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viernes, 18 de mayo de 2018

El Verdugo del HMS Sheffield

América Latina, pero especialmente Argentina, tiene muy presente la Guerra de las Malvinas. El recuerdo de lo sucedido produce opiniones encontradas. En medio de todo ello, surge una historia de la diáspora vasca digna de ser archivada bajo la etiqueta Kurlansky Arzalluz. El orgullo inglés, materializado en la figura de la sociópata de nombre Margaret Tatcher, se vio tocado con el hundimiento de uno de sus buques, el HMS Sheffield. Un vasco lo hundió.

Lean lo que nos dice al respecto El Mundo:


Comandó una escuadrilla de aviones argentinos que hace 35 años atacó al Sheffield, el primer buque militar de Gran Bretaña hundido en combate después de la II Guerra Mundial

Sergio Raúl Romano

Augusto Bedacarratz dice que nació hace 73 años en La Pampa argentina, entre vacas, inmigrantes vascos, campos de trigo, gauchos, cardos, más vascos, tractores y caballos. Dice que a los 12 se fue a Buenos Aires, poco después ingresó a la Aviación Naval de la Armada Argentina y, ya en la Guerra de Malvinas de 1982, fue uno de los pilotos que hundió al emblemático buque de la fuerza que comandaba Margaret Thatcher: el Sheffield. Hoy dice que es nuevamente, como sus antepasados, agricultor.

Macachín, ubicado a 500 kilómetros al oeste de Buenos Aires, es un pueblo de 5.000 habitantes de la provincia de La Pampa. Aquí, antes del aluvión de inmigrantes europeos que escapaban de las guerras, las persecuciones y el hambre, era territorio del temible jefe mapuche Calfucurá. Ahora es la tierra de la comunidad de vascos más importante del mundo, luego del País Vasco. Y es, por supuesto, la tierra de Bedacarratz.

"Yo nací en un pueblo cercano, en Villa Maza, y viví siempre en Macachín, donde fui a la escuela primaria", dice a Crónica. "Nunca pensé en ser piloto de avión. Todos en mi familia eran agricultores", sostiene.

Augusto se trasladó a los 12 años con su familia a la ciudad de Buenos Aires. Allí cursó el colegio secundario y, ya a los 16, ingresó a la Escuela Naval, de la cual egresó en 1965 con el primer puesto en su clase. "Me recibí de oficial y posteriormente, en 1967, ingresé al curso de entrenamiento de vuelo naval. Finalmente la aviación naval fue mi vida y mi pasión", cuenta.

En 1981 la dictadura militar Argentina compró a Francia aviones Super Etendard con misiles antibuques Exocet. "Fuimos enviados a la Aviación Naval Francesa, para darnos una formación básica de 50 horas en los Super Etendard", recuerda.

El 2 de abril de 1982, la Argentina recuperó las Islas Malvinas -un territorio usurpado por Gran Bretaña en 1833, cuando desalojó a los habitantes argentinos- . "Si quieren venir, que vengan", desafió en ese momento el presidente de facto Leopoldo Galtieri desde los balcones de Casa Rosada. Las tropas británicas llegaron.

Bedacarratz fue enviado junto a otros nueve pilotos de la llamada Escuadrilla Naval de Caza y Ataque a la ciudad de Río Grande, en el extremo sur del país, a unos 550 kilómetros de Malvinas. El capitán formó tándem con Armando Mayora.
Problemas con el combustible

El primer ataque británico ocurrió el primero de mayo, con bajas en ambos lados. En ese momento, se frustró una misión de ataque de esta cuadrilla porque los aviones -de otros dos pilotos- tuvieron problemas al cargar combustible en vuelo. Así, como habían acordado, la próxima misión quedó a cargo de Bedacarratz y Mayora.

La próxima misión se lanzó el 4 de mayo. Un avión de reconocimiento, el Neptune, detectó a gran altitud a una serie de blancos.

