Sin mayores preámbulos, les compartimos este escrito publicado en Naiz:
Las elecciones del 26J son ya historia. Tal y como sucedió en las del 20N la mayoría de la ciudadanía vasca ha puesto su confianza en aquellas fuerzas que tienen sus órganos de decisión en Madrid. Para Gaindegia es un hecho a destacar. Desde el Observatorio Socio-Económico defendemos que es preciso articular un modelo socioeconómico para este pueblo y su proyecto de país. Un proyecto acordado en Euskal Herria, adecuado a nuestros propios retos y que favorezca a la mayoría social.
Imanol Esnaola | Coordinador de Gaindegia
Las elecciones del 26J se han celebrado en la etapa más agresiva desde que se inició la etapa autonómica en cuanto a la perdida de recursos para desarrollar un modelo socioeconómico propio. Podemos decir que ha sido una época de descapitalización brutal.
Dicho de otra manera, las decisiones de Madrid han sido nefastas y aquí no hemos acertado a acordar nuestro camino. El título del artículo no pretende ser catastrofista. Sin embargo, lo sucedido resulta innegable. Estos últimos años el gobierno de Madrid se ha afanado en desarticular y reducir las capacidades, las estructuras y los recursos de los que disponemos. En consecuencia nos encontramos en un punto más cercano a lo que queríamos evitar que a lo que deseábamos llegar.
Desde verano de 2008 a junio de 2016 han pasado ocho años, dos legislaturas. Los partidos centralistas han gestionado nuestros intereses según sus necesidades. Puede hacerse una larga relación de acontecimientos, sea el lector quien las enumere en el orden que prefiera. Por ejemplo, dos reformas de la legislación laboral (que han destruido empleo y centralizado las relaciones laborales), recorte de gastos por decreto (para recortar políticas sociales e inversión), rescate de entidades bancarias con recursos públicos… Además de innumerables recursos a nuestras iniciativas.
Todo ello, y sus consecuencias, han alterado considerablemente nuestra situación. Se han destruido 160.000 empleos, la mitad en manufactura industrial, hemos visto extenderse y cronificarse, la carencia, el desempleo y la precariedad entre niños, jóvenes, mujeres y mayores de 55 años, a pesar de contar con un nivel alto de formación… Cada vez son más los conciudadanos que quedan fuera de las vías de inclusión social. Así mismo, nuestra sociedad ha asumido el gasto social de todo ello mientras la productividad de las empresas ha crecido. La nuestra también es una sociedad dual. Decimos que contamos con capital social suficiente, pues entonces carecemos de algo que nos permita hacer uso de todas nuestras capacidades.
Puesto que las consecuencias son estructurales, también las padece nuestro sistema productivo. La crisis vivida precisaba de apostar por mantener el empleo y reforzar la innovación. Continuar con lo iniciado y reforzarlo. Nuevas actividades, nuevos procesos, nuevas tecnologías, nuevos empleos… Sin embargo, instituciones y empresas han frenado su esfuerzo innovador (debidamente sugestionados por el límite de déficit y la falta de crédito). La industria 4.0 ha copado el espacio correspondiente a la economía del conocimiento en el discurso oficial, las fuerzas de la oposición tampoco han sabido manifestar las limitaciones de dicha vía. Este pueblo necesita de una industria de última generación, pero tan cierto como ello es que precisamos de una economía basada en el conocimiento, tanto en el individual como en el colectivo. Una economía para los tiempos que vienen, que realice una aportación transformadora a nuestro pueblo, además de obtener el lógico beneficio económico. No obstante, de momento no se observan estrategias acordadas en dicho sentido. Sin embargo, las empresas que hemos visto crecer con un esfuerzo local son cada vez más extranjeras tanto en su propiedad como en sus órganos de decisión. Y vienen adoptando decisiones críticas para nuestros intereses continuamente (las del ámbito metalúrgico son la de mayor repercusión, aunque no las únicas). El volumen de nuestro tejido industrial se ha resentido considerablemente.
En definitiva, el periodo 2008-2015, Hego Euskal Herria además de padecer con intensidad su subordinación, ha permitido que su modelo se aleje de los países y los procesos de referencia para acercarse a los países con modelos de menor eficacia y más antisociales. Resulta digno de estudio cómo un proceso tan contrario a nuestros intereses no ha tenido una respuesta más enérgica por nuestra parte.
Se puede creer que no había otra opción, sin embargo basta con observar la tendencia seguida por los países que tomamos como referencia para evidenciar que han actuado de otra manera, y por tanto, sí había otra opción y han obtenido otros resultados. Baste con dos datos, han aumentado su gasto en I+D llegando en algunos casos a doblar nuestro índice y conservado su volumen de empleo. Todo lo contrario de lo que ha sucedido en nuestro caso. Durante estos ocho años nuestro modelo socioeconómico se ha acercado a la vía de Grecia, España o Portugal. Y en consecuencia, ahora nos encontramos más lejos de los países del norte de Europa y sus iniciativas, que habitualmente consideramos referenciales. Se puede considerar que ahora disponemos de menos recursos para avanzar hacia dicho objetivo.
Resulta incomprensible que aquellas fuerzas que tienen sus órganos de decisión en Euskal Herria no hayan acordado unas bases para la defensa de un proyecto socioeconómico propio como punto prioritario de su agenda. Tal y como ha indicado el resultado del referéndum sobre el Brexit, la representación política que no se compromete ante sus conciudadanos con políticas eficientes recibe el rechazo de la mayoría. La oferta de las fuerzas abertzales puede estar ante una situación similar, vista la situación socioeconómica y la tendencia de voto.
Este año se cumplen ochenta años desde la proclamación de Eusko Jaurlaritza que tuvo a Jose Antonio Agirre como lehendakari. La institución que diseño y acordó un estatuto de autonomía para el conjunto de Hego Euskal Herria cumplirá pronto cien años. Puede decirse que los promotores de aquel proceso nos están pidiendo mayor compromiso para elaborar y ofrecer a este pueblo un proyecto formal. Puede decirse, así mismo, que a la vista de lo acontecido, hoy no seríamos capaces de hacer lo mismo.
Nunca es demasiado tarde, pero mejor hoy que mañana para poner en primera línea un proyecto socioeconómico propio frente al centralismo devastador. Somos un pueblo.
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