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martes, 5 de diciembre de 2017

Yo Te Creo, Yo También

En el mundo entero se habla acerca de las agresiones sexuales tan características de nuestra cultural heteropatriarcal en la estela de la avalancha de acusaciones que se presentaron en el ámbito del entretenimiento con el ojo de la tormenta centrado en la figura del judío-estadounidense Harvey Weinstein.

Por su parte, en Euskal Herria y en el estado español el tema está en muchas conversaciones como resultado del desastroso manejo que se ha hecho del caso de la violación tumulturaria cometida por un grupo de agresores sexuales conocidos en redes sociales como La Manada, tal vez porque resulta llamativo que dos de ellos sean de hecho integrantes de instituciones armadas del régimen que tiene como rostro más visible al rey Felipe VI.

Pues bien, una vez aclarado el contexto, procedemos a presentar a ustedes este artículo publicado por The New York Times:


Shaila Dewan

Le tomó décadas hablar al respecto. No puede recordar exactamente qué sucedió. Le mandó mensajes de texto amigables al hombre que dice que la atacó. No se defendió.

Hay muchas razones por las que no se les cree a las mujeres que denuncian alguna conducta sexual indebida, que van desde insinuaciones indeseadas por parte de sus jefes a toqueteos o actos sexuales forzados; ahora, con un flujo constante de reportajes noticiosos al respecto o movimientos como #MeToo (#YoTambién), se han escuchado muchas de esas razones.

Varias personas han expresado incertidumbre por temas como el retraso prolongado para informar o el que la denunciante tenga un recuerdo brumoso de los sucesos. Sin embargo, los expertos indican que esas son marcas distintivas que esperarían ver después de un ataque sexual.

“Hay algo verdaderamente singular en la forma en que pensamos los ataques sexuales, que es bastante contraria a la forma en que funcionan en realidad”, dijo Kimberly A. Lonsway, una psicóloga que realiza capacitación sobre procuración de justicia relativa a los ataques sexuales en End Violence Against Women International. “En muchos casos en que hay indicios característicos de un ataque, esto nos hace dudar al respecto”.

En parte, esto se debe a ideas erróneas muy propagadas. Las autoridades y los ciudadanos en general sobrestiman ampliamente la incidencia de reportes falsos, a pesar de que muchos análisis sólidos sostienen que solo entre el cinco y el siete por ciento de los reportes de ataque sexual son falsos.

La investigación neurobiológica ha mostrado que las reacciones al trauma que suelen percibirse como pruebas de que los reportes no son fiables, como la parálisis durante el incidente o la incapacidad de recordar el orden de los sucesos, no solo son legítimas, sino comunes. En lo que respecta a los ataques más graves, como la violación, la gente se imagina que los perpetradores son extraños que atacan en callejones oscuros y basan en esa idea su opinión de cómo debería reaccionar la víctima, aunque la gran mayoría de los ataques ocurren entre personas que se conocen.

A continuación mostramos algunas de las ideas erróneas que surgen cuando se evalúa si el relato de una víctima es verídico:

La víctima no actúa como si lo fuera

Una joven dijo que dos policías de Nueva York, Eddie Martins y Richard Hall, la violaron en una camioneta de la policía en septiembre. Los abogados de los agentes acusaron a la chica, de 18 años, de publicar selfis “provocadoras” y de presumir en redes de la atención de los medios noticiosos, así como de que espera ganar millones de dólares por este caso civil.

“Este comportamiento no tiene precedentes en una víctima deprimida por una violación salvaje”, escribieron los abogados, según The New York Post.

Sin embargo, las víctimas se comportan de modos muy variados. No hay una reacción única ante un ataque sexual. Es igualmente probable que la víctima de un trauma se vea calmada o inmutable a que se muestre consternada o furiosa.

Puede reaccionar automedicándose, siendo partícipe de comportamientos sexuales de alto riesgo, apartándose de quienes la rodean o con diversos intentos de recobrar el control. Algunas víctimas infantiles, según expertos, terminan por iniciar el abuso sexual porque así pueden predecir cuándo sucederá.

Tampoco es de sorprender que una adolescente condicionada a usar los “me gusta” en redes como medida de autoestima se vuelque a las mismas redes sociales para lidiar con su estrés postraumático con, por ejemplo, selfis, dijo Veronique Valliere, una psicóloga que atiende tanto a perpetradores como a víctimas de ataque sexual y que ofrece asesoría a militares y judiciales.

“Es una reacción bastante normal a la impotencia y el terror”, añadió. “No significa que no tenga síndrome de estrés postraumático, sino que piensa que esa es la manera en que estará protegida, que es la forma en que recuperará el control”.

Siguió siendo amigable con el perpetrador

Algunas de las mujeres que dicen que Harvey Weinstein las manoseó o atacó mantuvieron contacto con él después, pues dijeron que tener una buena relación con alguien tan poderoso en la industria del entretenimiento era casi una obligación para su carrera. Después de que The New York Times publicó las acusaciones contra Weinstein, una de sus asesoras en ese momento, Lisa Bloom, envió un correo electrónico a los directores de The Weinstein Co. con un plan que incluía la divulgación de “fotos de varias de las acusantes en poses muy amigables con Harvey posteriores a su supuesta conducta inapropiada”.

