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martes, 12 de diciembre de 2017

Eubalaena Glacialis

Cuando uno visita los puertos vascos es común encontrarse con ilustraciones de ballenas. Tampoco podemos olvidar que uno de los herri kirolak con más entusiastas durante el verano son las competiciones de traineras, embarcaciones que los vascos utilizaban desde la edad media hasta el siglo antepasado para dar caza a las ballenas.

En su libro "La Historia Vasca del Mundo" su autor, Mark Kurlansky, dedica todo un capítulo al tema de las ballenas con respecto al desarrollo económico de la región y de la posibilidad de que, siguiendo a las ballenas y al bacalao, los vascos hayan terminado por llegar al continente americano mucho antes que el resto de los europeos, con excepción de los vikingos.

Es por lo anterior que, no sin un dejo de tristeza, les compartimos este reporte aparecido en La Vanguardia:


Expertos de la NOAA advierten de que la pesca y la caza furtiva han dejado sólo 100 ejemplares en edad reproductiva

Elena Martínez Batalla

El devenir de las ballenas francas glaciales (Eubalena glacialis) corre peligro debido a la actividad pesquera y a la caza furtiva, según alertan científicos de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) de Estados Unidos. Conocida como ‘ballena de los vascos’ porque fueron los primeros en cazarla para venderla en el mercado, esta especie ha vivido un año nefasto para su supervivencia.

La organización gubernamental estadounidense advierte que este cetáceo ha perdido 17 ejemplares en los últimos doce meses. En total, cuenta hoy con 450 individuos, de los que sólo 100 son hembras que se encuentran en edad reproductiva.

Los expertos llevan registrando un descenso de la población desde el año 2010, que atribuyen, en su mayoría, al enredo de los cetáceos en redes de pesca debido al empleo de malas prácticas en esta actividad económica y a la caza. En los últimos meses, todo ello ha coincidido, además, con un menor número de ballenas francas capaces de aportar descendencia.

Los ejemplares del Atlántico Norte dan a luz en aguas templadas del sur y luego, en primavera y verano, se dirigen hacia Nueva Inglaterra y Canadá para alimentarse, pues es en las regiones más frías donde hay menos estratificación en la columna de agua y donde se dan procesos de mezcla que dejan el medio rico en nutrientes.

Según los expertos, todas las muertes de este último año se han registrado en Nueva Inglaterra y Canadá, lo que denota, según lo explicado anteriormente, que se trata de ejemplares en edad reproductiva.

Asimismo, un estudio publicado el pasado mes de noviembre en la revista Endangered Species Research, reveló que las heces de las ballenas francas contenían altos niveles de un tipo de hormonas que indican un elevado grado de estrés –que las ballenas experimentan cuando quedan atrapadas en las redes de pesca-, lo que afecta negativamente a su capacidad reproductiva.

Por ello, los científicos urgen ahora a la implementación de medidas de protección excepcionales para la especie, actualmente protegida por la ley estadounidense. De hecho,según el administrador regional del Departamento de Pesca de la NOAA para el noreste estadounidense, John Bullard, “la situación es tan grave que cabe la posibilidad de que la población no se recupere si no se actúa de inmediato”.

La especie habita en el Atlántico Norte, en las zonas marítimas de Nueva Zelanda, en las regiones cálidas de la Antártida y en las costas de la Patagonia argentina. Estos cetáceos, además de enfrentarse a sus depredadores en el momento en el que emigran para reproducirse, deben lidiar con el interés humano, que se aprovecha de que son ballenas dóciles y lentas en superficie para acabar con su vida.

Uno de los mayores atractivos de la especie es su alto contenido en grasa, lo que hace que de ellas se pueda obtener una gran cantidad de aceite, empleado inicialmente como combustible para la iluminación y más tarde como lubricante de maquinaria, entre muchos y variados usos.






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