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viernes, 4 de marzo de 2016

Pedro el Dolido

El PSOE es una auténtica farsa y esto ya lo hemos repetido en este blog una y otra vez.

De socialista nada y de obrero menos, como nos muestra Pedro Sánchez, nuevo vocal de lo que muchos denominamos "la izquierda del franquismo" quien se ha despachado de lo lindo en contra de Arnaldo Otegi.

Les invitamos a leer esta editorial de Gara que nos detalla un poco más de la actitud asumida por Sánchez:


La segunda jornada del debate de investidura en el Congreso de los Diputados español fue una lamentable muestra del escaso nivel político, e incluso de comportamiento, predominante entre los «representantes de la ciudadanía». Por eso, episodios como la retirada de la palabra al líder de Podemos por parte del presidente de la Cámara aconsejando «no hacer nada que pueda demostrar que no somos respetuosos» resultaban surrealistas, en un hemiciclo donde gran parte de los diputados vitoreaba sistemática y compulsivamente las ocurrencias de sus líderes o abucheaba las de los ajenos.

No extrañaron pero sí fueron significativas las numerosas alusiones a Arnaldo Otegi, una de ellas la del candidato a la Presidencia. Pedro Sánchez se mostraba «dolido» por las declaraciones de Pablo Iglesias sobre el líder de la izquierda abertzale el día que este salió de prisión. A la vez, «muy orgulloso» de Felipe González, a quien se refirió anteriormente Pablo Iglesias al mencionar la «prohibición» de pactar con Podemos a la que se ha sometido Sánchez, procedente de quien fuera el presidente del Gobierno «que tiene el pasado manchado de cal viva». Esas referencias al conflicto irresuelto de Euskal Herria, o a la masacre del 3 de marzo de hace 40 años en Gasteiz y la ejecución de Salvador Puich Antich, junto a las alusiones al proceso independentista catalán son significativas porque revelan una actitud nada novedosa pero sumamente irresponsable, una falta de voluntad permanente y vigente de abordar conflictos que, como ayer se pudo percibir, inciden en la imposibilidad de una relación política normalizada en el Estado. Esa falta de propuestas de solución, de la mínima voluntad de siquiera contemplar la posibilidad de analizar las causas de esos problemas hacen comprensible la situación actual y el déficit mostrado ayer.

Si no se tratase de cuestiones de tanta importancia, movería a la risa la pretensión de justificar dicha actitud anteponiendo los «verdaderos problemas» de la ciudadanía.





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