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jueves, 9 de octubre de 2014

Bilbao | La España Muerta

Les compartimos este demoledor texto de la pluma de nuestro entrañable amigo Daniel C. Bilbao:

La España muerta

Daniel C. Bilbao

Lo que hoy llaman "España" es un cadáver coronado, sentado sobre bayonetas. Hija de la Inquisición y el dogma, fincó su poder en el fetichismo de Dios y el Rey, religión y política, para imponer el miedo y la ignorancia y someter al pueblo. El espíritu que habita su pensamiento actual no está fundado en la renovación de las ideas y el progreso social, sino en lo más cerril del ideario retrógrado, sostenido a capa y espada a lo largo de los siglos. El catolicismo hizo de España su tierra predilecta. "Se preparan las hogueras -dice Quinet en 1844 (1)-, todo hombre que llame al porvenir será allí reducido a cenizas. Sevilla se vanagloria de haber quemado ella sola 16.000 hombres en veinte años." "La España, el español, ha abdicado el pensamiento, su soberanía primitiva, en manos de la Iglesia y de la Monarquía", escribía Francisco Bilbao (2) veinte años más tarde. Y agregaba: "la servidumbre intelectual y moral del pueblo español, impuesta como dogma, ha producido su terrible historia y decadencia."

El Rey y la Religión exigen obediencia, por tanto, castigan la disidencia y la herejía. La consecuencia directa son las persecuciones políticas y religiosas contra quienes pretendan ejercer la libertad como acto de vida. La servidumbre moral hizo que los pueblos de España celebraran las hogueras inquisitoriales y colaboraran con ellas. El arrianismo visigótico estableció las bases de una monarquía teocrática, dogmática e ignorante, que a su decadencia y posterior conversión al catolicismo le entregó en herencia todo su bagaje. El historiador Antequera (3) señala que "Recaredo -célebre rey visigodo-, abjuró la herejía arriana y concedió a los ministros de la Iglesia una influencia en el gobierno del Estado, que vino a ser en adelante ilimitada y absoluta". Baste recordar lo que fueron las persecuciones a los judíos y la caza de brujas. La invasión del Islam provocó una larga resistencia y su derrota exaltó el patriotismo y el fervor religioso. La conquista de América, brutal, genocida, fue el éxtasis para la monarquía teocrática.

Lo que llaman España nunca pudo emerger de esa cueva oscura adonde se arrojó de cabeza, arrastrada por el catolicismo y el poder de los reyes. Las referencias que hacíamos más arriba son de hace 150 años, pero hoy comprobamos que, tal como entonces, se criminaliza, se persigue y se tortura a la disidencia; se niegan derechos individuales y colectivos respetados en otros países; se condena y encarcela por el derecho de opinar; se amenaza cualquier "herejía" con las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, no cuenta ni siquiera con una progresía que se plante para meter a este estado en la historia del presente. La monarquía, aunque menguado su poder en favor de la plutocracia de la metrópoli, disfruta de su condición de reaseguro de la unidad del reino, mientras la iglesia se mantiene imperturbable como regente de la moral.

Pero esta España está muerta. Y lo sabe. Lo que no sabe es cómo escaparse del funeral que le aguarda. Intentó una reconversión que llamó falazmente "Transición", que significó el paso del franquismo de Franco al franquismo del Partido Popular y del PSOE: lo llamaron "democracia", usurpando el término. La triquiñuela se agotó. El rey emblema está en la sala de embarque del pudridero y las Fuerzas Armadas no consiguen imaginarse cómo podrán contener la llegada de la Historia. Su razón es anacrónica, fétida. Los aires de libertad que traen los pueblos son vivificadores. ¿A punta de pistola les impedirán su independencia? ¿Volverán a encender las hogueras? La muerta España, su cadáver putrefacto, ya no puede detener este viento de libertad que sopla en la península.


(1) Edgard Quinet. L'Ultramontanisme. Première leçon.
(2) Francisco Bilbao. El Evangelio americano. 1864.
(3) Antequera: Historia de la legislación.






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