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domingo, 3 de julio de 2016

Un Retoño del Roble en Washington

Como saben la cultura e identidad vascas están siendo proyectadas al público estadounidense por medio de una serie de actividades auspiciadas y organizadas por el Smithsonian Institute.

Hoy les traemos esta nota publicada en el Diario Vasco con respecto al acto por el cuál se ha colocado un retoño del Árbol de Gernika en la capital estadounidense.

Aquí tienen la nota:


La delegación vasca del Smithsonian planta un retoño del árbol de Gernika delante del Capitolio

Gaizka Lasa

Mientras las empresas atan contactos y los sesenta participantes vascos del Smithsonian Folklife Festival amarran turistas en las explanadas del Mall de Washington, Euskadi como país echa raíces enfrente del Capitolio. La quinta generación del árbol de Gernika crece desde ayer en el jardín que da paso a la sede de la soberanía popular norteamericana, donde tantas veces se ha proclamado aquello de la libertad de la nación. Pues eso mismo reivindica para Euskadi la planta más fotografiada de los EE UU en un día.

Primero los estandartes de la diáspora vasca: el congresista demócrata John Garamendi y el también partidario de la saga Clinton David Bieter, alcalde de Boise. También el embajador español, Ramón Gil-Casares -de madre guipuzcoana apellidada Satrustegi- posó para la ocasión, aguantando el tipo ante el vozarrón de Bieter clamando ¡Gora Euskadi askatuta! Luego, las instituciones vascas, encabezadas por la diputada de Desarrollo Económico y Competitividad, Arantxa Tapia; el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria; y su homólogo alavés, Ramiro González. El guipuzcoano, Markel Olano, volaba ya para casa al tener que asistir hoy al pleno itinerante del Gobierno foral.

Y luego una delegación política encabezada por el presidente del EBB del PNV, Andoni Ortuzar -quien mejor entonó, por cierto, el 'Gernikako arbola'-, que incluyó la presencia de Urko Aiartza (EH Bildu) y Javier de Andrés (PP). Y luego turistas, vascos y no vascos, policías, jardineros... celebración a lo grande.

«En nombre del lehendakari»

Tal y como manifestó Arantxa Tapia -dijo hablar en nombre del lehendakari Urkullu- «esta plantación significa que estamos más atados los de allí y los de aquí». Habló del árbol como «una representación de la singularidad de nuestro país y símbolo de nuestros ancestros». Ya se ocupó Garamendi de subrayar, mirando a sus nietas, que «también significa el futuro de los vascos que crecerán aquí». Aunque el más solemne fue Unai Rementería. «Hemos venido de Euskadi siendo pequeños, como este árbol. Pero vamos a crecer en Estados Unidos. Queremos crecer y echar unas raíces profundas y fuertes. Al igual que un día este pequeño roble será un gran roble, estoy seguro de que nuestra relación será una gran relación dentro de unos años. Desde hoy este será nuestro lugar sagrado en Washington».

Pasamos después de lo sentimental a lo documental. En la presentación del libro 'Los vascos en Estados Unidos', se desvelaron cifras que afianzaban la pertenencia a una comunidad de los miembros de la diáspora. 70.000 vascos han llegado a EE UU en las últimas seis generaciones y hoy viven en este país 400.000 americanos con antepasado vasco. El libro recoge más de 20.000 referencias biográficas de vascos de primera generación que emigraron a los Estados Unidos a lo largo de casi 150 años.

Pero era el día perfecto para contar la historia del abuelo junto al árbol. O de la abuela. Como la de Mari Carmen Egurrola, gernikarra de 83 años que cantaba ayer en euskera con el coro de Boise y reconocía que «hoy me parece que estoy soñando». Llegó con 21 años a EE UU y se pasó veintidós enseñando a los niños canciones y juegos en euskera, en la primera ikastola del país, en Boise. Y ejerció de maestra, cuenta, «gracias a la visita que tuvimos del oiartzuarra Jon Oñatibia, que fue quien nos enseñó los métodos para utilizar con los alumnos», dice con nostálgica felicidad.

Hoy ya no ejerce la docencia, pero su papel a favor de la cultura y el idioma vasco tiene, si cabe, mayor carga afectiva. Lo cuenta su hija -una de las siete que tiene- ante la modestia de la amona. Gloria Totorikaguena Egurrola explica de su madre que «va a las residencias de ancianos a ayudar a las personas mayores a las que se les ha olvidado hablar en inglés y, sin embargo, mantienen el euskera porque es lo que hablaban en la infancia. Hace de interlocutora ante las enfermeras y cuidadores. Les canta canciones en euskera y les lleva comida vasca».

Según Gloria, «cada diez años el censo de EE UU da la oportunidad de marcar tu identidad étnica y puedes señalar hasta cuatro. La última vez 80.000 personas marcaron que son vascas. Solo en Idaho, unos 9.000. Pero seguro que hay mucha gente que no marca esta opción».

Por su parte, la testigo más directa de la exaltación de lo vasco esta semana en Washington, la paciente esposa del todopoderoso Garamendi, Patricia -'Patti' para los amigos de Euskadi-, relataba ayer que «es muy emocionante y un gran paso para los vascos de la diáspora el hecho de plantar este símbolo en el corazón de América. Mi marido lleva una agenda agotadora estos días y está que no puede más, pero este tema le tiene excitado y observándole veo realmente la importancia que tiene».

Una semilla por el camino

No se quiso perder la fiesta el pastor de Wyoming y bertsolari Martin Goikoetxea. «Para los euskaldunes que no vivimos en Euskal Herria, esto supone un refuerzo importante, porque nos consideramos parte de un colectivo que comparte su sentimiento hacia una cultura y un idioma propio».

Lo que ninguno de los vascos de la diáspora que veneraron ayer el árbol de Gernika sabe es que un gemelo se murió cruzando el Atlántico hace dos semanas. Algún precabido decidió montar dos semillas en el barco que transportaba todo el montaje del Smithsonian Folklife Festival, pero la larga travesía de quince días y las condiciones de viaje hicieron que una de las dos se secara. Otro símbolo. No todos los que lo intentaron triunfaron. También ayer estuvieron en la memoria de quienes sí han podido mantener viva la raíz vasca en EE UU.

Esos vascos que viven por el continente americano serán precisamente los que hagan de puente entre los compatriotas que han llegado de Euskadi y los turistas que se espera que hoy abarroten el Mall para visitar los puestos del Smithsonian Folklife Festival. Más de una docena de ellos contribuirá a explicar en cada stand en qué consiste cada actividad expuesta: deportes rurales, clases de euskera, reproducciones de tradiciones pesqueras, exhibiciones artísticas, elaboración de pintxos... Euskadi: innovation by culture.





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