Por medio de las redes sociales nos han hecho llegar este texto publicado en el blog Nihil Obstat en el cual se hacen precisiones a uno anterior que les compartimos titulado Sobre patriotismos y patrias, aquí lo tienen:
El pecado mortal identitario
Angel Rekalde
‘Nuestro objetivo no es reformar España, sino construir la República Catalana’ (Joan Tardà)
Mea culpa, mea culpa. Pater, me acuso de identitario… En pocos días, desde distintas publicaciones veo cómo se repite el artículo de Joxe Iriarte, Bikila, viejo militante de LKI y ETA VI, que define el trabajo de Nabarralde como historicista e identitario. Viento Sur, Rebelión, Gara… Es un análisis muy personal, muy ligado a la evolución de su pensamiento, que propone la alianza de Bildu con Podemos para “propiciar un proceso constituyente rupturista respecto al régimen”. Como es normal, habla del régimen español, de la constitución del 78, etc.
Vaya por delante mi aprecio por Bikila, luchador histórico en posiciones cada vez más abertzales. Y por su escrito, un excelente artículo. Pero pienso que su tesis reproduce tics y tendencias muy presentes en el país en esta época de confusión, desmovilización y desmotivación del soberanismo vasco. Como ejemplo, ese toque de autismo, que le lleva a hablar de una gente de oídas, por rumores y chascarrillos, sin haberles leído en realidad, porque si lo hubiera hecho sabría que el nombre no es Naparralde.
Si nos hubiera leído entendería que más que el ‘historicismo’ lo que Nabarralde trabaja es la memoria histórica, además de una visión específica de nuestro país, duramente castigado por una profunda aculturación. La memoria histórica no reproduce los mitos historicistas; más bien proporciona una visión crítica de la construcción de la estructura de poder desde la perspectiva de la población, de los derrotados[i]. Pero me temo que, en ese autismo, los matices resbalan y se pierden.
Creo que todos, Bikila, estamos a favor de un proyecto cívico, de “amplio contenido democrático”, aunque algunos sí valoremos la importancia de que ese proyecto democrático corresponda a una cultura y una identidad que consideramos un valor y una aportación colectiva a la Humanidad. Y que nos defiende de la homogeneización –alienante- impuesta por proyectos estatales ajenos.
Por eso me desconcierta esa descalificación directa contra la reivindicación ‘identitaria’. Va muy en la línea de recientes propuestas de desactivar el componente abertzale de las estrategias vascas, supuestamente para favorecer así (¿?) el independentismo sin color, marca blanca de supermercado. Creo que también el filósofo Savater haría suya esta propuesta, y le divertiría mucho.
Como esa postura, que cada vez veo más alentada y extendida entre la izquierda abertzale, me parece una incongruencia intelectual y una estupidez estratégica, y es posible que el equivocado sea yo, quisiera plantear mis perplejidades. Cuando hablamos de cohesión identitaria, ¿incluimos el recibimiento a Arnaldo Otegi, que a su salida de prisión llegó a la plaza de Elgoibar en medio de un vendaval de ikurriñas? ¿O eso no es identitario? ¿Sólo lo es la bandera navarra?
Quizás también sea identitaria la polémica de la zonificación del euskera en Navarra y la posibilidad de estudiar en el modelo D que se empieza a vislumbrar. Y por eso tal vez haya que plantearla en términos mucho más cosmopolitas y universales, como lo hacen UPN, PPN o PSN, cuando defienden la exclusividad de la educación en castellano… con un poco de inglés para tapar la boca a los abertzales. Como vemos, mis incertidumbres tienen un contenido inmediato y pragmático.
No sé si en esa comprensión identitaria se contempla la versión memorial de Nabarralde de interpretar la historia a través de un sujeto específico, nacional, vasco o navarro; o si es mejor una educación en los valores del nacionalcatolicismo que sigue poniendo a los Reyes Católicos, así con mayúscula, como referente de la unidad, la religión, el imperio… Y no es que nos alejemos del debate; basta con mirar los libros de texto, las películas y series que se producen en España, las calles de nuestras ciudades.
Quizás sea más preciso acercarse al debate del nacionalismo banal, ese que se practica a diario, y no se siente. Que pasa desapercibido: el mapa del tiempo, el diario que se lee, los sellos con cara del rey, el equipo de fútbol (y la liga en que interviene)… ¿Ahí no contabilizamos las claves identitarias? Porque la autoridad ahí deja su impronta, y no da puntada sin hilo. Me viene a la memoria una reflexión de hace unos días, un escritor de pluma cortante: “Es obligada una cultura (…) que entienda que detrás de todo, desde la manera de hablar hasta la forma de comer, se debate siempre una cuestión de poder”[ii].
¿Serán identitarias las políticas de inmigración que propongan los ideólogos universitarios que cita Bikila, partidarios de “articular un independentismo cívico desetnizado y de fuerte contenido social” en ese Estado independiente que dicen? ¿O no tiene nada que ver? Lo pregunto porque los problemas de la inmigración en la Europa en que nos situamos son tremendos, y se entiende que los estados contemporáneos que nos rodean no son nada étnicos ni historicistas, pero lenguas e identidades bien marcadas sí que tienen.
Podríamos seguir, largo y tendido. Pero cansa. A veces, Bikila, uno siente que estamos en la discusión de siempre, marco estatal de lucha de clases frente a estrategia nacional… Y en otras, cuando esto se deja de lado, parece que estamos incapacitados para pensar la realidad con instrumentos y conceptos del presente, que operamos con clichés y nos perdemos en las ideologías y discursos que nos venden creadores de opinión y tertulianos. Que nos venden crecepelos, que vienen de París, como si no supiéramos lo que vale un peine.
[i] Es un dato que lleva a cuestionar expresiones polémicas, como la de “no patriotas vascos, porque españoles si lo son (con toda legitimidad)”. ¿Se puede ser español ‘legítimamente’ haciendo abstracción de toda la violencia con que se ha construido ese Estado, cuyo origen es un imperio genocida, que nos ha conquistado –como en su tiempo a otros muchos pueblos y naciones–? Ahí se percibe la falta de memoria histórica de Bikila.
[ii] Gregorio Morán.
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