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domingo, 11 de junio de 2017

Para Entender la Revuelta en Alhucemas

Casi desde el inicio de este blog hemos denunciado el contubernio entre el régimen fascista español y la genocida monarquía marroquí, centrándonos principalmente en el asunto del Sahara Occidental.

Pero también dentro del territorio de Marruecos se sufren las consecuencias de que la tiranía cuente con un aliado europeo tan sui generis.

Revisitamos pues la revuelta popular que se ha generado a partir del asesinato de Mohsin Fikri.

Lean ustedes este reporte publicado por Kaos en la Red:


Carmen Rengel

Miles de manifestantes están tomando estos días la ciudad rifeña de Alhucemas, en el norte de Marruecos. Tras el ftur, el ayuno de Ramadán, gentes de todo tipo y condición se concentran para reivindicar demandas sociales y exigir la liberación de los líderes de su protesta, larga de ocho meses. El cansancio viene de muy atrás, muchas décadas de dejadez por parte de la administración hacen que este rincón del Rif pida a gritos cambios profundos. No llegan las inversiones, no llegan las oportunidades, así que después de la plegaria toca la lucha, pacífica, por parte de los ciudadanos.

¿Pero qué ha ocurrido ahora para que reviva una movilización iniciada en octubre pasado? Aquí te lo tratamos de explicar.

El origen

El 28 de octubre de 2016, la policía marroquí detuvo a la salida de Alhucemas un coche que había salido del puerto de la ciudad cargado con unos 500 kilos de pez espada. Se trata de una especie protegida en el Mar Mediterráneo, que se paga bien en los mercados pero que no puede pescarse en otoño precisamente para evitar su extinción. Tampoco el vehículo estaba particularmente bien adaptado para trasladar pescado fresco, así que lo que los agentes se incautaron de toda la partida. Iban a destruir el pescado, como pide la ley, tirando la mercancía a un camión de la basura.

Mohcin Fikri, el joven pescador de 31 años cazado aquella noche, no pudo más. Cansado de trabajar, sin un dírham que llevar a su familia, harto ya de pobreza, se arrojó al interior del contenedor cuando la trituradora estaba en marcha, intentando salvar su mercancía. Fue un acto de protesta que le costó la muerte por aplastamiento. Su final fue grabado con un teléfono móvil y pronto llegó a las redes sociales, convirtiéndose en un fenómeno de los que enervan los ánimos.

La reacción del rey Mohamed VI -que estaba descansando en Zanzíbar– fue la de ordenar una investigación sobre el caso. Sin embargo, las autoridades de la localidad norteña de Marruecos dijeron que se había tratado sencillamente de un suicidio. Con las imágenes pasando de teléfono en teléfono, difícil fue mantener esa versión. Finalmente hubo detenciones, policías y funcionarios acusados de falsedad en documento público y homicidio involuntario y una oleada de protestas en la calle contra la impunidad de los poderosos y de solidaridad con los que, como Fikri, ya no pueden con tanta angustia.

Las primeras manifestaciones

En aquellas semanas inmediatamente posteriores a la muerte del pescador, las plazas de las principales ciudades de Marruecos -no sólo de Alhucemas, también Casablanca o Rabat- se llenaron de ciudadanos pidiendo justicia. Fueron las manifestaciones más importantes vividas en el país al menos desde 2011, cuando un coletazo de las Primaveras Árabes llegó al país y forzó al monarca a traspasar algunos de sus poderes personales al Parlamento. Ya en esa primavera local, el Rif fue una de las zonas más contestatarias.

El área de Alhucemas siempre ha sido vista como una zona caliente, por sus sistemáticas movilizaciones contra la marginalidad económica y social que se vive, no desde ahora, sino desde los tiempos del anterior rey, Hassan II, así que aquel noviembre y aquel diciembre pasados, con la mecha del pescador muerto, fueron meses calientes en una zona que no suele guardar silencio cuando la soga aprieta.

En aquellas primeras protestas, los manifestantes portaban banderas de los bereberes, la de la República del Rif, el estado proclamado por Abdelkrim el Jatabi entre 1921 y 1926 en el norte de Marruecos, símbolo de la región, vetado y que entró clandestinamente en Marruecos, convertido en un símbolo identitario en las protestas para reivindicar demandas sociales. La enseña creada por Abdelkrim es roja y tiene en el centro un rombo blanco que contiene la media luna verde y una estrella de seis puntas. El único ejemplar original de aquella época se conserva en el Museo del Ejército español en Toledo, según desvela la Agencia EFE.

