Nuestro amigo Koldo Campos se toma cualquier "pretexto" para enderezarla contra la corona borbónico-franquista, lean su más reciente creación:
¡Feliz Cumpleaños!
Koldo Campos Sagaseta
Y sí, era el de la República pero, también era el mio. Y abrumado quedé, amén de agradecido, por todas las felicitaciones recibidas en vasco y dominicano a través de facebú.
Y les cuento que, para mejor celebrar el día, mis locas se despertaron cuerdas, felizmente locas; de Iruña me llegaron Marta y Eugenio, amores de familia, junto a sus tres locos, que vinieron cuerdos, felizmente locos. Y timbres cargados de abrazos y besos… y hasta una oferta para cambiar el móvil que no tengo. Si bien es cierto que éste último no me felicitó el cumpleaños tuvo al menos el detalle de llamar. Y una comida compartida y grata; y una sobremesa que se fue en cantos y bizcochos… sí, es verdad, después fregué los platos, pero incluso en tan comunes menesteres, el que pasó ha sido el más feliz cumpleaños que recuerdo. Y gracias a un elefante africano, a un bendito paquidermo que hizo rodar la corona española por los suelos.
Claro que, como esto siga así, los borbones van a terminar copando las escasas camas disponibles con que cuenta nuestro sistema sanitario y lo van a conducir a la ruina. Como si fueran los borbones emigrantes, de esas de las que se dice que vienen a la madre patria a operarse, también el monarca español se suma a los rumores y se viene, desde la inhóspita selva africana, a operarse a España sus caderas y trompadas.
O quizás fueran sus prisas por visitar al nieto más querido, víctima de las escopetas y de su familia… “cosas de niños” que diría su abuela. Es verdad, sí, que el rey pudo visitarlo de otra manera, aunque fuese pagándose el transporte, como acostumbran los abuelos y los demás mortales a visitar a sus parientes hospitalizados, pero ¿hay alguna muestra de solidaridad más sentida y sincera que herirse en desagravio al infortunio ajeno? Sea por lo que fuere, ahí están los dos, el abuelo y el nieto, juntos en la misma habitación que, por cierto, tiene tres camas, soñando de la mano en el futuro. Ellos todavía no lo saben pero pronto van a ser parte de la selva. Su fortuna, al margen de la que evaden, es que los elefantes tienen muy buen gusto y pasan de cazar, que la caza es cosa de animales. Su infortunio es que acabarán por abrirse las grandes alamedas que soñara Allende y los grandes y populares tribunales que soñamos todos…
¡Vivan los elefantes!
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