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viernes, 6 de junio de 2025

Entrevista a Pernando Barrena

Les presentamos la entrevista que la víctima de terrorismo de estado Pernando Barrena ha concedido a Naiz, misma en la que aporta más datos acerca de todo lo que significa la admisión por parte del gobierno de Nafarroa con respecto a las veintiún víctimas de tortura.

Adelante con la lectura:


«La tortura llega a tal nivel que cuando te dicen que vas a la cárcel es un alivio»

El Gobierno de Nafarroa ha reconocido que Pernando Barrena fue torturado en 1985 por la Policía española. El eurodiputado de EH Bildu ha narrado a NAIZ lo sufrido y, más allá del reconocimiento, ha reclamado que se revisen todas las condenas basadas en autoinculpaciones obtenidas bajo tortura.

Aitor Agirrezabal

El Gobierno navarro ha reconocido este viernes a otros 21 ciudadanos como víctimas de la tortura. En total ya son 76 en el herrialde. Entre ellos, el ahora eurodiputado Pernando Barrena, detenido en 1985 por la Policía española e incomunicado en la comisaría de Iruñea, donde sufrió todo tipo de golpes, amenazas y humillaciones. 

En esta entrevista para NAIZ esta misma mañana, una vez que ya no hay espacio para ocultar la sistemática práctica de la tortura, el eurodiputado de EH Bildu reclama que se revisen las condenas basadas en autoinculpaciones obtenidas bajo tortura.

¿Cómo se recibe una noticia así?

Hace aproximadamente un año que pasé por el tribunal de la Dirección General de Convivencia y Memoria, y contaba con que esto podía pasar. Quiero decir que en este proceso me he sentido muy arropado y muy bien tratado. Por una parte por la Red de Personas Torturadas de Nafarroa, que hace un trabajo enorme y que sigue estando encima de todas las personas afectadas, arropando, aconsejando y acompañando. Y en segundo lugar también por el trabajo que hace el Gobierno de Nafarroa, la Dirección General de Convivencia y Memoria. Creo que es fundamental si de verdad queremos entender lo que en esta sociedad pasó durante muchísimos años. La práctica de la tortura hay que entenderla como un fenómeno de violencia política planificada.

De hecho, los distintos reconocimientos pueden ser prueba de ello.

No era un misterio. Somos un sitio muy pequeño y todo el mundo ha tenido un familiar, un amigo, un vecino, que estuvo detenido por razones políticas porque era militante de la izquierda independentista, básicamente. Y todo el mundo sabía que cuando a una persona se le detenía en esas circunstancias tenía un riesgo muy elevado de sufrir maltrato y torturas. Esto ha trascendido la adscripción ideológica.

Otra cosa es que para que la tortura, como fenómeno político, pueda pervivir, pues es también necesario que haya una parte de la población que se crea el mensaje de que es una invención de las personas que pasan por detención, incluso cómo se llegó a decidir que había no sé qué manual que decía qué había que decir. Estos reconocimientos, entre otras cosas, lo que demuestran es que la tortura fue una práctica política planificada.

Incluso estos días, cuando suenan estas noticias, algunos suelen decir que había funcionarios policiales a los que se les iba la mano, que algunos eran especialmente rudos o toscos en su trabajo. Esto no han sido una docena de funcionarios policiales que se les iba la pinza y en los interrogatorios se soltaban un par de golpes. La práctica de la tortura ha sido algo planificado, como una herramienta política y además podemos decir contra insurgente, contra la izquierda independentista y que buscaba dos objetivos. Uno, amedrentamiento puro y duro, extender el terror ante la opción de que te tuvieras que ver las caras con esa situación. Y dos, obtener información, declaraciones forzadas y contra la voluntad de los detenidos.

Esta nueva oleada de reconocimientos llega en un momento muy concreto. Hace apenas un mes incluso la Audiencia Nacional reconoció la práctica de la tortura en el caso de Iratxe Sorzabal. 

Tiene mucho que ver con esa labor de denuncia que se ha hecho durante años. En los últimos tiempos se están dando pasos hacia adelante en la aceptación por parte de algunas instancias que no eran habituales. Que esto aparezca en una sentencia de la Audiencia Nacional tiene un valor, además del jurídico, político, enorme, y es una pequeña gota de todo ese océano que ha simbolizado el paso por la Audiencia Nacional durante decenios. Más allá de la lectura y del relato particular que hacemos cada uno, creo que hay una verdad objetiva básica que es compartible: la tortura obedecía a una planificación política concreta. 

¿Esa negación de la tortura es algo ya del pasado? 

Creo que es algo asumido por el 100% de la población. Otra cosa es que haya quien siga negando que eso haya sido consecuencia de una actuación política concreta, de unas directrices, de un dejar hacer también a funcionarios policiales. O quienes consideran que en las brigadas de información, las brigadas antiterroristas, etcétera, etcétera, la utilización de métodos fuera de la legalidad y que vulneraban los derechos humanos de los detenidos, pues era algo que se podía llevar hacia adelante. No solamente funcionarios policiales. 

En su caso se remonta a 1985.

