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martes, 12 de julio de 2016

París Criminaliza la Lucha Social Solidaria

El estado francés sigue convulsionado y París parece derivar cada vez más hacia los extremos de su fascismo jacobino.

Les invitamos a leer este reportaje publicado en InvestigAction:

La campaña política y mediática de criminalización de la CGT [siglas en francés de Confederación General del Trabajo] y el intento de prohibir una manifestación sindical son unas características importantes de este periodo. El principal sindicato obrero de Francia ha sido acusado explícitamente por un prefecto e implícitamente por un ministro de complicidad cuanto menos pasiva con los llamados «incontrolados». La lógica que hay detrás de ello no es nueva. Tanto en el pasado como en el presente se utilizó ampliamente contra los militantes y organizaciones que apoyan la lucha del pueblo palestino o contra los militantes y organizaciones surgidos de la inmigración. En ambos casos se trata de producir política y mediáticamente un «enemigo público» que autoriza unas medidas de excepción duraderas con el pretexto de proteger a la sociedad y sus «valores republicanos».

Del enemigo civilizacional…

Los sistemas de dominación necesitan de forma consustancial suscitar miedo y escenificar un peligro. Al no poder presentarse como lo que son están obligados a legitimarse por medio de esta amenaza construida y de la que afirman preservarnos. Como tienen que ocultar su violencia estructural y sistémica, necesitan la figura de la amenaza para justificar la represión contra la resistencia a esta primera violencia. Cuanto más en dificultades está la legitimidad de un poder de Estado más se necesita producir uno o varios enemigos públicos. En este sentido la multiplicación de los discursos de designación de enemigos es revelador de una crisis de legitimidad.

A escala internacional la ausencia de legitimidad de las nuevas guerras coloniales por el petróleo, el gas y los minerales estratégicos es lo que ha llevado a producir un «enemigo civilizacional» con la figura del «musulmán». De El choque de las civilizaciones de Samuel Huntington al «eje del mal» de Georges Bush este proceso de producción de un enemigo civilizacional ha pasado del ámbito teórico al ámbito de la propaganda.

Samuel Huntington teoriza desde las primeras líneas del prefacio de El choque de las civilizaciones: «Los conflictos entre grupos surgidos de diferentes civilizaciones están a punto de convertirse en el elemento básico de la política global».

Georges Bush traduce esta tesis al lenguaje de la propaganda: «Estados como esos [Irán e Iraq] y sus aliados terroristas constituyen en eje del mal, que se arma para amenazar al mundo».

El filósofo Marc Crépon puso en evidencia el objetivo principal de la demostración «científica» de Huntington: «Saber de qué debemos tener miedo».

Una vez designado el enemigo se puede desplegar la cadena de relevos cuyo objetivo es transformar esta tesis en «aroma ideológico inmediato», por retomar la expresión de Antonio Gramsci. Por supuesto, los medios de comunicación son el relevo de difusión. Veamos algunos ejemplos:

1) Le Nouvel Observateur titula uno de sus números fuera de serie «La guerra de los Dioses», con tres subtítulos «¿Es inevitable el conflicto de valores? ¿Son universales los derechos humanos? El choque de las ocho civilizaciones principales». Incluso el nombre de civilizaciones se toma de Huntington.

2) El semanario Le Point le hace eco con un número titulado «Los cristianos frente al Islam, investigación sobre un choque mundial». La repetición de la palabra «choque» y el adjetivo calificativo «mundial» tienen relación directa con al teoría de Huntington.

3) Por su parte, el semanario Valeurs actuelles saca unas conclusiones belicosas: «Francia en guerra, contra la barbarie en nombre del Islam, contra la barbarie antisemita, contra la ceguera de las elites».

La referencia al «eje del mal» de Bush es evidente. Así, están presentes las tres etapas de la teoría del choque de las civilizaciones: el anuncio del peligro, la designación del enemigo y la llamada a la acción viril y guerrera. Por supuesto, la designación del enemigo se puede modular en función de las preocupaciones tácticas. Si globalmente el Islam es el enemigo, los «países moderados» aportan unos matices.

La distinción binaria entre «moderados» y «radicales» abarca enteramente los intereses económicos y geoestratégicos estadounidenses. Así, Arabia Saudí y las monarquías se consideran moderadas, mientras que se sitúa a Siria e Irán en el eje del mal.

