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miércoles, 14 de febrero de 2018

El 13-F y la Tortura

Con respecto al dictamen del Tribunal Europeo de Derechos Humanos acerca de la tortura - malos tratos según la semántica políticamente correcta - practicada por instituciones del estado español a los ciudadanos vascos Igor Portu y Mattin Sarasola, les compartimo esta editorial dada a conocer por Gara:


Desde que en 1981 Joxe Arregi exhalara su último aliento en la cárcel de Carabanchel, víctima de los tormentos en comisaría, el 13 de febrero siempre ha sido día de recuerdo y sinónimo de denuncia de la tortura en Euskal Herria. Buena parte de esas protestas han sido criminalizadas, y casi todas silenciadas, añadiendo así un plus de sufrimiento y estigma a los miles y miles de víctimas. Ayer, justo 37 años más tarde, esa travesía del desierto tocó a su fin. Se abre otra era.

Había concluido, en realidad, con el estudio oficial de Lakua, pero quedaba saber si esa realidad superaría los muros de silencio e impunidad levantados durante décadas en el Estado español y que a su vez ejercían de cortafuegos ante el resto del planeta. La careta se le ha caído a Madrid con estrépito. El fallo de Estrasburgo sobre el caso de Igor Portu y Mattin Sarasola va mucho más allá de las siete sentencias anteriores por no investigar torturas. Porque en este caso los aparatos estatales no arrojaron la denuncia a la papelera, sino que completaron todo el recorrido judicial formal para terminar decretando la misma impunidad. Y en consecuencia, la sentencia implícitamente señala a todo el entramado que dio cobertura a la sentencia final falsa: de forenses a jueces, de guardias civiles a fiscales, de gobernantes a periodistas... Efectivamente había un manual de la tortura, pero no era el de ETA, sino el de un Estado al completo, perfectamente compinchado.

Esos aparatos se refugiarán tras la excusa de que las víctimas también eran atacantes e intentarán situar el caso como aislado. La primera cae por su propio peso en un Estado que quiera apellidarse de Derecho. La segunda la derrumba el informe del equipo de Paco Etxeberria que cifra al menos 4.113 casos solo en la CAV. Que no se engañen ni engañen. Es hora de reconocer la tortura como lo que ha sido: una violencia política masiva, lo que desmonta el relato oficial del pasado y sobre todo redibuja el suelo sobre el que construir un futuro de soluciones. Y ahí la comunidad internacional también tiene mucho que decir.





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