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viernes, 2 de junio de 2017

Hilharriak

Volvemos al tema del amanecer de la humanidad en Vasconia, pero vamos más allá de los dólmenes de la mano de este grupo de exploradores vascos a quienes debemos el haber rescatado importantes piezas de nuestra historia como pueblo como por ejemplo el menhir de Soalar, gracias a este reportaje publicado en Naiz:


En términos militares, se trataría de un comando especializado en exploración y localización de objetivos en montaña. Perfectamente mimetizados y con una buena cobertura –parecen simples excursionistas veteranos– los miembros del grupo, apenas media docena, se presentan en cualquier cordal, collado, bosque o cumbre de Euskal Herria todos los sábados por la mañana y caminan, observan, buscan, apuntan, sacan fotos, registran coordenadas y, después de varias horas de rastreo, vuelven a su base. Después redactan su informe y lo remiten a instancias superiores. Han cumplido su labor, hasta la próxima semana.

Gotzon Aranburu

No hablamos, empero, de un comando militar, sino de un equipo de buscadores de megalitos que cuenta en su haber con un largo listado de hallazgos. Sí, Hilharriak localiza objetivos, muchas veces de forma inimaginable, en lo más tupido de un bosque o en una ladera inaccesible, pero lo hace para que estas piedras sagradas sean protegidas, cuidadas, estudiadas y disfrutadas. No hay dolmen, cromlech o túmulo vasco que no conozcan y hayan completado su ficha. Pero lo más llamativo es que son profesionales por dedicación y amateurs por retribución. Esto es, su trabajo es concienzudo, riguroso, y pasa a los archivos de instituciones científicas como la Sociedad de Ciencias Aranzadi, o políticas, como las diputaciones, pero el empeño es totalmente voluntario y sin ánimo de lucro. No son militares, pero sí militantes de la cultura vasca.

Mientras ascendemos las pendientes de Fagollaga, en Hernani, al encuentro del dolmen de Sagastietako Lepoa, los miembros del grupo desgranan la historia de Hilharriak. Se formó en 1998 de la mano de los donostiarras Iñaki Gaztelu, Goyo Mercader, Luis Millán y Manolo Tamayo, el irundarra Iñigo Txintxurreta y el goizuetarra Xabier Taberna, a los que se ha sumado recientemente el tolosarra Alberto González. Completaba el grupo otro donostiarra, Balere Barrero, el dibujante del grupo, fallecido hace unos años. Barrero se encargaba de registrar sobre el papel la imagen y medidas de los megalitos hallados, una gran labor que ha quedado vacante en el grupo. En cuanto a la edad, el más joven es Txintxurreta (46 años) y el mayor Gaztelu, que cuenta con 81 años, aunque nadie lo diría viéndole avanzar montaña arriba.

Luis Millán, en labores de portavoz, nos cuenta que Nafarroa es el territorio vasco más rico en megalitos, especialmente las sierras de Urbasa y Andia, así como el valle de Baztan: «En cuanto a municipios, el que se lleva la palma es Goizueta, sin duda alguna» sentencia Millán, que recuerda bien cuál fue el primer dolmen que descubrió el grupo. Fue el de Goiko Borda 2 sur, en Ezkurra. En las más de ochocientas salidas realizadas por Hilharriak hasta hoy han sido centenares los megalitos sacados a la luz por el grupo, pero no saben exactamente cuántos… porque a partir de 2009 dejaron de contarlos. Hasta entonces eran más de setecientos, por lo que ahora superarán los mil, a grosso modo.

El menhir de Soalar

Probablemente el mayor hallazgo realizado por Hilharriak es el «redescubrimiento» del menhir de Soalar, en el Baztan, una pieza única en Euskal Herria que conoció todo tipo de vicisitudes. Esta gran piedra, de 4,35 metros de altura, cerca de un metro de ancho y cuatro toneladas de peso, fue hallada en 1974 por el capuchino Francisco Ondarra en el monte Soalar, cerca de Elizondo. Ondarra hizo constar el hallazgo del menhir, que estaba tumbado. En los años 90 desapareció, para volver a ser localizado en un terreno particular de Gartzain, de donde nuevamente fue trasladado con destino desconocido. Hilharriak rastreó toda la comarca y finalmente lo redescubrió en otro punto de Gartzain, ya en posición vertical… y convertido en soporte para una canasta de baloncesto. Esta vez el menhir fue trasladado al museo Oteiza, donde ahora los visitantes pueden apreciar el extraordinario megalito que representa a un guerrero prehistórico, con grabados que lo hacen excepcional, como el hacha que cuelga de su cintura.

Poco a poco, Hilharriak se ha ido dando a conocer entre historiadores y arqueólogos profesionales, hasta convertirse en un grupo de referencia en descubrimiento y catalogación de monumentos megalíticos. Cuando reciben el aviso de un posible nuevo hallazgo acuden raudos al lugar y apenas un vistazo les basta para saber si efectivamente se trata de un megalito o de un «brote», vocablo que designa a una roca o piedra que presenta apariencia de megalito pero no lo es, sino que se trata de un capricho de la naturaleza. «De algunos brotes nos llegan avisos una y otra vez, porque son llamativos y están a la orilla de un camino o en una zona de mucho paso de excursionistas. Ojalá fueron dólmenes o menhires realmente, pero no» señala Iñaki Gaztelu.

Un sexto sentido especial

La zona que recorremos hoy, que cubre desde Fagollaga hasta Sagastietako Lepoa, es rica en dólmenes. Nada menos que cinco están catalogados en un radio de pocos kilómetros. Alguno de ellos descansa en una loma desde la que se divisan Jaizkibel, Donostia y el mar, por un lado, y los oscuros bosques de Arano por el otro. Los hay que llaman la atención de cualquiera, por su forma perfecta y por hallarse en terreno descubierto, pero alguno está escondido entre árboles y cubierto por zarzas, lejos del sendero; constituye la prueba fehaciente de que los rastreadores de megalitos desarrollan un sexto sentido especial para esta labor. En cualquier caso, los hombres de Hilharriak –por ahora ninguna mujer se ha apuntado al grupo– van limpiando de maleza todos los dólmenes que nos encontramos en la ruta.

Para buscar estas piedras sagradas, estos monumentos megalíticos, hay épocas del año mejores y peores. En lo que respecta a la Euskal Herria húmeda, el invierno es la mejor época, y a partir de primavera, cuando la naturaleza despierta y el helecho crece con fuerza y oculta el suelo a la vista, los miembros de Hilharriak comienzan a trabajar en zonas altas de Nafarroa y el Pirineo. También se desplazan a otras zonas del Estado español, de ahí que cuenten con descubrimientos en toda la Península y gran parte de los cordillera pirenaica, de los que dan cuenta, con coordenadas geográficas y características, a los organismos responsables en cada territorio.

Entre 2005 y 2008, por encargo del Gobierno de Navarra, Hilharriak elaboró el catálogo de todos los monumentos megalíticos del herrialde.

«Los megalitos son monumentos sagrados, no hay que olvidarlo. Todo el mundo tiene derecho a visitarlos y conocerlos, pero hay que respetarlos, es decir, no hay que alterarlos. Y mucho menos destruirlos para hacer una pista, cosa que todavía ocurre, increíblemente» recuerda Millán. Por cierto, tampoco son el sitio adecuado para enterrar animales de compañía, ni para aventar cenizas, costumbre que al parecer se ha extendido últimamente.






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