni cómo está? Pero les falta empatía.

En todo este proceso, ¿ha habido alguna disculpa?

M.S: No, de nadie. Y en cuanto a explicaciones, las más claras me las han dado fuera de la cárcel, al estudiar su historial. Pero no quiero dejar de lado que en estos dos años, igual que en los 19 en que Kepa estuvo preso, hemos tenido mucho apoyo y que lo agradecemos enormemente: amigos muy íntimos, conocidos, familia, aitas y amatxus de Karmelo Ikastola donde estudió Peru, compañeros de trabajo, la gente de Santutxu y cómo no la de Galdakao... También Etxerat y sus familiares, los colectivos de ayuda a los presos políticos vascos, los sicólogos, médicos, abogados, gidaris de Mirentxin, encargados de gesetionar los estudios, políticos de Sortu o EH Bildu... Cuando hemos necesitado ayuda y/o consejo sobre cualquier tema relacionado con la cárcel, siempre hemos encontrado respuestas y soluciones, así que hoy siento rabia e impotencia porque muchas de esas personas estén pendientes de un macrojuicio. Es gente que se ha dedicado a paliar y denunciar una vulneración de derechos y ahora serán juzgados por ello, de verdad no hay quien lo entienda.






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