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domingo, 11 de marzo de 2018

El Tesoro de Lescar

Para poder mantener su dominio sobre Euskal Herria, tanto desde el estado francés como desde el estado español se llevaron a cabo todo tipo de artimañas revisionistas para arrebatar su historia a los vascos. La labor por parte de nuestros historiadores para rescatar la verdad de la maraña de mentiras y tergiversaciones ha sido titánica, pero los resultados están ahí para contribuir a la reconstrucción de la memoria histórica de nuestro pueblo.

Este reportaje dado a conocer en Noticias de Navarra arroja luz sobre un periodo muy particular, disfrútenlo:


En 1929 un miembro del Episcopado y de la Catedral de Lescar, ciudad francesa cercana a Pau, descubrió las tumbas de los últimos reyes de Navarra: Catalina de Foix y Juan de Albret. Allí se casaron en 1486 y reposan juntos desde 1517.

Manuel Mª Sagüés Lacasa

“Fue una jornada cargada de emociones en la que recordamos nuestra historia y sentimos la grandeza de haber pertenecido a un gran reino”, señaló Koldo Viñuales, de Estella bizirik, en 2016, cuando se conmemoró el 5º centenario de la muerte de Juan de Albret, último rey del estado europeo e independiente de Navarra, sobre la tumba que comparte en la Catedral de Lescar (Pau, Francia) con su mujer, la reina titular Catalina de Foix y algunos de sus familiares. Esta declaración de Viñuales es tan clara como debiera ser la memoria histórica de todos los navarros. Incluso, unos años antes, con más paripé y desconocimiento que cariño el sepulcro fue visitado por anteriores mandatarios del Gobierno de Navarra.

Mausoleos de reyes de Navarra

A pesar de que Navarra fue un reino de no mucha extensión, son numerosos los lugares donde reposan los restos de sus reyes: Leire, Monjardín, Oña, Nájera, San Juan de la Peña, Huesca, Pamplona, Roncesvalles, Saint Denis, Ujué, Santa María de Nieva, Poblet y Lescar y Saint-Denis-París. Algunos de ellos tienen carácter colectivo como el de Nájera (García Sánchez III el de Nájera, 1035-1054 y Sancho Garcés IV el de Peñalén, 1054-1076);San Juan de la Peña (Sancho Ramírez, desde 1076 rey de Pamplona y su hijo y sucesor Pedro I, 1094-1104);y Saint-Denis, a las afueras de París (dinastía Capeta, reyes de Francia y de Navarra entre 1274 y 1349). Pero la coyuntura política también obligó a enterramientos aislados como Santa María de Nieva (Blanca de Navarra, 1425-1441);Poblet (Carlos Príncipe de Viana, muerto en 1461 y Juan II, rey de Navarra y Aragón, muerto en 1479);y, el que hoy nos ocupa, Lescar (Francisco Febo, Juan de Albret y Catalina, todos en la segunda mitad del siglo XV y primeros años del siglo XVI).

Lescar tuvo importancia como ciudad del Bearn y fue mentada como la ciudad del 7 porque tenía siete iglesias, siete puertas, siete torres, siete molinos, siete fuentes, siete bosques y siete viñedos. Desde el siglo XIV, por avatares políticos, pierde fuerza y queda relegada a sede episcopal, con su palacio y su catedral.

La catedral románica posee gran valor artístico. Para los navarros tiene, o debiera tener, también un evidente valor sentimental.

En el presbiterio, recia y bonita, también modesta, hay una placa de bronce que reza: aquí están inhumados los reyes de Navarra de la familia Foix-Bearn. Catalina (1468-1517), y Juan (1469-1516) quisieron ser enterrados en la catedral de Pamplona, donde fueron coronados en 1494, pero los avatares políticos lo impidieron. El devenir de la historia sí les permitió reposar juntos en Lescar, donde habían contraído matrimonio en el año 1486.

Este lugar, sin duda, no alcanza el reconocimiento ni el culto ni el boato que merecen quienes allí yacen. Debería ponerse en valor como hito del nacionalismo navarro frente a otros nacionalismos satélites y excluyentes. Pero como lo que aquí ocupa, aunque sea modestamente, es el recorrer el patrimonio cultural y artístico de Navarra y no la opinión histórica y política, se tratará de explicar qué es, donde está y cómo está este mausoleo de los últimos reyes de Navarra.

Lescar se sitúa en la ruta jacobea francesa que desde Narbona, pasando por Arles, penetra en España por el puerto de Somport. Lescar está a algo más de 100 km de distancia en línea recta desde Pamplona, a 190 yendo por Valcarlos y a 215 km por Irún.

La catedral

El templo es de triple nave, que están rematadas en sendas cabeceras benedictinas. Por delante de sus cinco tramos, posee una gran nave transepto de notable tamaño. Mide 60 metros de longitud por 28 de anchura. Por delante de la cabecera del templo se ubica el cementerio de la ciudad. La fábrica es de buena piedra sillar, en la que abundan las marcas de cantería. Este importante templo románico fue degradándose con la sucesión de las guerras de religión católicos y calvinistas y, más tarde, la Revolución Francesa. Convertido en templo de la razón, esperó su recuperación para el culto hasta el siglo XX.

En el exterior llaman la atención las cornisas con canecillos de originales motivos: sirenas, serpientes, monstruos devorando personas, águilas, acróbatas, pensadores, ciervos, un barquero remando... En los frontales altos están labrados trazos geométricos, como margaritones hexapétalos adornando las metopas.

El interior, sin ser fastuoso, es elegante. Transmite serenidad. En el ábside central, la disposición decorativa es semejante a la del castillo de Loarre: arquería ciega que se apoya en columnas que se alzan sobre una bancada adosada al cilindro absidal. En esta zona del templo destaca sobremanera un mosaico del siglo XII, deudor del mundo romano. Tiene tres partes. A la izquierda aparece una escena de caza: dos leonas atacando a una gacela y un cazador lucha con un jabalí. A la derecha la composición es enigmática: un burro y un lobo siguen a un arquero que apunta a una presa. Al arquero le falta una pierna y se apoya con una prótesis. El burro tira con su rabo de un perro.

Catalina y Juan de Albret se casaron en Lescar con trato y gusto en 1486; pero testamentaron el ser enterrados en el Panteón de los Reyes de Navarra de la Catedral de Pamplona. Treinta años después (1516 y 1517), tristes, derrotados y exilados, fueron inhumados bajo el mismo asiento de su enlace matrimonial.

Dejando a parte la política ¿no se deberían cumplir sus deseos? Sea cual fuere la respuesta y sucediere... no hay que dejar de ir a Lescar y abrazar la emotividad que irradia esa placa de bronce.






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