Fue una actuación policial de la época. Este martes, además, se cumplen 40 años. Alguno dirá que viene tarde. Para este tipo de cosas nunca es tarde. Como fuerza policial no había trabajo de investigación, cuando quería saber algo simplemente utilizaba la fuerza bruta y entonces procedía a detener entornos enteros, familias, cuadrilla... En nuestro caso fuimos detenidas cinco personas. El día anterior la Korrika había terminado en Iruña, que fue un éxito brutal. Y fue una demostración de un apoyo social en Nafarroa al euskara. Decidieron que tenían que dar una respuesta y nos detuvieron acusándonos de un comando de información. A ver qué sale. Vamos a machacar a 20 personas. Y en ese sentido, el método de investigación era el maltrato, la tortura, la amenaza no solamente a ti, sino a tu entorno, a tu familia, etcétera.

Desde el principio de una detención estabas en sus manos y sabías que aquello podría prolongarse hasta 10 días. A una de las personas que estaba conmigo detenida y que también está en este proceso de reconocimiento, pero que todavía no ha salido, se le fue concedido un habeas corpus por parte del juez. Es la única persona en los 40, 50 años de conflicto en Euskal Herria que un juez le ha concedido un habeas corpus a un detenido, porque cuando lo vio era más que evidente por lo que estaba pasando.

¿Cómo recuerda aquellos días?

Fue una detención a altas horas de la madrugada en casa de mis padres. Tenía 19 añitos. Fueron cinco días en la comisaría de aquí, de Pamplona, con otras cuatro o cinco personas que no llegué a ver durante el periodo de detención, en la que fueron una constante los malos tratos de todo tipo. Humillaciones, golpes, amenazas... Un trato extremadamente vejatorio. La tortura llega a acumularse a tal nivel que cuando pasas por delante del juez y te dicen que vas a la cárcel, es un alivio. Lo que no quieres es volver de ninguna de las maneras a la situación anterior. En la cárcel por lo menos sabes que te van a dejar en paz.

Recuerdo además que cuando pasamos por el juez de la Audiencia Nacional denunciamos el maltrato. No hizo ni caso, ni siquiera lo anotó en las diligencias ni en el auto que emitió más tarde. La legislación antiterrorista en aquella época, en el 85, contemplaba que aunque el juez decretara libertad sin cargos, que es lo que decretó, era suficiente con que el fiscal presente en la comparecencia anunciara la presentación de un recurso para que mientras se resolvía, el detenido ingresaba en prisión. Entonces nosotros ingresamos en la prisión de Carabanchel con un auto en el bolsillo diciendo que estábamos en libertad.

Y en estas cuatro décadas ¿qué le ha supuesto aquello?

Al principio la vuelta a la realidad es dura. Andabas por la calle y te podías encontrar con los policías que te habían torturado en comisaría, en cualquier esquina, en cualquier calle. A mí me pasó más de una vez, y fueron tragos duros. Creo que cada persona que ha pasado por estas circunstancias responde de una manera muy diferente. Seguramente habría necesitado, pero no se llevaba mucho en aquellos tiempos ningún tipo de ayuda profesional. Y luego el tiempo acaba por enterrar todo, como una herramienta de autodefensa y de supervivencia.

De hecho, estos procesos de reparación están muy bien, son fantásticos, necesarios, pero tienen un costo muy alto para la persona que pasa por ellos, porque supone otra vez volver a abrir ese cajón. Donde creías tener enterrado muy hondo algunas cosas y te das cuenta que no están tan enterradas a pesar de haber pasado 40 años, pues las recuerdas muy bien. Yo creo que al fin y al cabo, quien pasa por eso aprende a vivir con ello. Gilles Perrault, escritor francés de la Orquesta Roja, donde habla de la tortura que pasaron en la ocupación nazi, tiene una frase que dice que solo el diablo puede hablar de lo que pasó en el infierno. Es muy difícil de relatar qué supone la experiencia si no la has vivido y la pelea que supone constantemente con tu psique.

Ha vuelto a pasar por aquello.

Cuando comparecía en la comisión del Gobierno de Nafarroa, yo les dije que personalmente no necesitaba eso como parte de mi terapia. No necesitaba un reconocimiento, pero creo que era una obligación. Es importante dar visibilidad a todo esto y, sobre todo, por respeto a las personas que lo pasaron mucho peor que yo y que incluso a algunas les costó la vida. Pero ellos me dijeron que sí, que era una tipología, pero que había otras tipologías de personas que pasaban por allá que necesitaban eso dentro como parte de la terapia, de alguna manera para cerrar etapas. Y creo que al margen del reconocimiento en clave política, social, de relato, etcétera, para muchas personas es importantísimo también como terapia.

Hay reconocimiento, pero durante estas décadas ha habido cientos de condenas basadas en los testimonios obtenidos bajo tortura.

Está quedando bastante claro que la tortura existió con objetivos concretos en una época en la que todo valía para cualquier tipo de condena. En una época no muy lejana se encarcelaba a personas cuyo único sostén probatorio de acusación eran declaraciones obtenidas bajo tortura contra su voluntad en dependencias policiales. Y muchísima gente ha cumplido muchísimos años de prisión en esas condiciones. Eso habría que revisarlo no solamente para hacer justicia con toda esta gente que ha pasado por esas circunstancias, sino que en estos momentos, de los 100 y poco presos que quedan, sigue habiendo todavía muchos de ellos cuya principal base probatoria son autoinculpaciones obtenidas bajo tortura. Es necesario plantearse la revisión de muchas condenas, empezando especialmente por las de aquellos y aquellas que todavía están en prisión.




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