La prensa europea en general y la francesa en particular han tomado el relevo de la teoría del choque de las civilizaciones y de la producción del enemigo que la acompaña. Al reproducir los esquemas, las lógicas, los leitmotiv de los grandes medios de comunicación estadounidenses ha contribuido a producir un «choque de las representaciones»:

Después de los atentados del 11 de septiembre de 2001 las cadenas estadounidenses, a través de sus redes dominantes de cobertura y de difusión, se impusieron como referentes de los demás grandes medios occidentales según el esquema inapropiado, inadaptado y fabricado ideológicamente del «choque de las civilizaciones»: el mal absoluto venía de Oriente Próximo y Medio, y, por consiguiente, había que protegerse volviendo a los etnotipos del orientalismo más manido. Transpuesto al plano de la fabricación de imágenes, este imperativo ideológico ha contribuido en gran medida a la fabricación de un «choque de las representaciones».

...al enemigo sindical

Aunque se designa a los Estados, el enemigo civilizacional no se limita a ellos y así se incluye en el «eje del mal» a organizaciones políticas como Hizbola y Hamas. Más ampliamente todavía, todas aquellas personas que se oponen a las políticas exteriores occidentales son sospechosas de complicidad, activa o pasiva, objetiva o subjetiva, consciente o no, etc., con los «terroristas», los «islamistas», etc. La geometría variable del eje del mal permite así adaptarlo a todas las prioridades tácticas.

Veamos algunos ejemplos recientes. En una tribuna publicada en su cuenta de Facebook el delegado interministerial de la lucha contra el racismo y el antisemitismo (DILCRA) Gilles Clavreul acusa a mi organización (Front Uni des Immigrations et des Quartiers Populaires- FUIQP [Frente Unido de las Inmigraciones y de los Barrios Populares]) y también al Parti des Indigènes de la République (PIR) [Partido de los Indígenas de la República] y al Collectif Contre l’Islamophobie en France (CCIF) [Colectivo contra la Islamofobia en Francia] de ser «antidemocráticos, racistas y antisemitas»: «con el pretexto de un antirracismo pervertido, el objetivo de esta ofensiva es únicamente legitimar el islamismo, defender a unos predicadores fundamentalistas y hacer caer a la juventud de los barrios en una radicalidad sin salida».

Criticar la política del gobierno para con los gitanos, la política de intervención militar en África y Oriente Medio, la islamofobia, etc., basta para convertirle a uno en un «antidemocrático, racista y antisemita».

Otro ejemplo que es un objetivo similar: los militantes de la campaña Boicot, Desinversión y Sanciones [a Israel] (BDS). Esta vez es [el primer ministro francés] Manuel Valls quien se lanza a la palestra: «Tomaremos todas las medidas necesarias para condenar estas campañas », anuncia a la Asamblea Nacional el  6 de diciembre 2015. Respondía en apoyo a la intervención del diputado sionista del partido Unión de Demócratas e Independientes Meyer Habib que acusa al BDS de crear un clima de odio en Francia. «¿Hemos olvidado que el objetivo de Coulibaly [en los atentados de París] en enero fue un Hyper Cacher [supermercado kosher] ? Se estigmatiza antes de matar».

Unos militantes que se oponen a las prácticas coloniales de un Estado se convierten así en cómplices directos del terrorismo.

El 27 de abril de 2016 le toca a la ministra de Educación Najat Vallaud-Belkacem declarar a la Asamblea Nacional en una crítica de la iniciativa de una «campamento de verano decolonial» reservado a las «personas que sufren a título personal el racismo del Estado en el contexto francés» que «estas iniciativas […] refuerzan una visión racizada y racista de la sociedad».

La voluntad de reunir a personas que viven la misma injusticia se convierte en boca de la ministra en una visión racista del mundo. De la misma manera los movimientos feministas que organizan reuniones no mixtas pronto serán calificados de «sexistas».

