La cosa no pintó bien para el criminal de guerra y bufón de Las Azores de nombre José María Aznar y mucho menos para su delfín, Mariano Rajoy, quien ya saboreaba un triunfo electoral que al final ha ido a parar a manos de José Luis Rodríguez.
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Antes de reconocer la derrota, escuchó a votantes que le gritaron "¡asesino!" y "¡miserable!"
Armando G. Tejeda | Corresponsal
José María Aznar, presidente del gobierno español en los últimos ocho años, vivió hoy, junto con su esposa, Ana Botella, y su delfín Mariano Rajoy, el que fue sin duda el día más amargo de su trayectoria política. Después de ocho años de ejercer el poder, caracterizados por la prepotencia y ausencia de diálogo, Aznar conoció en esta jornada electoral el veredicto de los ciudadanos a su gestión: la derrota.
El día de Aznar se inició en el colegio electoral, adonde acudió para depositar su voto, con su esposa Ana Botella y sus guardias de seguridad. Tras sufragar, se topó con el sentir generalizado de la sociedad española, cuando un grupo de votantes de la misma circunscripción le gritó: "¡asesino!", "¡mentiroso!" y "¡miserable!".
Con el rostro desencajado intentó hacer caso omiso a los mensajes y su mujer, también consejera de Asuntos Sociales del ayuntamiento de Madrid, no pudo contener las lágrimas ante los reclamos, cuando estaban convencidos de conseguir una nueva victoria para la derecha española, aunque sin mayoría abosluta, como habían anticipado los sondeos previos a los atentados del jueves pasado en Madrid.
Aznar entregará el poder al triunfador del Partido Socialista Obrero Español, José Luis Rodríguez Zapatero, a quien acusó de "rojo", "pancartero" (en alusión a las pancartas a su favor), "colaborador de terroristas", entre otros.
Su extremismo le ganó el repudio generalizado, gracias a su política informativa de "manipulación" por los atentados del pasado jueves en Madrid, pero también por su decisión de ir a la guerra contra Irak a pesar del rechazo del mayoría de los españoles; su gestión en situaciones como la crisis del Prestige, que a partir del 19 de noviembre de 2002 causó el mayor desastre ecológico y socioeconómico de España y Europa; la postura frente al histórico conflicto vasco, o la huelga general de junio de 2001.
Por la tarde, Aznar se dirigió a la sede de su partido, el PP, para compartir con Rajoy y sus ideólogos el resultado final de los comicios. Allí vivió los momentos de mayor desasosiego cuando contempló que los ciudadanos españoles decidieron dar la espalda al Partido Popular.
Más tarde, en la sede del PP, acompañó a su delfín Rajoy en la comparecencia pública en la que reconocieron la derrota. Con el gesto tenso y la mirada perdida, el presidente de gobierno saliente se limitó a poner la mano en el hombro de Rajoy en gesto de apoyo, sin dignarse a pronunciar discurso alguno. Después emprendió el camino de vuelta a La Moncloa, residencia oficial del gobierno.
Rajoy quien se creía seguro ganador de los comicios, y que incluso rechazó con desdén un debate entre candidatos, después de votar y escuchar en su colegio electoral también gritos de "asesino" y "mentiroso" posiblemente intuía la debacle, por lo que destacó en su discurso electoral que "en el PP nos vamos con las manos limpias y dejando las cuentas claras".
El ahora nuevo líder de la oposición se comprometió a ejercer "una oposición leal ante las complejas circunstancias políticas a que nos enfrentamos, que exigen la estabilidad institucional y un gobierno con capacidad de decisión".
Las reacciones de los 500 simpatizantes y militantes del PP concentrados en la sede madrileña del partido consideraron que el triunfo socialista era "una injusticia" y expresaron ataques indiscriminados contra los nuevos gobernantes, al llamarlos "rojos de mierda" y "ladrones".
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