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martes, 26 de julio de 2016

La Soga de Erdogan

Hay quienes opinan que lo del gamberro violento no ha sido un autogolpe, que la asonada nunca fue controlada por él sino por la OTAN y que de hecho el Ataturkísimo se ha metido, fiel a su naturaleza, en un proverbial berenjenal.

Lean y decidan, aquí les compartimos este artículo aparecido en Público:

Entre los países que desean ver derrocado a Tayyip Erdogan están EEUU, Alemania, Francia, Israel, Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Siria e Irak, entre otros, aunque el único con capacidad de hacerlo es EEUU, aliado acusado por las autoridades turcas de haber organizado el motín militar del 15 de julio. En esta línea, el atentado en el aeropuerto de Atatürk del 28 de junio podría formar parte del mismo plan que desde 2012 intenta apartar al rebelde y chantajista presidente turco del poder.

Días después de la chapuza intentona golpe de Estado del 15 de julio, tres elementos se destacan para aumentar la confusión sobre los hechos:

.Que la base militar de la OTAN de Incirlik (el almacén de armas nucleares más grande de la Alianza Atlántica fuera de EEUU) ha sido el centro de las operaciones de los golpistas. ¿Ofrecerá el Pentágono alguna explicación al respecto?

.Que los golpistas, a pesar de darse cuenta de que el plan había sido descubierto antes de empezar, decidieran seguir. Según algunos diarios de Oriente Próximo, los rusos desde su base militar en Hmeymim (Siria) interceptaron las comunicaciones de los golpistas cuatro horas antes del inicio del golpe y avisaron al Gobierno de Erdogan.

.Que el equipo de Erdogan dejó que el golpe sucediera, organizando apresuradamente el teatro de su fracaso. Ahora tendrá tres largos meses de estado de emergencia para difundir terror y pánico entre la población y vengarse de todas las voces críticas.

Los golpistas han triunfado

Dichos elementos se añaden a otros datos de interés: que los golpistas no querían matar o arrestar a Erdogan, provocando una guerra civil. La situación actual parece la que podrían desear: la suicida purga que está realizando el Sultán contra decenas de miles de personas, muchas pertenecientes a los centros del poder, cumpliría con dos de los objetivos de los sublevados:

Eliminar, a mano de un Erdogan absolutamente desatado, a aquellas fuerzas que en el futuro podrán ser obstáculos al avance de los planes de los golpistas. Han sido represaliados, hasta hoy, cerca de 8.000 policías, 6.000 soldados, 103 almirantes y generales, 3.000 jueces y fiscales, 15.000 empleados del Ministerio de Educación y 8.777 del Interior, 21.000 maestros, 30 de los 81 gobernadores provinciales (arrestados) y 34 periodistas, entre otras miles de personas.

El proceso de demonización de Tayyip Erdogan iniciado por los medios de comunicación occidentales y árabes, y semejante al que sufrieron Sadam Husein, Gadafi y Asad, facilitará su cese incluso violento. La UE está advirtiéndole a Ankara sobre la restauración de la pena de muerte, cuando sus dos principales socios, EEUU y Arabia Saudí, la aplican utilizando medios como silla eléctrica o una espada afilada. La UE no cuestiona la democracia de EEUU a pesar de que haya condenado a cerca de 3.000 menores a cadena perpetua o que 70 de estos niños ni siquiera hayan cumplido los 14 años.

La fragmentación social y la inestabilidad política de Turquía, serán explotadas por EEUU y sus aliados árabes e israelíes, para conducirla a las puertas del infierno, y acabar con Erdogan. Les costará: el líder turco ha aprendido del error de su hermano egipcio Mohamad Mursi, y está formando un ejército ideológico fiel para neutralizar al Ejercito clásico, como lo hizo el ayatolá Jomeini, creando a Pasdaran, los Guardianes Islámicos, y una docena de grupos paramilitares. Desde la organización juvenil del Partido de Justicia y Desarrollo y de las cerca de 80.000 mezquitas, cientos de miles de hombres han formado grupos parecidos a los camisas negras de Mussolini, haciendo sus prácticas en el escenario de la guerra de Siria. Éstos se integrarían en el Ejército, para cambiar radicalmente su naturaleza, eso sí, siempre y cuando el Pentágono se quedase mirando, cruzándose de brazos.