Desde la llegada de este gobierno a la dirección del país son incontables las declaraciones de ministros o delegados ministeriales que anuncian el peligro «comunitarista» y designan a un enemigo al que hay que reprimir urgentemente. El relevo mediático garantiza la difusión masiva de cada una de estas declaraciones, lo que permite acreditar la veracidad del peligro. Una vez que se ha preparado a la opinión pública, ya solo queda un pretexto para desencadenar un cuestionamiento del derecho de manifestación. Le toca entonces a un prefecto o al ministro del Interior entrar en escena invocando el riesgo de violencia. Así, la manifestación prevista en París el 19 de julio de 2014 en apoyo del pueblo palestino se prohibió «ante el grave riesgo de problemas de orden público que provocaría su celebración en un contexto de aumento de la tensión».

Es necesario recordar estas declaraciones y hechos para calibrar el escenario desplegado con el fin de tratar de prohibir una manifestación sindical el pasado 23 de junio alegando que las manifestaciones anteriores«dieron lugar a importantes desbordamientos y graves violencias».

Por consiguiente, el pretexto desencadenante es similar. Se presenta después del mismo escenario en tres fases: anuncio de un peligro, designación de un objetivo enemigo y relevo mediático.

La utilización del miedo como herramienta política no es una práctica nueva. Ya a principios del pasado siglo el periodista estadounidenses Henry Louis Mencken declaraba que «el objetivo de la política es mantener a la población inquieta y, por consiguiente, que pida seguridad amenazándola con una serie ininterrumpida de monstruos».

Desde la «amenaza judía» y el «peligro rojo» de los nazis al «peligro amarillo» de quienes justificaban las intervenciones imperialistas en China a principios del siglo XX, pasando por las «armas de destrucción masiva» de Sadam Husein y por el peligro de una «invasión migratoria», la política del miedo es una realidad innegable.

En el entorno de las manifestaciones contra la Ley [de reforma laboral] El Khomri no ha faltado la comunicación gubernamental generadora de ansiedad. El peligro aquí es de naturaleza económica. Abandonar la ley llevaría a cuestionar la recuperación de la economía francesa ideada por Hollande y que repiten en todos los medios de comunicación.

Curiosamente, este peligro es exactamente el mismo que el que el FMI pone de relieve en boca de su presidenta Christine Lagarde, la cual anima a Francia a ir más lejos con las reformas.

L a evaluación del FMI para el año 2015 indica que «la economía francesa se está recuperando, pero siguen siendo necesarios unos esfuerzos importantes para reforzar la creación de empleo y situar las finanzas públicas en una vía más sostenible». Los esfuerzos suplementarios necesarios se citan explícitamente: «reformar las normas del subsidio del paro», «alargar el periodo mínimo de cotización que actualmente es de cuatro meses», «reforzar el apoyo a la búsqueda de empleo», «facilitar la regulación para las empresas recién creadas y los autoempresarios», «reducir el déficit presupuestario para garantizar que la deuda, que sigue en alza, pasar a una trayectoria firme a la baja».

Con semejantes objetivos el derecho al trabajo se convierte en un obstáculo que hay que eliminar totalmente para abrir camino a unos acuerdos empresa por empresa. Mantener una regulación, aunque sea mínima, sería un peligro para una economía frágil. Quienes niegan esta evidencia ultraliberal son unos inconscientes, unos irresponsables o unos egoístas que defienden sus propios intereses. Así [el presidente de la patronal francesa, MEDEF] Pierre Gattaz considera que «el emblema CGT es igual a paro».

La designación del enemigo cegetista

El libro La construction de l’ennemi [La construcción del enemigo] precisa en su descripción de la fabricación de un enemigo en tiempos de guerra: «La figura del enemigo prepara, acompaña y apoya el esfuerzo de guerra. Unas retóricas y unas escenografías la construyen. Unos saberes con pretensiones científicas o religiosas la legitiman. Unos medios de comunicación la transmiten».

Hay que constatar que la misma lógica se puede apreciar en los discursos políticos y mediáticos referentes a la CGT en el actual movimiento social. Es cierto que para este gobierno estamos en guerra desde el 11 de enero.

Así, el 30 de mayo el presidente del MEDEF pide en el diario Le Monde que no se ceda «al chantaje, a las violencias, a la intimidación, al terror» y que se resista a unas «minorías que se comportan un poco como gamberros, como terroristas».

