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martes, 6 de marzo de 2018

Go West

En Noticias de Navarra se ha publicado este reportaje acerca de la migración vasca hacia los Estados Unidos tras haber arrebatado este país de líderes obsesivamente expansionistas extensos territorios a México:


A pesar de su alta presencia, son los grandes olvidados y solo aparecen en unos pocas series y películas del oeste

Carlos López

Cowboys, pieles rojas, sheriffs y forajidos contribuyeron a forjar una leyenda del “salvaje oeste americano” marcada “a fuego” en el imaginario colectivo de varias generaciones por las películas de Hollywood y unas novelas del Far West de las que los pastores vascos fueron los grandes olvidados. A pesar de contar con una presencia relativamente importante en las grandes praderas norteamericanas, la figura del basque sheepherder tan sólo tuvo reflejo en unos pocas teleseries y películas del oeste, la más conocida de las cuales, El desfiladero de la muerte de Russell Rouse (1959), hizo un retrato completamente idealizado y hasta cómico de sus costumbres, absolutamente alejado de las durísimas condiciones de trabajo que en realidad vivieron.

Aunque no hay estudios concretos, se estima que entre mediados del siglo XIX y gran parte del XX, miles de personas procedentes de Euskal Herria, hombres en su mayoría, llegaron a las grandes praderas para dedicarse al pastoreo. Según Iker Saitua, investigador postdoctoral de la Universidad de California y de la UPV/EHU, se trató de una mano de obra que comenzó a emigrar a América debido a las Guerras Carlistas y a los cambios “socioestructurales” que se produjeron en el País Vasco en aquella época.

‘Fiebre del oro’
Muchos de ellos se trasladaron en un primer momento a países de Latinoamérica para acudir después -influenciados por la “fiebre del oro” desatada en California- a Estados Unidos, donde se establecieron en lugares como Nevada, Idaho, Wyoming y Utah para trabajar en la ganadería, un negocio que resultaba “boyante” porque las “poblaciones en creciente desarrollo” necesitaban alimentos.

Allí, relata Saitua, se encontraron con una sociedad “de frontera”, muy masculinizada que se desarrolló en un contexto de gran violencia, mientras muchos estados aún estaban en proceso de creación y casi en una ausencia completa de la ley. Por estos motivos, se producían conflictos constantes, por todos conocidos a través de los western de Hollywood. Las “trifulcas” entre ganaderos por el uso de los pastos de las “tierras públicas” fueron relativamente habituales, con una competencia especialmente enconada entre vaqueros, todo un icono del “lejano oeste”, y ovejeros, muchos de ellos de origen vasco.

Tampoco faltaron las reyertas con los “pieles rojas”, la más sonada de las cuales sucedió en 1911 cuando cuatro pastores, tres de ellos de origen vasco, fueron asesinados por los indígenas en un episodio que motivó la denominada batalla de Kelley Creek, considerada la última guerra india del Oeste. Fueron unos años de “mucho racismo”, que también vivieron los vascos, marcados por una profesión de “connotaciones muy negativas” porque era una labor “denigrada y marginalizada”.

Soledad
Los vascos cuidaban rebaños que podían superar las 2.000 ovejas en lugares “escabrosos” y de “difícil acceso”, en unas condiciones de extrema soledad que ocasionaron problemas psicológicos a algunos de ellos y en las que cualquier accidente podía tener unas graves consecuencias, describe Saitua. Podían pasar meses con las ovejas en las praderas hasta que regresaban a los ranchos, donde se convertían en “mano de obra intensiva”, esquilando a los animales y haciendo otras labores.

Mientras trabajaban en las haciendas, los pastores se alojaban en unos hoteles que comenzaron a abrir otros inmigrantes vascos y se convirtieron en verdaderos puntos de encuentro y amparo social para estos pastores, alejados de su familia, en un país extraño y con un idioma que no dominaban. Algunos de estos hoteles llegaron a funcionar de una forma similar a los “salones del oeste”, contribuyendo a que los vascos fueran más fácilmente admitidos en la sociedad americana. Una integración a la que también ayudó su participación en la Iglesia.
El apunte: la herencia vasca en EEUU

Éxito. Varios llegaron a cumplir el sueño americano y a triunfar en su nuevo país, donde se convirtieron en grandes ganaderos, como la familia Garat, de Iparralde, o los hermanos Altube de Oñati (Gipuzkoa). Estos últimos, propietarios de uno de los primeros ranchos de Nevada, contribuyeron a mantener la cadena migratoria dando trabajo a otros basque sheepherder. Hoteles reconvertidos en restaurantes vascoamericanos, clases de euskera en la Universidad de Nevada, museos temáticos, y festivales folclóricos que, como en Boise, tienen lugar cada verano en distintas localidades de EEUU, dan buena cuenta hoy en día de esta basque heritage.






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