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martes, 1 de marzo de 2016

Otras Bombas Caen en Siria

Les recomendamos leer este texto publicado en la página de El Viejo Topo, mismo en el que se nos explica como en Siria caen bombas siniestras, diseñadas para ocultar lo que está sucediendo. Esas bombas no las dejan caer las industrias militares ni de Washington, ni de Riyadh, ni de Tel Aviv, ni de Ankara, ni de Londres, ni de París, no, estas bombas las diseñan en los cuarteles de los consorcios comunicativos de esos países... y son más letales.

Aquí lo tienen:


Eduardo Luque

En ocasiones los sucesos caen en el pozo del olvido y ahí permanecen para siempre; en otros momentos afloran y arrojan una tenue luz aclarando sucesos relevantes.

Uno de estos hechos se produjo en plena guerra siria (abril 2013) ¡cuánta sangre se ha derramado ya en el país del Orontes! En aquel momento París y Londres advierten específicamente de que la utilización de armas químicas contra el “levantamiento popular” será considerada como una línea roja que implicaría la intervención militar. En ese mismo momento los “medios” occidentales comienzan a hablar de las armas químicas que poseía Damasco. Dos meses más tarde, el 21 de agosto de 2013, en un suburbio de la capital se informa que la población civil ha sido atacada con gas Sarín; dependiendo de las fuentes de información se habla de 280 a 1.720 muertos, casi todos civiles menos algunos soldados sirios.

La crisis siria alcanzaba uno de sus puntos de máxima fricción. Para los medios de comunicación el responsable sólo tenía un nombre: Al Assad. Se focaliza y se refuerza de forma coordinada la campaña contra el presidente sirio. Prohombres de la derecha y la izquierda (esa que definía Domenico Lousurdo como la izquierda Otanista) salen a la palestra con un único discurso replicado “ad nauseam”. Diarios como Le Monde, los tabloides como Bild, seguidos de otros como El País, La Vanguardia o El Mundo y decenas más piden la intervención militar. Hollande ve la oportunidad de reencontrarse con su pasado imperial y ordena a los controladores aéreos estar preparados para la guerra. La firmeza de Putin, que llegó a declarar “Defenderemos Damasco como si fuera Moscú” disuade a EEUU de intervenir militarmente y se acuerda destruir ese material bajo control internacional.

Este sería un hecho aislado, horrible, pero olvidado en el contexto de una guerra donde los horrores se multiplican a diario. Hace pocos días se produjo un hecho importante que pone al descubierto el cinismo de los gobiernos Occidentales. La organización encargada de la destrucción del armamento químico en Siria (OPAQ) fue así mismo responsable de estudiar las pruebas existentes sobre el ataque con gas Sarín. El informe oficial de este organismo no se ha hecho público en su página oficial. (El ridículo de muchos políticos occidentales –entre ellos Obama– que proclamaron a los cuatro vientos la culpabilidad del ejército sirio quedaría al descubierto). Al informe ha tenido acceso el ex eurodiputado francés, Michael Pinton. La conclusión es inapelable: “La composición de aquel gas es diferente a la que se encuentra en los stocks del Ejército sirio”.

El informe recoge otro elemento importante. Se ha podido determinar que el gas usado en Damasco (Ghouta) era de procedencia libia, después del asesinato del coronel Gadafi, gracias a la intervención “humanitaria” occidental. Ese gas fue vendido a grupos Anti-Assad, y transportado por barco a puertos turcos desde donde por tierra pasó a Siria y fue usado finalmente contra la población civil.

La manipulación ha quedado al descubierto, pero los gobiernos occidentales cuentan con la desmemoria colectiva; para ello los medios de comunicación y algunas ONGD como Human Rigths Watch no dudaron, aunque no tenían pruebas, en señalar un responsable: Al Assad. Poco importó que la magistrada suiza Carla di Ponte, miembro de la comisión especial creada por las Naciones Unidas para investigar los crímenes perpetrados durante la actual guerra civil en Siria, declarara: “Disponemos de testimonios sobre la utilización de armas químicas, en particular de gas Sarín. No por parte del Gobierno, sino de los opositores”.

Los grandes medios ocultaron la verdad y lo siguen haciendo. Seymour Hersh (periodista estadounidense galardonado con el premio Pulitzer) escribió un artículo denunciando la manipulación de los hechos y señalando la responsabilidad de los grupos terroristas y la implicación de los gobiernos occidentales en la matanza. El afamado articulista señaló que la declaración de Obama del 13 de septiembre del 2013 atribuyendo el crimen a Al Assad estaba basada en mentiras y especulaciones interesadas. Este artículo de investigación tuvo una gestación compleja, que demuestra el control del poder político sobre los grandes medios. La investigación fue encargada por el diario The New Yorker, que la rechazó. Se ofreció posteriormente al Washington Post, que también la rechazó. Finalmente fue publicada en el London Review of Books.

El Director de la CIA John Brennan, en una entrevista a la CBS, reconocía hace pocas fechas (febrero de 2016) que los grupos terroristas sirios habían utilizado en diversas ocasiones este tipo de gas. En paralelo, el coordinador de Inteligencia Nacional, James Clapper, afirmó que Daesh había “utilizado productos químicos tóxicos en Irak y Siria, entre ellos gas mostaza”. Frente a este cúmulo de pruebas y declaraciones, los columnistas y comentaristas televisivos, así como la pléyade de corifeos de la izquierda han callado, no reconocen sus errores, siguen obnubilados proclamando a los cuatro vientos la culpabilidad de Al Asad. No necesitan leer el informe de la OPAQ porque la búsqueda de la justicia no tiene cabida en su concepto de realidad.






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