El 15 de junio el primer ministro denuncia la actitud «ambigua» de servicio de orden de la CGT respecto a unos «incontrolados que sin duda quieren matar».

El 19 de junio le toca al ministro del Interior Bernard Cazeneuve acusar: «El martes 14 de junio unos militantes de la CGT atraparon violentamente a parte de las fuerzas del orden en el punto de dispersión que, sin embargo, se había acordado con los organizadores».

El 21 de junio es el sindicato de policía Alliance quien exige «el aplazamiento de esta manifestación y de todas las concentraciones estáticas porque nuestros colegas están en todos los frentes y están agotados, extenuados y cansados. Viven tanto peor estas manifestaciones cuanto que son repetitivas y muy violentas».

La designación del enemigo CGT ha ido precedida de una cobertura mediática casi consensuada cuyo objetivo era apoyar la ley de reforma laboral como necesaria e inevitable para luchar contra el paro. Se repitió una y otra vez el argumento clave recurrente en cualquier medio: el paro se debe en gran parte a la «rigidez» y a la «carga» del código laboral.

Desde el 9 de septiembre de 2015 Arnaud Leparmentier pide en Le Monde «aprobar [la ley] por la fuerza». Describe su «esperanza» de la siguiente manera: «Como ocurre a menudo, esperamos. Con el informe Combrexelle, la Francia socialista lucha contra el Código Laboral. ¡Por fin un movimiento para luchar contra esta preferencia nacional que es el paro! […] Francia lucha contra él, queremos esperar, como han hecho todas las socialdemocracias sosegadas de la vieja Europa, aprobándolo por la fuerza, valientemente».

El argumento del MEDEF se retoma sin crítica alguna. En efecto, su presidente, Pierre Gattaz, considera que «las expectativas suscitadas por la Ley El Khomri son grandes, a medida de los bloqueos que viven los empresarios y de la crisis del mercado de empleo».

El segundo acto de la obra mediática consiste en explicar las oposiciones a la ley. Por supuesto, estas no se abordan como una defensa de los intereses de los asalariados. Son obra de un corporativismo sindical, obra de una incomprensión y, por último, obra de una minoría que ni siquiera estaría concernida, como los «jóvenes» y los «funcionarios».

El tercer acto consiste en centrar la cobertura en las catastróficas consecuencias para los usuarios, es decir, la opción de abordar los sujetos desde el ángulo de las consecuencias del movimiento eludiendo casi completamente el de las causas. En este aspecto el lenguaje de los periodistas hace gala de una gran diversidad: desmadre, pesadilla, caos, etc. Siempre desde el ángulo de las consecuencias, el foco se centra en los «incontrolados» y las «violencias», lo que permite silenciar la magnitud de las movilizaciones.

Solo queda sacar las conclusiones en un último acto con la imagen de Nathalie Saint-Cricq en el telediario de las 20:00 h de France 2 acusando doctamente a la CGT de «apostar por la implosión social y asumir finalmente la responsabilidad de que haya un accidente, un herido o un muerto».

Demos la última palabra al semanario Le Point que el 26 de mayo lanza una encuesta por internet con una pregunta significativa: «¿Es la CGT un sindicato anticuado y peligroso para Francia?».

Por supuesto, la respuesta es acorde: 47.473 sí frente a 4.851 no.

Tanto para la casi totalidad de la prensa como para el gobierno hay un peligro indudable, un enemigo designado y la necesidad de una respuesta firme y viril.

La necesidad de enemigos revela una crisis de autoridad que da pie una tentación totalitaria que no hay que subestimar. Según el balance del ministerio del Interior, desde que se inició el movimiento de protesta se ha detenido a 1.300 manifestantes, 819 de los cuales permanecen en detención preventiva y «51 han sido condenadas tras una comparecencia inmediata, a menudo a fuertes penas».

Estas cifras están a la altura de la deslegitimación de la política económica llevada a cabo por el gobierno, animado por el MEDEF, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional. Anteriormente y de forma paralela se construyeron otros «enemigos», en particular contra los movimientos de apoyo al pueblo palestino y contra las asociaciones que denuncian la violencia policial. Si no se entienden los vínculos que unen las diferentes categorías criminalizadas, se debilita la capacidad de resistencia común. No nos engañemos, la noción de enemigo es extensiva.






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