Hace unos cuantos días un video sorprendió y conmocionó al mundo.
En el mismo se podía ver a un grupo de jóvenes en el acto de proporcionar trato vejatorio a un grupo de seis mujeres de apariencia rom. Después se supo que se trataba de fanáticos del PSV Eindhoven que habían acudido a Madrid para un encuentro de futbol con el Atlético.
Con la misma velocidad que el video causó furor es la velocidad con la que todo el mundo se ha olvidado del asunto, como antes se olvidaron de Berta Cáceres y antes, de Marina y María José.
Al fin de cuentas no fue mas que una raya más al tigre; más xenofobia, más discriminación... en una Unión Europea que esta semana ha decidido subrogar sus responsabilidades para con los refugiados y migrantes a la Turquía genocida en la que siempre han podido confiar para el trabajo sucio.
Al fin de cuentas no fue mas que una raya más al tigre; más xenofobia, más discriminación... en una Unión Europea que esta semana ha decidido subrogar sus responsabilidades para con los refugiados y migrantes a la Turquía genocida en la que siempre han podido confiar para el trabajo sucio.
De ese olvido y de la invisibilidad forzada por nuestra sociedad a los más vulnerables, nos habla este reportaje publicado en El Mundo:
"¡Ojalá todos los días se rieran así de nosotras!...Ganamos mucho dinero con esos hombres que nos cantaban", dicen ellas
Lucas de la Cal
El vídeo les hace gracia. Por un momento se sienten menos invisibles. Se señalan unas a otras. Cuchichean entre risas. Piden por favor que se lo enseñe otra vez. Son ajenas a todo el revuelo que se ha formado.
-En España, incluso el presidente del Gobierno ha dicho que la escena es repugnante. Dicen que los aficionados os humillaron al trataros así, tirando las monedas al suelo con desprecio. Siento que hayáis tenido que pasar por eso.
-Ojalá nos humillen así todos los días. Ganamos más dinero en ese tiempo que en todo el mes. A la gente le puede parecer vergonzoso, pero con lo que me he sacado, mis ocho hijos lo van a agradecer.
Nagie es la única de las seis mujeres que habla bien español. También es la más veterana del grupo con 40 años. Y el pasado martes fue la más "rica". Recogió 40 euros tirándose al suelo a por los céntimos que lanzaban los hinchas del PSV. A su lado estaba Savian, 19 años, la más joven, que hizo unas flexiones ante las risas de los holandeses y se ganó un billete de cinco euros que quemaron en su cara. Lleva tres años mendigando en las calles de Madrid. Enseña una moneda de 50 céntimos que tiene por detrás la silueta de la reina Beatriz de Holanda. Las otras mujeres rumanas de etnia gitana se ríen a carcajadas. "Sevian nos empujaba para coger más dinero", gritan. Ellas son Jumaje (20), Katrerine (30), Maria (30) y Fatma (25). Juntamos a las seis protagonistas del bochornoso vídeo que ha dado la vuelta al mundo. Y pasamos un par de días con ellas. Sus historias humanas van mucho más allá del incidente.
Nagie lo repite varias veces: "Ojalá nos humillen así todos los días". La frase chirría en el oído. Pero también es más fácil de entender si nos ponemos en el lugar de una madre viuda, con ocho hijos, que pide limosna en la calle. Y no es libre. Llegó a España hace cinco años engañada. Malvivía del campo al sudeste de Rumanía, en Medgidia, una ciudad construida hace dos siglos para dar cabida a los refugiados de la guerra de Crimea. Allí, un vecino suyo contactó con ella y con otra de nuestras protagonistas, Maria. Les ofreció un billete de bus para venir a Madrid y tener un buen trabajo. Al llegar, varios hombres les dijeron que tenían una deuda con ellos y que no podían volver. "Nos dieron a elegir cómo queríamos estar pidiendo dinero. En los semáforos con una muleta o repartidas por las esquinas", cuentan. Ambas tienen que repartir su "botín" de cada día con sus compatriotas rumanos. Algunos funcionan como una mafia. Ya ni pedir limosna les sale gratis.
Su día empieza a las siete y media de la mañana. Han pasado sólo unas horas desde que los hinchas burlones del equipo de fútbol de Eindhoven cogieran un avión de regreso a los Países Bajos. La resaca del partido que ganó el Atlético en los penaltis ocupa las portadas de los periódicos deportivos. Pero la noticia más comentada es la humillación de las mendigas en la plaza Mayor. Un grupo de aficionados sentados en una terraza bebiendo cerveza les tiran monedas al suelo, les hacen bailar y hacer flexiones al ritmo de varios olés y gritándoles que "no crucen la frontera".
El trabajo de pedir
Los telediarios abren con las imágenes. Lo vemos desayunando en uno de los bares frente a la plaza de España mientras esperamos a que aparezcan las protagonistas. La primera en llegar es Fatma, acompañada de varios hombres. Una furgoneta los deja en la plaza. Vienen del Gallinero, un campamento chabolista a 12 kilómetros del centro de Madrid, donde residen más de 400 personas de origen rumano.
