Hay gente ignorante y sin inclinación al compromiso o la congruencia a la que le gusta etiquetarse como "apolítica", "neutral", "equidistante"... "imparcial".
Como si mantenerse al margen de lo que sucede alrededor de uno fuese un gran mérito.
Hay quienes lo llevan más allá, como es el caso de un medio de comunicación del estado español que se denomina pomposamente "El Imparcial" y que publica textos como este:
La izquierda abertzale que apoya a ETA (Bildu y Amaiur) vive en estado de gracia electoral y movilizadora, ocupando instituciones, portadas, espacios públicos y llenando calles con las reivindicaciones tradicionales de ETA y sin pedirle nada a su particular “primo de zumosol”. Primero, fueron la espectacularidad de su irrupción institucional y la receptividad mediática las que le dieron la oportunidad de correr un tupido velo de silencio e impostura sobre su pasado para no tener que rendir cuentas con él; más tarde y con el climax identitario habitual de las Navidades, las movilizaciones en torno a la amnistía (como amnesia) y la independencia, con los presos como rehenes y banderín de enganche. Entre unas y otras, la nada. Ni una sola muestra de arrepentimiento, ni autocrítica y un amago fallido de mostrar piedad ante sus víctimas. Porque su declaración del día 17 de diciembre pasado, una vez más rodeada de la solemnidad ritual de sus manifiestos, es un insulto a las víctimas del terrorismo al mezclarlas en el totum revolutum del “dolor y sufrimiento” causado por las “múltiples violencias en Euskal Herria”, como una forma de autojustificación de su pasado, al que ni renuncian, ni del que muestran atisbo alguno de arrepentimiento. Como buenos conocedores del acompañamiento mediático, de algunos políticos que no saben qué tren coger, porque todos les parecen el último, y de la necesidad anestésica de una sociedad adaptada a casi todo, han calculado que el gesto en cuestión, sin convencimiento alguno, les bastaba para seguir tirando en su verdadera estrategia de acompañamiento a la máquina averiada del terror.
Una vez que han constatado que su plan B les está dando resultado, con beneficios netos evidentes y sin nada a cambio, reacomodan sus tácticas de presión, sin merma de sus objetivos estratégicos. Estos no son otros que la limpieza étnico-ideológica y la superación, por la brava, de los límites y procedimientos de nuestro estado de derecho constitucional. A la espera de que el Tribunal Constitucional les permita rematar la jugada con la legalización de Sortu, de momento ponen cara de circunstancias y centran su movilización en torno a la cuestión de los presos, buscando su liberación o, cuando menos, cambios que alivien su situación penitenciaria, pero sin tener que pedir perdón, ni arrepentirse de nada. Con esto y con su posición ante las víctimas siguen intentando redimirse de su pasado, huyendo hacia adelante, no solo ocultando su pasado, si no también mostrándolo como heroico ante quienes les quieren escuchar. La limpieza étnico-ideológica por nuevas vías ya ha comenzado en San Sebastián con el desplante identitario de su alcalde a los Reyes Magos (lo suyo es el Olentzero, un simpático carbonero un poco borrachín) o con el censo de euskaldunes de la Diputación Foral de Guipúzcoa, entre otras lindezas. Pero, habrá más y lo gordo está por venir, con un PNV como rehén.
Legalizado Sortu, el trabajo se centrará en el control orgánico de la actual amalgama independentista, poniendo encima de la mesa la reivindicación de la territorialidad y la autodeterminación como única forma de resolver su “conflicto”. De este modo, nos siguen amenazando, veladamente, de que pueda descarrilar el “proceso” si no respondemos rápido y satisfactoriamente a tales exigencias. Además, de todo ello levantará acta y distribuirá responsabilidades el grupo de amigos internacionales, que han contratado al efecto para acompañar su estrategia. Con la nueva marca y el dinero público que ya están recaudando se plantarán a las puertas de Ajuria Enea tras las próximas elecciones autonómicas, disputándole al PNV su hegemonía en la comunidad nacionalista y condicionando seriamente su ambigüedad estratégica. Este seguirá jugando a darles satisfacción para taponar sus vías de agua electorales y amortiguar sus contradicciones internas y optará por la geometría variable en sus posiciones institucionales para asegurarse sus cotas de poder. Unos y otros buscarán anestésicos como los de la normalización, pacificación o reconciliación, como tapadera a un final sin memoria, que de por bueno todo con tal de que no haya más asesinados. Este negro y vergonzoso final será inevitable sin una acción decidida, activa y sin complejos de la actual mayoría autonomista que gobierna en el País Vasco.
Según nos dicen en El Imparcial, el autor de esta bonita pieza de propaganda tardo franquista es un tal Francisco José Llera Ramo, quien parece ser es catedrático de nada más y nada menos que Ciencia Política en la UPV, además de ser el fundador del Euskobarómetro.
Vaya, pues habrá que mandar a este señor a un psiquiátrico, no ha entendido ni una iota lo que sucede allende las puertas de la UPV. Al tipo le corroe tanto el ácido de su atávico odio en contra de los vascos que hasta contra el Olentzero carga. Pobre, le compadecemos.
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