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martes, 5 de diciembre de 2017

Cerco Social a las Agresiones Sexuales

Ya que estamos tocando el tema acerca de la forma en la que la cultura hegemónica con sus dos columnas ideológicas, el capitalismo y el heteropatriarcado, actúa como marco protector de los depredadores sexuales, dejando en la más completa indefensión social, cultural y jurídica tanto a mujeres como a niñas, les compartimos este reportaje dedicado al caso de La Manada, mismo que describe los protocolos seguidos durante la noche de los hechos.

Ha sido publicado en Gara:


La denunciada violación de «la manada» puso a prueba los protocolos de seguridad y contra las agresiones. La cronología de los hechos evidencian la eficacia policial, el papel que juegan los servicios de atención y el elevado grado de sensibilización ciudadana.

Aritz Intxusta

El relato comienza a las 3 horas y 29 minutos del 7 de julio de 2016. Una joven que justo ha sobrepasado la mayoría de edad sale del portal número 5 de Paulino Caballero y se derrumba sobre un banco a llorar. Los presuntos agresores han salido de ese mismo lugar dos minutos y 45 segundos antes. Confiados en la impunidad de la vestimenta blanca y roja, acabarán parándose en el Monumento al Encierro, a apenas unos cientos de metros, todavía con el móvil de la víctima en su poder. Todo transcurre en una zona noble de la ciudad, ya un poco alejada de la Iruñea que no duerme durante sanfermines. Ella no lo sabe y los cinco sevillanos tampoco, pero están siendo grabados por cámaras de seguridad. En las imágenes aparece media docena de personas pasando cerca del banco sin hacer caso a la chica. Luego llega una pareja. Jóvenes, treintañeros. Ellos sí se paran y le preguntan que ha sucedido.

La joven confía en esta pareja y, con la voz entrecortada, relata que ha sido víctima de una violación y que también le han robado el móvil. La pareja llama a SOS Navarra y se activa el protocolo de Seguridad Ciudadana ante una presunta agresión.

Los primeros en llegar son dos policías que se encuentran junto a Diputación, una mujer y un varón. Localizan con facilidad a la víctima «por los lloros», según han dicho al tribunal. Son las 3.39 horas. La mujer policía entabla conversación con la víctima. Ella les narra lo ocurrido y llegan hasta el portal. Para entonces, ya ha acudido al lugar otra pareja de agentes, estos de paisano, que patrullaban por Alde Zaharra.

A partir de ese momento, la acción se bifurca y toma dos caminos diferentes. Unos municipales se encargan de la búsqueda de los presuntos sospechosos. Otros policías llevan a la joven a que reciba atención médica al hospital y sus lesiones sean revisadas por médicos forenses.

Comienza la búsqueda

A las 5.02 de la mañana se lanza el primer aviso por radio para iniciar la búsqueda de los sospechosos. En un primer momento, la joven dice haber sido víctima de una agresión por parte de cuatro varones; luego se comprobaría que eran cinco. Textualmente, el mensaje que se lanza por la emisora es el siguiente: «Cuatro varones, de Sevilla, entre 20 y 25 años. Entre 1,65 metros y 1,75 metros de altura. Tres con barba. Uno muy poblada y otro, de tres o cuatro días. Otro con un reloj negro muy grande. Tres complexión normal y otro regordete con el pelo rizado. Y dos con tatuaje en la tripa con letras».

A las 5.30 horas entra en escena el doctor Rafael Teijeira. Es el jefe del Instituto Navarro de Medicina Legal, que está de guardia. El médico explora a la joven en el Complejo Hospitalario. No hay lesiones, aunque sí marcas que califica como compatibles con el relato de la agresión. También se toman muestras de ADN que puedan ayudar a atrapar a los sospechosos. Media hora después, la chica es sometida a una prueba de alcoholemia, de la que los técnicos pueden estimar con relativa precisión cuantos miligramos de alcohol en sangre podía tener en el momento de los hechos. Se le somete a otra prueba en búsqueda de burundanga, droga que se usa en agresiones sexuales para anular las defensas. Da negativo. Antes de dejar el hospital, le proporcionan medicamentos contra enfermedades de transmisión sexual. Y además, una píldora del día después. Ninguno de los cinco ha usado preservativo.

Mientras, la Policía Municipal no la deja sola un instante. La joven ha acudido a sanfermines con un amigo que se ha marchado a dormir al coche. Le acompañan a buscarlo. Pero antes van a la comisaría a elaborar un informe detallado de la denuncia y se nombra un instructor para el caso, también mujer. En el documento que redacta se recopilan todos los detalles de la denuncia. Además, se intenta realizar un croquis con el recorrido que la joven ha hecho con los desconocidos desde la Plaza del Castillo hasta el portal donde sucedió todo.