Pocos minutos después aparecen las demás chicas junto a una decena de hombres y mujeres. Viven entre cartones y colchones rotos en el puente que está en la Cuesta de San Vicente. Se lavan la cara en la fuente de Plaza España y sacan de una alcantarilla varios carteles de cartón que guardan escondidos. Todos se reúnen frente a la boca del metro. Un par de hombres entrega a los demás mendigos varios cafés en vasos de plástico. Otro tipo, que parece el jefe del grupo, les da indicaciones. Una hora y media después, nuestras seis mujeres empiezan a subir, a paso lento, por Gran Vía. "A ver si hoy es tan buen día como ayer. Ganamos mucho dinero con esos hombres que nos cantaban", afirma Nagie. No se saca más de cinco euros normalmente. El día del partido recogió del suelo 40. A su lado, Maria nos dice que ganó casi el mismo dinero. Tuvo que hacer también unas flexiones. "Aquí no hay trabajo para nosotras. La calle es lo que tenemos. Debo mandar todos los meses dinero a Rumanía para mis tres hijos", cuenta Maria, que viste una sudadera negra de la Selección Española.
Ya en la plaza Mayor, las mujeres pasan la mañana al sol, vaso de plástico en mano, acercándose a los turistas para pedirles dinero. Un grupo de chavales de un instituto francés les echa unas monedas a ellas y al Spiderman gordo que siempre está en la plaza. También hay una pandilla de abuelos republicanos que sujetan unos carteles pidiendo que se cambie el nombre de las calles franquistas de Madrid. Uno de ellos reconoce a las mendigas humilladas. "Pobrecillas, las trataron como animales", exclama.
Varias asociaciones, políticos e instituciones condenaron el lamentable episodio, que ha llegado hasta el Parlamento de los Países Bajos. La dirección del equipo holandés tomará medidas contra estos aficionados por el trato degradante a las mendigas. Al igual que la Fiscalía Provincial de Madrid, que abrirá una investigación. "Es un atentado contra la dignidad humana y una muestra evidente de discriminación, aporofobia y machismo que vulnera el derecho a la dignidad", dice el comunicado de la Fundación Secretariado Gitano, entidad social que trabaja desde hace más de 30 años por la inclusión de esta población en España. Denuncian el comportamiento de los agentes de Policía que desalojaron a las mendigas de la plaza y no hicieron ningún reproche a los aficionados. "Son los que en mayor medida sufren el rechazo y la discriminación de manera generalizada por su etnia y la condición de inmigrantes. Las precarias condiciones de los asentamientos han influido en la mala imagen del colectivo".
Extorsionadas
Se calcula que en España malviven de la mendicidad 50.000 rumanos de etnia gitana. "Hay redes de delincuencia organizadas desde Rumanía que trafican con ciudadanos del Este, a los que tienen trabajando en condiciones de esclavitud. Casi todos los que están mendigando en las calles son extorsionados", explica Miguel Fonda, presidente de la Federación de Asociaciones de Emigrantes Rumanos en España (Fedrom).
Sevilan tiene ahora 19 años. Hace tres vivía con sus padres en Tandarei, una localidad rural al sur de Rumanía. Ella es parte de la mano de obra barata de estas mafias de la mendicidad. Los cabecillas suelen buscar a familias muy pobres con menores o discapacitados. Ofrecen a los padres 80 euros para que dejen a sus hijas venir a España, asegurándoles un ficticio trabajo digno. Les compran un billete de bus y después de 48 horas de viaje las ponen en la calle a pedir dinero. "Vivo con mi tío, que vende pañuelos. Y con mi prima, que cuando llegó le dieron una muleta para estar en los semáforos", nos intenta explicar Sevian gesticulando con las manos.
Hablamos con Susana Quiroga, de la ONG Accem, que coordina desde 1999 el programa de acogida de personas sin hogar. El año pasado atendieron a 163 familias; muchas de ellas eran rumanos de etnia gitana. "En el tema de las mafias hemos tenido algún caso aislado. Estas personas normalmente emigran en familia", cuenta. "Del incidente con los aficionados nos ha llamado mucho la atención la actitud de las chicas. La situación es humillante, pero ellas no tienen ese sentimiento".
Es mediodía y las seis rumanas se toman un descanso. Se sientan en el escalón de piedra de una de las farolas de la plaza, justo detrás de la terraza del bar donde el martes, a esa misma hora, los hinchas bebían cerveza. "Que vuelvan otra vez a darnos más monedas", gritan las mujeres.
Su jornada de mendicidad termina a las seis de la tarde. Fatma, que llegó desde Medgidia hace cinco años acompañada de toda su familia, se da un buen paseo hasta la calle Goya, donde la recoge una furgoneta para llevarla de vuelta a su poblado. Las otras cinco bajan andando hasta su casa de cartón debajo del puente de Plaza España. Allí las esperan varios hombres y otras mujeres. Se ponen a discutir. Uno de ellos, el que por la mañana les daba las instrucciones, se acerca de forma violenta a Sevian y le empieza a quitar las monedas que tenía guardadas en el bolsillo de su chaqueta rosa. Otro hombre le escupe en el pie. Viene la Policía.
-Hay algunas ONG que os podrían alojar en centros para personas sin hogar. Tendríais un plato caliente y no pasaríais frío.
-Aquí estamos mejor que en nuestro país. Nos ayudamos entre nosotros, somos una familia.
El discurso contradictorio de Nagie viene inducido por el hombre que tiene al lado, que nos pide 20 euros para seguir la conversación. La cena interrumpe el tenso momento. El menú de esta noche consiste en pan con atún y una lata de sardinas. El mismo que el de ayer y que el de mañana.
La noche termina jugando a los dados. Gana el que acierte el número que sale. Nagie se lleva cinco tiradas y el premio es un cigarro que se fuma acostada en un colchón en plena acera con la cabeza pegada a los coches que no paran de pasar. Los aficionados del PSV ya no volverán hasta que a sus jugadores les vuelva a tocar enfrentarse a algún equipo madrileño. Ellas, las mendigas protagonistas de la semana, vuelven a ser invisibles.
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