Los perpetradores se esfuerzan por ganarse la confianza y parecer benevolentes hacia la víctima, y la relación no desaparece de un día para otro, incluso después de un episodio de abuso. Los expertos señalan que las mujeres están particularmente condicionadas a buscar suavizar las cosas.

“Las víctimas piensan que fue su culpa, así que en muchos casos buscan contacto continuo”, dijo Roderick MacLeish, un abogado de Boston que ha representado a cientos de víctimas de abuso por parte de sacerdotes católicos y maestros. “Luego se dan cuenta de que lo sucedido tenía como objetivo la gratificación sexual del perpetrador y eso es devastador”.

Puede ser que la víctima no tenga más opción que permanecer en contacto si el ofensor es un jefe, maestro, entrenador o familiar.

Las víctimas también distinguen entre lo que es seguro —tomarse una foto con Weinstein en público en una ceremonia de entrega de premios, por ejemplo— y lo que deben evitar, como ir solas a su cuarto de hotel.

No lo contó de inmediato

Hace poco Leigh Corfman dijo que Roy Moore, político republicano de Alabama que actualmente es candidato para el senado estadounidense, la atacó sexualmente cuando ella tenía 14 años, hace casi cuatro décadas. Mencionó que por mucho tiempo le preocupó que decirlo públicamente afectaría a sus hijos y que sus antecedentes de divorcio y errores financieros socavarían su relato. Cuando se le acercó un reportero de The Washington Post y, tras aceptar contar su historia ante el efecto que podría tener en la campaña de Moore, dijo: “Si acaso, es a mí a la que ha cobrado factura”.

Sin embargo, las consecuencias negativas no son lo único que le impide hablar a las víctimas. Los expertos señalan algo más básico: cuando el perpetrador es alguien en quien confiaban, puede ser que les tome años incluso darse cuenta de que sufrieron una violación.

Scott Berkowitz, presidente de la asociación RAINN (una red para víctimas de violación, abuso e incesto), dijo que abundan la confusión y el sentimiento de culpabilidad. “Muchas personas que llaman a la línea de ayuda, lo primero que preguntan es: ‘¿fui violada?'”.

Su historia no es congruente

Andrea Constand, cuyo alegato de que el actor Bill Cosby la drogó y la violó devino en un juicio criminal una década después, fue cuestionada desde muchos frentes. Uno era por las discrepancias en sus declaraciones sobre cuándo ocurrieron los ataques. Cosby siempre afirmó que el sexo había sido consensual y al final el jurado del juicio no llegó a una resolución por no poder ponerse de acuerdo.

La campaña de Moore también ha cuestionado detalles del relato de Beverly Nelson, quien dijo que Moore la toqueteó a la fuerza en un auto a finales de la década de 1970. Sostienen que está equivocada sobre detalles tales como en qué momento cerró el restaurante donde se reunieron y si había contenedores de basura en la parte trasera o aledaña al restaurante.

No solo es que los recuerdos se borren con el tiempo, sino que, cuando se activa en el cerebro el “cableado” de sistemas de defensa, el córtex prefrontal —que normalmente determina en qué se pone la atención— puede fallar rápidamente. Eso afecta qué información se guarda en la memoria, según James Hopper, psicólogo y profesor adjunto en la Facultad de Medicina de Harvard.

Así que la víctima puede recordar el patrón de un tapiz o una sensación intensa, pero no el orden de los sucesos. Hopper añadió que incluso si el cerebro guarda vívidamente los eventos traumáticos, solo puede mantener ese modo de decodificar muchas memorias por un tiempo limitado antes de que esa función también falle.

Rebecca Campbell, una psicóloga de la Universidad Estatal de Michigan que ha estudiado la respuesta institucional a las víctimas de ataque sexual, compara el recuerdo de un sobreviviente a cientos de notitas esparcidas por un escritorio. Los pedacitos de información pueden ser exactos pero se encuentran en desorden e incompletos. Sin embargo, con frecuencia lo primero que se le pregunta a las víctimas es quién, qué, cuándo y dónde.
No se defendió

Cuando a alguien le roban o lo asaltan, raramente alguien lo cuestiona sobre por qué no se resistió.

En cambio, en los casos de ataque sexual, no resistirse puede ser uno de los puntos más importantes para el jurado. A menudo, ambas partes reconocen que hubo un acto sexual pero la pregunta es si fue consensuado. Defenderse se ve como una prueba directa. Sin embargo, muchas veces a las mujeres se les condiciona a no usar la violencia.

En algunos casos a la opción de luchar o huir se le suma otra que es paralizarse. Frecuentemente la víctima se inmoviliza de manera involuntaria por la conmoción, ya que el cuerpo o la mente reaccionan así para protegerse.

Aun así, la víctima debe enfrentar el escrutinio por su incapacidad para resistirse y de cada una de las decisiones que tomó antes, durante y después de su calvario. Para contrastar el ataque sexual con otros tipos de crímenes, Valliere, la psicóloga, dijo que a menudo enseña fotografías de los bombazos en el Maratón de Boston. “Nunca les preguntamos a las víctimas: ‘¿Por qué estaba en ese maratón? ¿Por qué se arriesgó de esa manera? ¿Por qué no corrió más rápido? ¿Por qué no corrió más lento?’”.

“Pero cuando se trata de una víctima de violencia interpersonal”, añadió, “pensamos que hay una manera en la que debió haber actuado”.






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