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sábado, 30 de diciembre de 2017

Mujeres en Lucha

Abran paso, si no van a ayudar, no estorben.

La revolución será feminista o no será.

Les compartimos este vital texto publicado en la página de Cuarto Poder:


Sara Montero

Las ‘Kellys’, las dependientas de Bershka, las trabajadoras de las residencias de Bizkaia… Todas son mujeres que dieron un paso al frente para defender sus puestos de trabajo y la dignidad del resto de sus homólogos. Ellas han liderado muchos movimientos sociales y laborales de los últimos años. Esas trabajadoras, compañeras y madres han salido de la retaguardia para capitanear la pulsión de cambio. Y no piden paso. Como colofón a estos meses de reivindicaciones y de músculo feminista, el próximo 8 de marzo se prepara una huelga que paralice el mundo en el Día Internacional de la Mujer.

El diccionario estadounidense Merriam-Webster ya ha elegido cuál será la palabra del año: “feminismo”, un término que también resuena en nuestro país. Las españolas salieron de manera masiva el pasado 8 de marzo para pedir que cesen las desigualdades y la violencia de género, la expresión más cruenta del machismo. El juicio de ‘La Manada’ o el 25 de noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, volvieron a llenar las calles de reivindicaciones. El pasado sábado, un grupo de feministas protagonizaron una manifestación antimilitarista en Bilbao. Los ejemplos son muchos y variados.

“El feminismo es el sujeto político más potente que existe en la escena político-social”, recuerda Justa Montero, de Comisión 8 de Marzo. En el 15M o en movimientos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH), las activistas tuvieron un papel muy importante, al igual que en las mareas blancas o las verdes. Las organizaciones feministas han tenido una notable capacidad de influencia en las decisiones políticas de los últimos años. Por ejemplo, pueden apuntarse el tanto de no haber permitido el retroceso de la ley del aborto en 2014 que pretendía el ministro Alberto Ruiz-Gallardón, que acabó dimitiendo.

Los años de trabajo intenso producen cambios lentos, pero firmes, lo que desemboca en un sentimiento de lucha y sororidad en todos los campos. Una de las primeras consecuencias es la revalorización de las profesiones asociadas tradicionalmente a las mujeres, como la limpieza o los cuidados. Son sectores que han decidido visibilizar sus problemas y reivindicarse.

Las trabajadoras de las residencia: la revalorización de los cuidados

Una de las últimas victorias laborales ha sido la de las trabajadoras de las residencias de Bizkaia que, tras más de un año de movilizaciones, han conseguido subidas salariales, una reducción de jornada y algunos días de descanso. Yolanda Montero, gerocultora y delegada del sindicato ELA, da por ganada la batalla pero no la guerra: “Aún nos queda mejorar el tema de los ratios”. La sociedad vive en un permanente oxímoron en el que se ven atrapadas estas trabajadoras. Por un lado, les confía lo más valioso de una sociedad, a sus abuelos o padres, por otro, las somete a saturación y jornadas difíciles donde la atención personalizada y completa se convierte en una quimera.

La persistencia de estas profesionales hizo que finalmente vencieran, pero Montero cree que sí influyó el hecho de ser mujeres en que el conflicto se alargara tanto. Se convirtió en un pulso: “Pensaban que nos cansaríamos y que no aguantaríamos mucho tiempo”. La gerocultora se queja de que, a pesar de tener una función fundamental en el bienestar de abuelos y seres queridos, a veces las tratan como si su sueldo fuera “el complemento del de tu pareja en casa” o como “marionetas en manos de los sindicatos”. Es decir, como si carecieran de un pensamiento y acción propias. Estaban equivocados.

Las limpiadoras de edificios

Los catálogos de juguetes plagados de niñas con fregonas y planchas y niños con coches y taladros se replican después en la vida de los adultos. Al menos, eso es lo que cuenta Raquel Hijosa, del comité de empresa de Ferroser y representante de CCOO, que trabaja limpiando en un gran hospital madrileño. Su sector es uno de los más feminizados. “Los hombres se encargan de tareas como el abrillantado, sacar la basura o limpiar cristales, mientras nosotras limpiamos las habitaciones. Ahora algunos empiezan a entrar a limpiar también”, explica sobre cómo se reparten las tareas, una división que estas mujeres ya no pueden aceptar más. Entre estos dos trabajos no solo hay un reparto clásico e ilógico de las funciones. Según cuenta esta trabajadora, también se pagan pluses en algunas funciones, que siempre repercuten en ellos. El resultado es que se agranda la brecha salarial entre personas de la misma empresa y el mismo nivel.