Llegamos a las 8.00. Poco antes de que suelten a los toros, parece que ha habido suerte además de buen trabajo; los agentes que revisan las cámaras de seguridad de altísima resolución que vigilan el encierro afirman haber localizado a los sospechosos en el callejón que da paso a la Plaza de Toros. A las 8.20 horas llega un aviso de Policía Foral, que es la que se encarga de la seguridad dentro de la plaza. Les tienen.

Los forales se llevan a los cuatro sospechosos a un apartado. Fotografían sus tatuajes y les identifican. Ellos les dicen dónde tienen aparcado el coche y les muestran una fotografía del vehículo que habían realizado para no olvidar el lugar. Uno se identifica como guardia civil. Todos aseguran que no han violado a nadie, pero sí que han mantenido relaciones sexuales consentidas. Sin embargo, la descripción que se transmitió por emisora no cuadra exactamente con los cuatro sospechosos y los agentes les sueltan. Avisan a Policía Municipal.

El problema principal es que la joven ha señalado cuatro agresores, no cinco. El quinto de ellos, con tatuajes, se había ido a dormir al coche y no se encontraba con los demás. De ahí que no cuadrara la descripción. Aun así, la Policía Foral se repone al error de haberlos soltado. Manda agentes al lugar donde tenían el vehículo aparcado, y cuando reaparecen los cuatro sospechosos, les vuelven a interceptar. Son ya las 9.40 horas. A las 10.15 horas del 7 de julio se personan los agentes de Policía Municipal, cuerpo que lleva la investigación, y se produce la detención formal de los cinco (los cuatro de la plaza y el quinto del coche). Según se ha aclarado en el juicio, en ese intervalo entre una detención y otra, el guardia civil se deshace del móvil que había robado a la joven. Un ciudadano ajeno al caso lo encuentra por la calle y lo entrega después a la Policía.

Apoyo a la víctima y repulsa

Mientras se procede a esta segunda detención, entra a trabajar una especialista en este tipo de casos del área de Acción Social del Ayuntamiento. Esta técnica será la encargada de dar apoyo sicológico a la denunciante. Permanecerá con ella desde las 10.00 horas hasta las 20.00 horas del día 7. Como la joven no tiene lugar donde alojarse (había venido con un amigo y planeaba dormir en un coche), lleva a la chica a un piso del Ayuntamiento que se utiliza para estos casos.

La labor de esta técnica será importantísima. Ella es, por ejemplo, quien le indica que debe llamar a sus padres para informarles. La joven no tiene fuerzas para hacerlo. Según se ha explicado en el juicio, se queda sin palabras a mitad de la llamada y es la trabajadora del Ayuntamiento quien termina de contar a los padres los detalles.

A estas alturas, ya no hay dos líneas de actuación, sino tres. Hasta esa mañana, todo lo sucedido estaba marcado en los protocolos de Seguridad Ciudadana (investigación policial) y de Acción Social (atención a la víctima). Pero en la reunión diaria de la Mesa de Protección Civil de los Sanfermines (en la que están presentes el Ayuntamiento, las distintas policías, Cruz Roja, DYA, etc.) se activa el protocolo contra las agresiones sexistas, que estipula cómo trabajar la prevención y concienciación de la mano del tejido asociativo. Oficialmente, la primera acción es una nota a los medios por parte del Ayuntamiento en la que se da cuenta de la detención de cinco varones por una presunta agresión sexual. En ese mismo texto, el Ayuntamiento anuncia que secundará las movilizaciones de repulsa que puedan convocarse. Acto seguido, colectivos feministas de la ciudad empapelan las calles y las peñas secundan sus acciones. Todo estaba ya previamente engrasado y coordinado. La cita para la concentración de repulsa se fija para ese mismo día a última hora de la tarde en la Plaza del Ayuntamiento. Los medios empiezan a informar conjuntamente de las detenciones y de la protesta. La noticia corre también por las redes sociales. Finalmente, la respuesta ciudadana es impresionante. Miles de personas llenan la Plaza del Castillo y todas las calles aledañas. El discurso de la protesta recae en los colectivos feministas.

Ya el día 8 de julio, la joven acude arropada por otra trabajadora del Ayuntamiento a contar lo sucedido al juez. De ahí vuelve a casa, a Madrid. Los cinco detenidos se niegan a declarar y el juez ordena que ingresen en prisión, de donde no han salido desde entonces. Dos días después, el Ayuntamiento anuncia que ejercerá la acusación popular. El 20 de julio, el Gobierno hace lo propio. Aquello no puede quedar impune.






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