Un paisaje regional cambiante

El primer país en condenar el golpe y que ofreció a Erdogan todo tipo de ayuda fue Irán. Las razones son varias: más tensión en la zona y en sus fronteras amenazaría su seguridad nacional; devuelve el favor al líder turco, quien rompió las sanciones económicas impuestas por EEUU y la UE sobre Irán (aunque él y sus hijos ya recibieron lingotes de oro como recompensa); se trata de la solidaridad religiosa: el régimen turco, aunque sunita, es islamista e iba a ser derrocado por una institución laica; finalmente, hay un factor estratégico: Teherán comparte con él la lucha contra las aspiraciones autonomistas de los kurdos; y un factor económico: que pueda unirse, algún día, al proyecto del gaseoducto Trans Anatolia (TANAP).

En cuanto a Arabia Saudí, EAU y Egipto, que dirigen el frente internacional anti Hermanos Musulmanes, esperaban el triunfo de la intentona. Riad lo consideró un “problema doméstico”, tardando dos días en mostrar su “satisfacción” por el regreso del orden en Turquía, sin apoyar a su presidente. Los Al Saud han invertido millones de dólares en derrocar a Bashar al Asad para debilitar a Irán, y no admiten que Ankara ahora negocie la paz con Damasco. El Egipto del dictador Al Sisi, miembro del Comando central de EEUU (US CENTCOM), impidió en el Consejo de Seguridad una declaración de apoyo a la democracia de Turquía.

Desde Qatar, el único país árabe dirigido por los Hermanos Musulmanes, su ex emir, Hamad Al Thani, acusaba a EEUU y al ministro de Exteriores saudí, Adel Al-Jubeir, de dirigir el golpe. Y no es un secreto que Israel prefiere una Turquía controlable e incapaz de cuestionar su hegemonía en la región. Este país es el oculto y principal beneficiario de la destrucción de los Estados de Irak, Libia, Sudán y Siria.

Rusia, el ganador

Vladimir Putin, quien será el primer mandatario en recibir a Tayyip Erdogan después del susto a principios de agosto –y acaba de conocer la decisión tomada por la OTAN en la cumbre de Varsovia de aumentar el cerco militar alrededor de Rusia– ahora sí que podrá pedirle a Erdogan que bloquee el plan de EEUU de tener una flota permanente en el Mar Negro. A cambio dejará de jugar con la cuestión kurda y descongelará el proyecto del gasoducto del Corriente Turco: Turquía ganará millones de euros y rublos, y Rusia podrá prescindir de los gaseoductos de Ucrania e impedir que EEUU controlase el flujo de gas que recibe Europa desde esta región. No es prudente pensar que Putin y Erdogan se han unido en una lucha “antiimperialista” como lo hicieron (de forma intermitente) Lenin y Atatürk contra el enemigo común, el imperialismo británico. Erdogan no tiene doctrina, y mañana puede volver a cambiar de bando.

Washington no va a perder a Turquía

En 2012, Barak Obama ideó que en vez de acabar con Asad lo mejor sería convertir Siria es una trampa donde Rusia, Irán, Turquía, Hamas, Hizbolá, Arabia Saudí, incluso Israel, desgastasen sus fuerzas. A Turquía la castigó por “colaborar con los enemigos” y con el fin de mantenerla en la órbita del Occidente, le hundió en Siria y neutralizó su montaje de la crisis de refugiados; armó a la rama siria del Partido de los Trabajadores Kurdos (PKK), respaldó a organizaciones de derecha religiosa como el Movimiento Gülen, y puede que la CIA siga alimentando las “células dormidas” de los Lobos Grises, Ergenekon, o la ‘contraguerrilla’ que es la rama turca de la red de Gladio experta en las operaciones de “bandera falsa”. Washington ahora fortalece sus bases militares en Irak, sobre todo en la región kurda, donde planea levantar otras cinco bases (y éste fue uno de los siete motivos de la ocupación de Irak), mientras disfruta de ver cómo el Donald Trump turco, “va calentando su casa, utilizando de combustible sus vigas y puertas”.



Ante el escenario aquí descrito, enoja que los kurdos sean utilizados como moneda de cambio tanto por Moscú como por Washington.





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