Nuevo repunte

El 5 de enero de este año, las fuerzas del orden intervinieron para dispersar una sentada en Alhucemas, coletazos de los meses previos. Cinco semanas más tarde, enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del orden dejaron una treintena de personas heridas. Tras semanas de tensa calma, el 26 de marzo volvió la rabia, cuando un grupo de manifestantes atacó con piedras una residencia de la policía en el camino de Imzuren, localidad vecina de Alhucemas. El edificio ardió y fueron arrestadas 14 personas. Dos días más tarde, el gobernador provincial fue cesado.

Ya en abril, el ministro del Interior de Marruecos, Abdeluafi Laftit, efectuó su primera visita oficial a la zona para prometer un mayor desarrollo de la zona -una de las más deprimidas del país- y criticar, de paso a los que “explotan los movimientos de protesta”. El Gobierno sostiene que “recientemente” ha emprendido una serie de proyectos de infraestructuras, sociales y culturales en la región por un valor de 6.500 millones de dirhams (unos 590 millones de euros) pero que necesitan un tiempo de ejecución y que serán operativos a partir de 2019.

Mismos cánticos, misma bandera

Como nada ha mejorado, pese a las promesas, la enseña del Rif ha salido a la calle siete meses después de la muerte de Fikri, igual que se repiten los cánticos contra el Gobierno nacidos entonces. “Criminales, asesinos, terroristas”, “Oigan, no se humilla a la gente del Rif”, “El pueblo no tiene miedo”, se escucha estos días en Alhucemas.

Lo que ha hecho revivir las protestas ha sido esencialmente la detención de Nasser Zefzafi, de 37 años, el carismático jefe de las protestas del año pasado. Líder incontestable de Al Hirak al Shaabi (Movimiento Popular), fue arrestado de madrugada por los servicios de seguridad marroquíes, después de pasar más de dos días huyendo de la policía. Varios compañeros más de lucha fueron igualmente detenidos. Sobre ellos pesan cargos de extrema gravedad, como los de actuar atentando contra la seguridad del Estado.

Ahora el liderazgo de la calle ha quedado en manos de la activista Nawal Benaisa, de 36 años, ama de casa y madre de cuatro hijos, que sigue enarbolando la bandera, reconocida por niños, mayores y personas de todo sexo.

Tras el arresto y traslado a Casablanca de Zafzazi, Benaisa anima cada día a la población a salir a la calle para exigir la liberación de todos activistas rifeños y pelear por las inversiones y los derechos que históricamente no llegan. Entre las reclamaciones esenciales, destacan tres: más oportunidades de trabajo para los jóvenes, la construcción de una universidad y de un hospital especializado en cáncer.

Las protestas están empezado a encontrar ecos solidarios en otras ciudades del país y a tener el apoyo de partidos islámicos, pequeños partidos de izquierdas y asociaciones juveniles y estudiantiles.

Mientras que los manifestantes denuncian las constantes cargas policiales -especialmente, destacan su dureza en una marcha de mujeres, el pasado 4 de junio- y las redes sociales están inundadas de vídeos mostrando redadas y arrestos -se calcula que rondan los 90 los activistas detenidos-, el Gobierno sostiene que sólo interviene tras los “desbordamientos” y cuando las protestas se salen “de su carácter pacífico”.

Denuncia que en las más de 800 manifestaciones registradas desde noviembre se han registrado 245 policías heridos y 42 furgonetas dañadas, más el incendio de las dependencias policiales. “Se reabren las heridas del pasado de los tiempos del rey Mohamed V y su hijo Hassan II, cuando se empleó el ejército para sofocar con violencia las sublevaciones de los años 57 y 58”, explica Beatriz Mesa en El Periódico.

Las carencias históricas del Rif

Alhucemas es una región rebelde, pero en parte lo es porque es pobre, y porque ve que otros territorios se llevan las inversiones que tanta falta la hacen. Un dato clave: el 62% de la población no realiza ninguna actividad económica, porque no hay oportunidades de empleo ni de formación y emprendimiento. “Nuestras reivindicaciones son económicas y sociales, no buscamos crear un estado independiente”, insistía el detenido Zefzafi en las protestas de inicios de año.

Las manifestaciones han estado forjadas siempre sobre pilares muy diversos, desde asociaciones vecinales a pequeñas formaciones, todas con un perfil social muy claro, más que político. Hay una fuerte defensa de la identidad del Rif, de ahí sus héroes y banderas, como recuerdo del largo olvido por parte de sus dirigentes.






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