Este texto sería perfecto si no fuera porque el autor deja entrever sus carencias con respecto al derecho de los pueblos a resistir en contra de la opresión, de allí su exabrupto al calificar a los militantes de la organización antifascista vasca ETA. Baste con entender la negativa al diálogo por parte del próximo gobierno de un estado que al día de hoy es responsable directo por el asesinato de miles de civiles iraquíes y que además ha sido señalado por instancias internacionales como practicante del terrorismo de estado, principalmente en su modalidad de tortura.
Dicho lo anterior, les compartimos este texto publicado en La Jornada:
Terrorismo, elecciones y migración
Jorge Santibáñez Romellón | Presidente de El Colegio de la Frontera NorteA pocas horas de los atentados del 11 de septiembre de 2001 el gobierno español manifestó una solidaridad inmediata con Estados Unidos y más particularmente hacia el presidente Bush, sobredimensionada, si se analiza lo aparentemente distante del trágico acontecimiento para la sociedad española y en virtud de las relaciones entre ambos países que no era, y no es, muy estrecha. En ese entonces, pregunté a un amigo español la razón de esa solidaridad en apariencia descontextualizada y desproporcionada. Su respuesta fue inmediata: se trataba de sumarse inmediatamente a la guerra al terrorismo para justificar las acciones en contra de ETA; en síntesis no era solidaridad con Estados Unidos ni un posicionamiento en contra de Al Qaeda, sino que se buscaba utilizar la tragedia para atacar más directa e intensamente a los terroristas de ETA.
Cuando vi por televisión las declaraciones apresuradas del jefe de gobierno español culpando a la organización separatista vasca de los actos terroristas en Madrid, me regresaron aquellas palabras de mi amigo y no pude evitar pensar que Aznar, el jefe de gobierno español, calculó mal la estrategia iniciada aquel 11 de septiembre de 2001, fortalecida durante la invasión (que no guerra) de Estados Unidos a Irak.
A pesar de que las encuestas lo ponían hasta siete puntos arriba de su principal contrincante, en la medida en que se alimentó la hipótesis de que el autor de los atentados no había sido ETA, sino Al Qaeda, disminuyó esa ventaja y finalmente su partido perdió las elecciones que se celebraron a los pocos días del atentado mencionado.
Más allá de la derrota electoral, lo ocurrido en Madrid tiene repercusiones importantes en varios frentes. Me parece útil detenerme en algunos de los posibles impactos en temas como el de la migración y las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
España es un país que de manera creciente recibe inmigrantes de otros países, por decirlo de alguna manera, se ha convertido en la puerta de entrada a Europa. Muchos de estos inmigrantes son originarios de países del norte de África, en particular de Marruecos. Durante el gobierno encabezado por Aznar las actitudes antinmigrantes crecieron y, como sucede en cualquier sociedad receptora con gobiernos "de derecha", los migrantes fueron responsabilizados de todos los males que aquejan a la sociedad española: desde inseguridad pública hasta problemas económicos mayores, acusándolos de una pobre o nula capacidad de integración a la sociedad.
Toda vez que los detenidos en torno a los atentados de Madrid son de "origen marroquí" es altamente previsible que la sociedad española se cierre aún más a la migración, a partir de esas generalizaciones absurdas y simplistas en las que con frecuencia se incurre en las regiones receptoras y que sostienen que el mal viene del exterior y, en consecuencia, todo lo que viene del exterior es potencialmente malo.
No sé para quién trabajaron los terroristas, pero es claro a quién perjudicaron. Gracias a ellos, los migrantes seguirán muriendo en el mar Mediterráneo y el eventual ordenamiento de estos flujos migratorios se aleja. ¿Quién querría ahora en España ordenar la migración, en particular la marroquí?
En lo que respecta al impacto de estos actos terroristas en los procesos electorales, sobra analizar el efecto directísimo en las elecciones españolas. Sin embargo, muy probablemente no sea ésta la única región del mundo en la que los efectos de dichos actos se dejarán sentir. En mi opinión también pueden tener un impacto directo en el proceso electoral que se avecina en Estados Unidos. Veamos por qué.
El argumento básico que ha fortalecido a George W. Bush es el de que Estados Unidos es un país en pie de guerra, expuesto a peligros que vienen del exterior y en consecuencia la sociedad (es decir, los votantes) deben aglutinarse alrededor de su presidente para defenderse de los ataques.
El único riesgo que tiene ese discurso es la eventualidad de que ocurriera un acto terrorista en el territorio de Estados Unidos, ya que en ese caso el gobierno de Bush sería acusado de inepto por no haberlo detectado y evitado, a pesar de los enormes apoyos que el Congreso le ha otorgado. Pero si ese acto terrorista ocurre a miles de kilómetros y el autor de ellos es el mismo grupo que ha sido declarado y construido como el enemigo oficial, entonces se logran los dos objetivos, es decir, transmitir la sensación de país en peligro, en pie de guerra y al mismo tiempo no aparecen como ineptos en la preservación de la seguridad nacional. Si lo hubieran provocado no hubieran tenido tanto éxito político.
Probablemente el lenguaje utilizado en este artículo ofenda a algunos u otros piensen que trivializo el dolor de una sociedad tan querida como la española; sin embargo, solamente intenté meterme en la lógica de los políticos mencionados, misma que no se ha caracterizado por sus escrúpulos ni por sus códigos de ética.
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