Bedacarratz y Mayora fueron despertados a las 7 de la mañana. Estaba nublado y el viento era intenso. "La misión era sumamente riesgosa. La Armada sólo tenía cinco misiles Exocet -el resto no había llegado por el embargo impuesto por Francia a raíz del conflicto bélico- y se desconocía la verdadera efectividad de este tipo de misil. Es que esta versión del Exocet, aire mar para ser lanzados desde aviones de ataque, no había sido utilizada en ningún lugar del mundo. La Aviación Naval Francesa tampoco lo tenía en funcionamiento. Los probamos en Malvinas", relata.

-¿Cómo se prepararon ese día?

-Nuestro objetivo era atacar y no ser detectado por la flota británica hasta después de ser disparados los misiles. Eso implicaba una serie de medidas. En primer lugar, no utilizar prácticamente el radar; en segundo lugar no hablar por radio y sólo comunicarnos, de avión a avión, por señas; y finalmente volar casi rozando el mar para no ser detectado por los radares enemigos. El día 4, en la madrugada, un avión Neptune encontró e identificó a buques enemigos. Nos pasó las coordenadas y comenzamos a preparar el plan de vuelo.

-¿Cómo fue el ataque?

-Despegamos a las 9.45 horas y volamos muy bajo y con suma discreción. A las 11.45, cuando estábamos a unos 15 minutos del lanzamiento, recibimos la última actualización, por parte del Neptune, de la ubicación de los buques. En ese momento, colocamos las posiciones en nuestro sistema de navegación. Introdujimos 20 dígitos y tuvimos que interrumpir el silencio de radio para cotejar entre los dos la información.
A 30 Kilómetros del blanco

Bedacarratz dio la orden de atacar cuando los aviones se encontraban a 30 kilómetros del blanco. Inmediatamente apretó el botón de disparo. El misil, de 650 kilos, tardó unos eternos tres segundos en salir y el avión, al perder peso de una de sus alas, se movió bruscamente. Mayora, que no había escuchado la orden, se sorprendió y también lanzó el misil. Segundos después, los Super Etendard giraron y se perdieron nuevamente en la bruma. "Se hizo la operación como la habíamos planificado, a pesar de que enfrente teníamos a la tercera flota más importante del mundo que estaba armada con avanzados misiles antiaéreos", dice el capitán.

Poco después, regresaron a la base, sin saber si los misiles habían dado o no en el blanco. "En la base hubo alegría por el logro técnico de poder haber lanzado los Exocet", cuenta. Por la tarde, la BBC informó que el Sheffield había sido mortalmente herido por un misil.

Se estima que el ataque dejó 20 marinos muertos y otros 24 heridos. El Sheffield terminó de hundirse seis días después en las aguas del Atlántico sur.

-¿Qué le diría hoy a las familias de las víctimas del Sheffield?

-Realmente no quiero ni pensar en cuántas personas murieron... Sé que ha habido ingleses que han muerto y otros que han sufrido heridas. Por eso lamento el dolor de sus familias, que debe ser muy grande. Indudablemente esa gente murió con todo el honor, defendiendo sus valores, así como nosotros defendimos los nuestros. En toda guerra ocurren estos hechos lamentables. Ojalá se hubiera hundido sin que se perdieran vidas.

Bedacarratz, quien hoy tiene tres hijos y nietos, se retiró en 1991 con la condecoración Medalla La Nación Argentina al Valor en Combate.

"Nunca pensé que iba a ser piloto. Todos mis antepasados eran agricultores", dice. Su bisabuelo, un vasco francés, llegó a la Argentina en 1858 desde el pueblo de Ibarolle, de la región de Aquitania, en Francia. "Mi bisabuelo tenía 20 años. Eran cuatro hermanos y quedaron huérfanos. Eran muy humildes labradores y se vinieron a buscar un horizonte mejor a La Pampa. Aquí conoció a otra vasca que había inmigrado y conformaron una gran familia", sostiene.

En Macachín, los pobladores bautizaron como "Capitán Bedacarratz" al aeródromo y la Armada conmemora todos los 4 de mayo el Día de la Aviación Naval Argentina, en recuerdo del hundimiento del buque inglés. "No soy ningún héroe, sólo cumplí una misión", dice desde Macachín, la tierra de sus abuelos. A lo lejos, se escuchan los relinchos de una tropilla de caballos.






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