Las Kellys

Las trabajadoras llevan años construyendo puentes frente al vendaval de la crisis y la precariedad. Unas de las primeras en organizarse como colectivo fueron las ‘Kellys’, las camareras de hoteles que se vieron obligadas a reclamar sus machacados derechos. Su esfuerzo destapó una realidad precaria: cobran menos de dos euros por habitación, hacen jornadas interminables y están expuestas a una permanente vulnerabilidad laboral. El primer contacto lo tuvieron por redes sociales y no fue hasta 2016 cuando presentaron su asociación. Hoy tienen una red territorial, han llevado su reivindicación hasta el Parlamento Europeo y han convertido el color verde lima en símbolo inequívoco de combate.

Las trabajadoras de Inditex

Las mujeres protagonizan las luchas y también algunas victorias, incluso cuando se enfrentan al hombre más rico de España. El pasado noviembre, las trabajadoras de Inditex en Pontevedra desconvocaron una huelga después de que la empresa accediera a mejoras salariales y laborales.

Las madres interinas de Madrid

Un éxito mucho más modesto consiguió un pequeño conjunto de profesoras interinas en Madrid. Se organizaron mediante un grupo de Facebook porque a sus compañeros sí les pagaban el verano y a ellas se lo negaron. Aunque debía ser un motivo de alegría, ser madres se convirtió en un problema laboral. No llegaban a los 9 meses trabajados que requiere la Comunidad de Madrid para pagar los meses estivales a los funcionarios, después de cogerse los cuatro meses de baja correspondientes. Tenían que elegir entre sus bebés o sus derechos: “Esta diferencia con nuestros compañeros fue una consecuencia directa de la maternidad. Hasta enero de 2017, la paternidad eran de 15 días y ellos sí cumplían con los requisitos para cobrarlo.

Al no tener plaza fija, las interinas se encuentran en mayor situación de vulnerabilidad que los funcionarios. Por ello, cada décima es vital. “Aún estamos peleando para que se nos reconozcan estos cuatro meses como tiempo de servicio y que no nos perjudique en la nota de las futuras oposiciones”, explica una integrante de este colectivo, cuya reivindicación afectaba a “30 o 50 profesoras madrileñas”.  A nadie se le escapa que en muchas ocasiones ser mujer perjudica. Tienen un doble peso sobre su espalda: ser trabajadora y madre.

Las espartanas de Coca-Cola en lucha

Ellas no solo son trabajadoras, también son madres, esposas y amigas de aquellos que despiden o rebajan los sueldos. Fue el caso de las ‘espartanas’ de Coca-Cola en lucha, que rompieron el muro que separa el hogar del trabajo cuando los empleados de la fábrica de Fuenlabrada fueron despedidos y readmitidos tras un largo litigio que aún no consideran resuelto.

“Cuando una mujer da un paso hacia delante, un hombre no lo da hacia atrás”, explica Gema sobre la importancia de la colectividad en los conflictos. Ellas han dado visibilidad a lo que hay detrás de cada despido: una familia entera. Sus protestas, entrevistas e, incluso, villancicos navideños hacen que la batalla no se olvide.

Hacia una huelga general el próximo 8 de marzo

Cada mes, un grupo de feministas se reúne para diseñar la convocatoria del próximo 8 de marzo. El objetivo será visibilizar qué ocurre cuando las mujeres deciden parar en sus trabajos, universidades o tareas del hogar. “No queríamos plantear únicamente una huelga tradicional, reducida a la laboral. Queremos también parar los cuidados y el consumo”, explica Sara Naila Navacerrada, miembro de la Comisión 8 de marzo de Madrid. La idea es que se detengan mujeres en todas las situaciones, desde las estudiantes hasta las asalariadas, pasando por las amas de casa. El efecto es que se comprenda de una vez qué ocurriría cuando esa compañera que trabaja más, cobra menos y no concilia decide levantarse de su silla y marcharse.

Después del éxito de las últimas convocatorias, que desbordan las calles de Madrid y de otras ciudades españolas, las organizadoras se muestran esperanzadas. La comisión es un grupo inclusivo, intergeneracional y plural de mujeres generando ideas para visibilizar la necesidad de igualdad: “El movimiento está más fuerte. Consigue mantenerse de forma regular porque todo lo que nos atraviesa está en lo cotidiano. La violencia la recibimos día a día. Seguimos luchando. Vemos que al final nos están matando, despidiendo o insultando por la calle”, zanja Navacerrada.






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