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jueves, 5 de noviembre de 2015

La Colaboracionista Estación de Tren

Traemos a ustedes este descarnado análisis de la insoportable levedad del ser mostrada por la ambivalencia del PNV con respecto al procés catalán:


El PNV parece haber resuelto ya la encrucijada a la que le abocaba el proceso catalán. No será Convergència, sino Unió. Lo difícil, claro está, es argumentarlo ante la opinión pública vasca.

Ramón Sola

Lo dijo el sábado en Amurrio, con cierta teatralidad, el presidente del PNV, Andoni Ortuzar, y lo repitió ayer en Radio Euskadi el senador Iñaki Anasagasti, con no menos contundencia. «No vamos a ir a La Moncloa a defender los intereses de España. ¡Que no cuenten con nosotros para apoyar su unidad!». Ante tal contundencia cualquiera pensaría que el PNV daba un patadón al pacto de Estado que trata de levantar Mariano Rajoy y que ha hecho uña y carne con el proceso independentista catalán. Pero nada más lejos de la realidad. Como tantas veces ocurre en política, el énfasis puesto resulta inversamente proporcional a la veracidad de la afirmación. Porque obviamente Ortuzar podía viajar a La Moncloa a, sin ir más lejos, lo mismo a lo que han acudido Pablo Iglesias o Alberto Garzón: decirle cara a cara al presidente español que Catalunya tiene derecho a un referéndum. Nada especialmente heróico ni radical, visto que se lo han dicho dos dirigentes partidarios de la unidad de España. Y ya de paso, le podía haber añadido que Euskal Herria también debe decidir.

Según se ha filtrado, Soraya Sáenz de Santamaría sondeó al PNV sobre su disposición a entrar en la ronda de contactos. Los jelkides declinaron la invitación, pero resulta clarificador que el PP no se lo haya reprochado. Rajoy prefiere tener en la recámara al PNV, para cuando necesite al «vasco bueno» como ejemplo ante el «catalán descarriado». Ya ha proclamado a los cuatro vientos Albert Rivera que echa en falta un Urkullu en Catalunya.

El recurso al cinismo es una salida ante un escapismo ya inviable. El PNV ha pasado de puntillas sobre la cuestión catalana hasta el momento; ahí quedan sus equilibrios inverosímiles ante el 27S, cuando se posicionó tanto con Convergència como con Unió pese a que ambos estaban a lados diferentes de la raya del plebiscito. Ocurre que ahora ya esa indefinición es manifiestamente imposible: viene el choque de trenes y el PNV tendría que montarse en el vagón catalán o en el español. Para cualquiera que se llame abertzale no parece una decisión difícil, pero Sabin Etxea preferiría quedarse en la estación, a ser posible vendiendo en la taquilla un viaje sin fecha de salida, puro humo.

Anasagasti, siempre locuaz, anticipaba ayer el final de esa ambigüedad: «Los vascos estaremos solidariamente con Mas, pero no es ese nuestro camino. Mas está muy debilitado, en manos de la CUP, ha ido bajando aceptación electoral, y ojalá triunfe, pero está en una situación muy difícil». Con amigos así... habrá pensado el president.

El soberanismo catalán descubre, seguramente con sorpresa, que en este momento crucial el PNV no está entre sus aliados. Y la primera en señalarlo, y denunciarlo, ha sido Pilar Rahola, exdiputada ahora comentarista de prensa además de miembro del Consell Assessor per a la Transició Nacional. Un primer artículo critico en ‘‘La Vanguardia’’ fue concretado más en entrevista a ETB. «Hay un silencio muy atronador del nacionalismo mayoritario vasco. Notamos una cierta y seria soledad. Durante muchos años, cuando los catalanes teníamos un problema en Madrid el PNV ha negociado por otro lado y le ha salido bien», se quejó.

La respuesta del jelkide Esteban ha sido sacarse la careta, sin tapujos: «¿Y dónde estaban los catalanes cuando el ataque al lehendakari Ibarretxe o cuando se aprobó la Ley de Partidos o cuando ellos negociaban con los gobiernos de Aznar y nosotros éramos los apestados? Me parece injusto por parte de Rahola. Una cosa es la solidaridad y mostrar nuestro apoyo, algo que estamos haciendo, y otra involucrarnos», admite.

¿Y el lehendakari? ¿Qué dice de todo esto? Pues parece que nada, pero algo sí ha verbalizado en los últimos meses, más en conjugación pasiva que en activa. Así, cuando se le ha planteado si Lakua reconocería una eventual declaración de independencia catalana, ha declinado responder. Cuando se le ha preguntado por la letra pequeña, las condiciones, ha considerado que eso debería hacerse con mayoría cualificada, es decir más aún del 50% que hasta Madrid aceptaba como baremo para medir el plebiscito del 27S. Y una y otra vez ha reivindicado la vía escocesa, forma sutil de despreciar la catalana, única posible ante el Estado español. De nuevo el cinismo...

¿Rechaza Urkullu el proceso catalán? No, rechaza el vasco. Dice Esteban que Catalunya no apoyó a Ibarretxe. Quizás, pero lo seguro es que no le apoyó Urkullu. Ahí está el libro de María Antonia Iglesias, en el que le acusaba de «meternos en aventuras».






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