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El Corpus Christi en Euskal Herria
La festividad del Corpus Christi (Besta Berri para los euskaldunes) es una de las de mayor relieve en el calendario religioso, y de las más interesantes desde el punto de vista folklórico en Euskal Herria en general y en el País del Bidasoa, en particular. En Doneztebe, Sunbilla, Etxalar, Lesaka y Bera en especial y en algunas localidades (todavía) del Valle de Baztan, se celebran procesiones muy curiosas y coloristas, enriquecidas por música y dantzas que datan de muy antiguo e incluso, en la Baja Navarra y Laburdi, por llamativos desfiles de aspecto militar en los que se visten uniformes de las épocas del imperio y de la primera carlistada.
En Bera participan en la procesión, con la calle y barrio de Altzate convertidos por un día en un jardín y adornado con guirnaldas de boj y de flores, dos vecinos, el síndico y un concejal que visten levita negra y se cubren de tricornio. En un momento dado, el síndico (ayer, el concejal Julián Lekuona y el ex alcalde Josu Goia) ondea (baila ) la bandera ante el Santísimo mientras un txistulari interpreta una melodía anónima, y la extiende luego en el suelo para que pase sobre ella la imagen en ritual muy hermoso que perdura.
En la Baja Navarra y Laburdi y en su Phesta Berri (como siguen escribiendo en su euskera) o del Corpus Christi, ayer y en Heleta, Ainhoa, Ezpeleta, Armendarits, Bidarrai, Aldudes, Baigorri y otras se vistieron de fiesta grande y protagonizaron sus tradicionales desfiles. En todas partes son un espectáculo precioso, al margen de lo que cada uno interprete o sienta y por los motivos que acuda, ya sea por religiosidad, por curiosidad folklórica o por puro turismo, que en todas esas localidades es cosa que vale la pena.
Por cierto que en Heleta ayer faltó aita Etcheverry, capellán de los vascos de Estados Unidos entre 1986 y 1989. Heletarra de corazón y vasco hasta la médula, Jean-Pierre Etcheverry, sacerdote de 61 años, falleció (Goian bego ) el pasado mes de marzo, tras largos meses de cruel enfermedad y ahora descansa en su pueblo natal y en uno de los más clásicos camposantos rurales vascos. En 1986 fue destinado a San Francisco como capellán de las comunidades vascas de Estados Unidos, tomando el relevo a aita Cachenaut, en la actualidad párroco de Donapaleu (el Saint-Palais de los franceses) allí en la añorada y querida Baja Navarra.
En Heleta y en Bidarrai, y también en Iholdy, Armendarits, Bidarrai, Heleta, se baila por Phesta Berri en el interior de la iglesia mientras ondea la bandera vasca (sospechoso mi querido Watson, muy sospechoso) y se sale de ella en marcha rítmica de dantzaris, ¡...incluido el sacerdote!, aunque verdad es que ahora menos.
En este día el Tantum ergo es el canto esencial, y en Euskal Herria es popularísimo el himno eucarístico Cantemos al amor de los amores (en euskera, Goratu dezagun alkar arrurik , del compositor vasco Busca Sagastizábal. Entre los elementos profanos que integran la fiesta del Corpus Christi o Besta Berri los más significativos son el drama sacro y la danza ritual.
A partir del siglo XVI empieza a introducirse con mayor esplendor la danza en las procesiones, y es sabido que en algunas localidades (Tudela, entre otras) se bailaba una danza de gitanos, o eran gitanos los que la interpretaban. Una curiosidad étnico-racial que merecería por sí sola una investigación más profunda y en condiciones.
Decimos que las de Corpus Christi (el jueves, sexagésimo día después del domingo de Pascua de Resurrección, en el que se celebra la institución de la Eucaristía) y la del Sagrado Corazón de Jesús son las últimas grandes hasta Todos los Santos y Adviento. No es exactamente así, pero es como aquella vez que Jorge Oteiza quiso conocer la talla de una virgen particularmente bella en un convento de monjas y la superiora se empeñaba en mostrarle otras sin valor artístico alguno, hasta que el trueno de Orio exclamó: "¡Secretarias y mecanógrafas no me interesan!".
Hierba y flores en el viejo Elizondo
En Erratzu guardan la procesión del Corpus Christi con esmero, y es cosa bonita ver cómo los vecinos acompañan sobre un manto de hierba tendido por las calles al Santísimo que ahora (aunque por poco) lleva el joven párroco Ander Gillegi, y cómo los mozos se dejan los riñones allá arriba, en el campanario, volteando (bandeando) las campanas. Hasta hace unos cuarenta años más o menos, se hacía lo mismo en un Elizondo más chiquito, más familiar y recogido (distinto, vamos), y, de casa en casa, se sacaban puñados de hierba recién cortada (en nuestro caso por los dueños de Zatonea, últimos nekazariak del barrio) y se volcaban saskiak (y hasta buluzareak ) de pétalos de flores y de flores enteras y se ponía la calle como un jardín. Entonces se levantaban altares en distintos puntos, en la escalinata del Hospital de San Martín (actual Centro de Salud), en la Casa Consistorial, en Casa Ribot y en Villa Carmen por lo menos, no recuerdo si en más. Y el Santísimo era cosa del párroco don Luis Garbisu, que llamaba carísimos a los feligreses, tronaba en los sermones y soltaba unas tortas que pa'que y te espabilaba para una semana entera. (O para más).
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