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miércoles, 11 de junio de 2025

La Sonrisa de una Niña

Antes de leer la terrible experiencia vivida por Olatza Iglesias durante su infancia y adolescencia, es nuestro deber recordar a nuestros amables lectores que muchos presos políticos vascos terminaron tras las rejas derivado de autoinculpaciones obtenidas por medio de la tortura.

También recordar a todos ustedes que hubo visitas carcelarias que se cancelaron porque un niño o una niña dijeron dos o tres palabras en euskera a su padre a su madre, visitas canceladas tras un largo viaje desde Euskal Herria hasta los rincones más lejanos distribuidos por la geografía del estado español.

Así castigo el estado español a las hijas y a los hijos de los presos políticos vascos durante décadas con un solo objetivo, hacer todavía más duras las condenas tanto para quienes estaban tras las rejas como para sus familiares y amistades.

Por fin Europa escucha las voces de las niñas y niños de la mochila.

Así lo reporta Naiz:


Olatz Iglesias relata en Bruselas su infancia marcada por la política carcelaria de excepción

En el marco de la sesión ‘Luchas personales y políticas de los presos políticos: de la represión a la resistencia y la reintegración’, organizada en el Parlamento Europeo, Olatz Iglesias ha compartido su testimonio como hija de presos vascos. Ha descrito su infancia marcada por el alejamiento.

«Forzar a una niña a intentar negociar con su sonrisa la dignidad de su padre», eso es para Olatz Iglesias la política de excepción que sufren las presas y presos políticos vascos. La conoce bien, ya que su madre estuvo presa desde que ella tenía 9 meses hasta que cumplió los 13 años, y su padre, que fue detenido cuando Iglesias tenía 5 años, sigue cumpliendo condena.

Iglesias participó el martes en la sesión ‘Luchas personales y políticas de los presos políticos: de la represión a la resistencia y la reintegración’ del Parlamento Europeo, organizada por el grupo parlamentario The Left, del que forma parte EH Bildu. En la sesión compartió vivencias que, si bien deberían de pertenecer a la intimidad de cada cual, han sido intervenidas por parte del Estado durante toda su vida.

Ser hija de dos presos políticos ha marcado su infancia. Creció con la «ausencia impuesta por la cárcel». Subrayó que la prisión encierra cuerpos, pero también impacta directamente en las familias, «convirtiéndose en una herramienta de castigo y venganza colectivas». Eso hizo que durante los años en los que tuvo que hacer incontables kilómetros para visitar a sus padres, le pesara más la carga emocional que la distancia.

El amor y el contacto con su madre estuvo sometidos a control hasta que fue adolescente, y aún lo están en el caso de su padre: «No puedes abrazarlos cuando los necesitas, sino cuando el sistema te lo permite». La de Iglesias, como la de otros tantos niños y niñas de Euskal Herria, ha sido una infancia atravesada y acotada por la política penitenciaria de excepción.

Los largos viajes les han impedido acudir a la escuela con normalidad y participar en deportes y demás actividades de ocio como el resto de niños y niñas. Además, han sido «una lección precoz sobre el poder, la injusticia y la capacidad del estado para intervenir en algo tan íntimo como la infancia, el afecto y la familia». Junto a ello, recordó que la dispersión no solo ha impactado en la vida de los descendientes de presas y presos, también ha impedido que las personas mayores y las enfermas visitaran a sus allegados.

«Es una política de castigo muy bien diseñada»

Para Iglesias, la excepcionalidad es «una política de castigo muy bien diseñada» que supone un obstáculo: «Euskal Herria merece un futuro sin injusticias, no se pueden seguir poniendo condiciones a la paz, ni excusas para impedir una convivencia real».

Por ello, instó a «actuar con responsabilidad» y aplicar a las presas y presos políticos vascos la legislación ordinaria.

 

 

 

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