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lunes, 16 de enero de 2012

Derecho a Decidir

Cuando uno lee declaraciones como las consentidas en la siguiente nota uno no sabe que pensar acerca de los militantes del PNV. Uno quisiera creer que realmente están intentando trabajar en pos de la autodeterminación de Euskal Herria, pero sus acciones hablan mucho más alto que sus palabras. Lean ustedes esto que con el pretexto del proceso abierto en Escocia ha sido publicado en Deia:


Luke Uribe-Etxebarria | Parlamentario vasco de EAJ-PNV
Hace algo más de cuatro años escribí un artículo en el que señalaba que Escocia, que acababa de presentar su llamado "Libro Blanco de la Independencia", constituía un nuevo ejemplo "en tiempo y lugar" para Euskadi, pero sobre todo para el Estado español. Esta afirmación venía a propósito de unas declaraciones del entonces presidente español, Rodríguez Zapatero, quien descalificó frívolamente la propuesta de consulta del lehendakari Ibarretxe aduciendo que se había "confundido de país, de continente y de siglo", después de que, sin talante ni talento democráticos, ya hubiera dado un "portazo" a la propuesta de Nuevo Estatuto Político del Parlamento vasco.
La actualidad escocesa viene de nuevo a desmentir esa afirmación tan pueril. Porque, en el fondo, el sentimiento y los anhelos democráticos de libertad de un Pueblo están muy por encima de cualquier actitud impositiva, por mucho que ésta se pretenda positivizar en leyes y hasta en constituciones o fronteras coyunturales. Porque, pese a quien pese, el derecho a decidir de un Pueblo (o el derecho de autodeterminación o el respeto a la voluntad democrática del mismo, llámesele como se quiera) es, ante todo, un principio democrático y, por tanto, integrador y moderno; es eminentemente europeo y europeísta; y es un instrumento para "vivir mejor" porque consolida la personalidad de un Pueblo abierto como el nuestro a un mundo globalizado e interconectado, ofrece instrumentos de competitividad y de desarrollo económico y social para sí y para los demás y aporta estabilidad política en la medida que permite tejer las relaciones con otros Pueblos en términos de respeto democrático mutuo.
Con sus poderosos instrumentos de Estado, los llamados constitucionalistas han pretendido introducir en Euskadi y entre los ciudadanos vascos un pernicioso relato consistente en negar a los vascos la condición de Pueblo, en contraponer los derechos individuales a los colectivos, en afirmar que ese principio democrático divide y fractura la sociedad y en la existencia de un peligro de empobrecernos y de aislarnos de Europa y del mundo, cuando no han restringido interesada y malévolamente la existencia de un conflicto de naturaleza política entre Euskadi y España a un inadmisible fenómeno de violencia y terrorismo, que ya ha desaparecido afortunadamente de nuestras vidas, aunque nos toca gestionar sus devastadoras secuelas.
Sin embargo, es obvio que los ciudadanos vascos, por sentimiento de pertenencia, voluntad propia y en el ejercicio de nuestros derechos individuales como personas y ciudadanos, constituimos un Pueblo. Un Pueblo o "demos" que, sin tergiversaciones absurdas e interesadas, y en el sentido que se nos ofrece desde la Antigüedad clásica hasta el actual pensamiento político occidental, no es más que la "asociación de ciudadanos basada en el consentimiento del derecho y en la comunidad de intereses" y que posee la condición de sujeto político.
Uno de los mayores despropósitos políticos que hemos tenido que escuchar en los últimos años es la idea de que respetar la voluntad democrática mayoritaria de los ciudadanos vascos, curiosamente, divide y fractura a nuestra sociedad. Y es que resulta políticamente insoportable que alguien, desde la minoría, pretenda no sólo negar la palabra a los ciudadanos vascos en relación a su ámbito constituyente, sino además no respetar su voluntad democrática y erigirse despóticamente en garante de los derechos de la mayoría y de la calidad democrática de sus decisiones y acuerdos. ¿Desde cuándo el ejercicio de la democracia desintegra y provoca división? ¿Desde cuándo el ejercicio del derecho democrático a decidir de un Pueblo no es profundizar en una democracia de calidad e integradora, que es la esencia misma de los derechos democráticos? ¿Por qué no se respeta lo que decida una mayoría realmente democrática y respetuosa con las identidades? ¿Por qué tiene que ser imposible la convivencia en Euskadi de diversas identidades respetando lo que la mayoría decida? ¿Por qué y en base a qué construyen España "por mayoría" y pretenden negar a Euskadi "por minoría"? ¿Por qué la idea de España resulta sencilla y natural, mientras que pretenden artificialmente que la de Euskadi sea compleja, enrarecida, problemática, tensionada y convulsionante al objeto de pretender hacer desistir y desanimar en la idea a los ciudadanos vascos?
Europa es tributaria de una historia y de un sufrimiento. El motor más potente de la unificación europea que hoy conocemos es la paz. El siglo pasado fue testigo de dos Guerras Mundiales que enfrentaron a los pueblos europeos que hoy, a pesar de todo, colaboran y cooperan conjuntamente gracias al "método comunitario". Una fórmula que, por democrática, ha servido para preservar la paz y que todos reconocemos como exitosa para organizar la relación pacífica y cooperativa entre los pueblos europeos, incluyendo la cesión de soberanía y la creación de las instituciones europeas. Una fórmula que establece unos principios tan sencillos como profundamente democráticos: la libre adhesión y asociación, el respeto mutuo, el libre consentimiento y la cooperación productiva entre iguales, que es exactamente lo opuesto a la imposición, idea que presidió otros proyectos de unificación europea anteriores y que, por eso mismo, fracasaron trágicamente. Y sigo preguntando, sin obtener respuesta por parte de los interpelados: ¿Por qué una fórmula y unos principios que han servido para organizar pacífica y productivamente las relaciones entre los pueblos europeos no han de servir para ordenar las relaciones entre Euskadi y España?
Vascos y escoceses somos pueblos a los que nos asiste el derecho a decidir, aunque cada cual podemos tener nuestras vías y estrategias. Somos profundamente europeos y el derecho a decidir que nos asiste lo vemos perfectamente compatible con nuestra pertenencia a una Europa democrática, prospera, solidaria y en paz. Para nosotros mismos y para los que nos rodean anhelamos eso mismo. Los mercados están globalizados, las fronteras menguan, tenemos en Europa una arquitectura institucional, un mercado y una moneda única y, sin embargo, el número de estados en Europa no ha parado de aumentar a lo largo de los últimos decenios, lo que ha contribuido a su mayor estabilidad. En 1871 existían 20 estados en Europa; en el año 1900, 23; en 1914, 26; en 1920, 32; en 1930, 34; en 1970, 35; en el año 2000, 46; y hoy en día, 48. La gran diferencia entre vascos y escoceses puede estar en la diferente cultura democrática de Londres y la de Madrid y París. Veremos, pero lo que tenemos claro es que no estamos confundidos ni de continente, ni de siglo.


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