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sábado, 22 de diciembre de 2018

La Humanidad no Está en Venta

Estamos en plenas celebraciones de Solsticio de Invierno y se acerca ya la festividad judeocristiana principal. Euskal Herria es, para bien o para mal, cristiana obra y gracia del Espíritu Santo. Por lo mismo, les dejamos con este texto publicado en las no tan santas páginas de Naiz:

Félix Placer Ugarte | Teólogo


En los días navideños se repiten celebraciones, gestos, comportamientos con motivaciones muy diversas. Según la fe cristiana evocan un hecho histórico –el nacimiento de Jesús de Nazaret– que, según la interpretación que hicieron la primeras comunidades desde la fe en la resurrección, fue un acontecimiento decisivo para la humanidad y lo expresaron con relatos que se han transmitido durante generaciones hasta hoy. Para ello utilizaron géneros literarios tomados del Antiguo Testamento con los que elaboraron los llamados «evangelios de la infancia». Estos relatos ofrecen la forma de entender y creer en aquella persona cuyo nacimiento y vida se anuncian como gran noticia para toda la humanidad.

Desde nuestras tradiciones vascas, estas fiestas nos remontan a tiempos primitivos de la cultura vasca. Presentan al mítico Olentzero que baja de la montaña con sus regalos para anunciar Egu Berri y se recibe el agua nueva del Urte berri: ur goiena, ur barrena que purifica. Nos hablan y conectan con las raíces de Euskal Herria, con el sentimiento profundo y escondido de nuestro pueblo, donde resuenan ecos de libertad y conciencia identitaria.

En estas celebraciones, conservadas y revividas en nuestros pueblos, se han introducido poderosos mitos diseñados desde los intereses de quienes instrumentalizan estos días como tiempo y lugar para el consumo y el negocio. La invasión capitalista globalizadora intenta deslumbrar con sus ofertas envueltas en luces efímeras que atraen las miradas de los niños e incentivan deseos inalcanzables para la mayor parte de la sociedad.

Su mensaje neoliberal incita a hacer regalos que se ofrecen en coloreados envoltorios que los hacen particularmente atractivos y vistosos. Y ocurre con frecuencia que el obsequio se aprecia más por su presentación que le confiere un especial valor significativo. En la cultura posmoderna la forma define y cualifica los contenidos que deficientemente presentados pierden consideración y aprecio.

Nuestro ambiente neoliberal y mundo globalizado están hoy envueltos en esa brillante y engañosa oferta de libertad consistente en la adquisición y posesión, incitando al consumo sin límites, sólo asequible a una minoría. Encubre toda una ideología que pretende convencer de que en ello está el sentido de la vida, su razón más convincente y motivación última.

Esta capacidad seductora del neoliberalismo se hace especialmente cautivadora en estas fiestas. Y cuando nos parece que somos racionales calculadores y que nadie puede engañarnos, nos dejamos envolver por los nuevos mitos que el mercado maneja según sus intereses para sus objetivos depredadores diseñados para el consumo y el negocio.

En consecuencia, Navidad y Nuevo Año presentan mitos enfrentados, antagónicos. Unos remiten a un mundo diferente, renovado, solidario donde a nadie le falte lo necesario y donde nace otra manera de ver y de relacionarse en igualdad compartida. Otros, bajo la apariencia neoliberal, de un mundo falsamente feliz, convierten todo en mercancía y objeto de consumo. Construyen un mundo artificial de ofertas y demandas que brilla unos pocos días, para apagarse luego en la frustrante oscuridad de un sociedad individualista. Unos tratan de crear un mundo diferente, un pueblo libre, personas solidarias; otros potencian el dominio y la desigualdad. Sin embargo hoy, en un mundo donde tan sólo parece tener consistencia lo que se valora con euros o dólares, se están derrumbando muchos mitos que sostienen el tambaleante imperio de «una economía que mata» (Papa Francisco). Construido sobre las finanzas y transacciones, arrasan en sus crisis las ilusiones y proyectos de quienes creyeron en sus promesas. La inseguridad y el miedo se imponen en una sociedad de dependencia y sumisión ante quienes manejan el capital.

Pero la humanidad no está en venta. No puede ser objeto de escaparate. No se compra con euros o con engañosas promesas consumistas. Es necesario entonces entender y vivir estos días de forma auténtica y real, es decir, más humana y liberadora. ¿No podríamos celebrar una navidad y nuevo año solidarios y sensibles ante quienes su sueldo precario de pensionistas no les permite llegar a fin de mes, con quienes el paro amenaza, o no tienen papeles para trabajar con seguridad legal o están en la cárcel y alejados o son personas inmigrantes o carecen de vivienda o se encuentran amenazas por desahucios? ¿Acaso no fue así el mensaje liberador de Jesús de Nazaret para los oprimidos por cualquier sistema de poder? Entre todas, entre todos, podemos hacer un sitio para que nazca esa humanidad nueva que nos deseamos mutuamente en el Urte berri on.

Creo que muchas ciudadanas y ciudadanos queremos alentar en el mundo, en Euskal Herria la esperanza de un año nuevo que no sea una engañosa ilusión. Donde encontremos caminos que pueden hacer realidad las aspiraciones y motivaciones de un pueblo para superar todos los conflictos y violencias y decidir su destino con libertad, donde todos, mujeres y hombres, vivamos con dignidad en una sociedad inclusiva; donde ninguna persona se sienta extraña, marginada ni violentada social, económica o políticamente, alejada de su Ama Lur, privada de sus derechos más elementales. Es preciso que todas las instancias civiles, sociales, populares, políticas, culturales, religiosas asuman la exigencia ética de la esperanza de un pueblo que quiere y busca por los caminos de la democracia su plena libertad, soberanía y solidaridad.

Frente a una falsa navidad neoliberal, deseamos que sea realidad el mito del agua nueva y del nuevo año expresado con los versos de Blas de Otero: «Que se levanten al rayar el día/ y vayan al más próximo arroyuelo./ Laven allí sus manos y su boca,/ se quiten los gusanos de las uñas,/ sequen su corazón que le dé el aire,/ expurguen sus cabellos de serpientes/ y apaguen la codicia de sus ojos./ Después que vengan a nacer conmigo./ Haremos entre todos cuenta nueva./ Quiero vivir. Lo exijo por derecho./ Pido la paz y entrego la esperanza».






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