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sábado, 1 de diciembre de 2007

Ganar La Calle

Este artículo acerca del camino que ha recorrido el euskara desde 1982 ha sido publicado en el Diario Vasco:

Más de 200.000 vascos se han sumado al euskera, que afronta el reto de ganar la calle

La mitad de los jóvenes son ya bilingües, pero no despega la utilización cotidiana ni el consumo cultural

AITOR ALONSO

«Es lamentable, pero se nos ha muerto». El consejero de Educación del primer Gobierno de Carlos Garaikoetxea, Pedro Miguel Etxenike, forzó el tono dramático el 24 de noviembre de 1982, fecha «histórica» en la que dio inicio el debate en el Parlamento vasco acerca de la Ley para la Normalización del Uso del Euskera. Trataba de llamar la atención sobre el desastre que supondría la falta de acción pública en materia lingüística y sobre el significado del mandato constitucional de dar «respeto» y «protección» las lenguas minoritarias del Estado. «¿Qué significa eso para los aquí presentes?», espetó a la Cámara, recuerdan algunos parlamentarios. «¿Construir un mausoleo para enseñar a los turistas dentro de unos años y decirles: aquí está enterrada una lengua que no resucitará? ¿Tener que admitir que es lamentable, porque era la lengua más extraña que teníamos, no emparentada con el Indoeuropeo, pero que se nos ha muerto? Confío en que ninguno de ustedes entienda que respetar y proteger es eso».

Hoy, un cuarto de siglo después de aquella sesión resuelta con una mayoritaria aprobación de la Ley, el euskera no sólo no ha muerto ni precisa mausoleos, sino que todos los agentes coinciden en que la situación de la lengua que el Estatuto de Gernika reconoció «propia» del pueblo vasco y declaró cooficial en Euskadi «ha mejorado de forma innegable», como certifica el Consejo Asesor del Euskera, el organismo que coordina la política lingüística. En veinticinco años, más de 200.000 vascos se han sumado al idioma y las estadísticas -el último gran estudio corresponde a 2001- afirman que uno de cada tres ciudadanos de la comunidad autónoma es capaz de expresarse tanto en euskera como en castellano, mientras al filo de 1982 apenas suponían un 20%.

En conjunto, son casi 640.000 los bilingües que residen en la comunidad, una cifra que se espera ver rebasada en la próxima oleada de datos cuyo trabajo de campo ya se ha efectuado y cuya publicación está prevista para principios de 2008. La realidad social se completaba en 2001 con un 18% de personas que entienden el idioma, pero lo hablan con dificultad -los denominados bilingües pasivos- y aquellos que desconocen por completo la lengua y son capaces de expresarse únicamente en castellano, que representan aún el conjunto más numeroso. Son casi el 50% del total de la población de Euskadi y la demostración más palpable, para el viceconsejero de Política Lingüística del Gobierno vasco, Patxi Baztarrika, de que «aún queda mucho por hacer».

La aprobación de la Ley del Euskera fue el pistoletazo de salida de un entramado de políticas públicas destinadas a la recuperación del idioma, que ha tenido como puntas de lanza a lo largo de estas dos décadas y media las normativas de creación de la radio televisión pública vasca, la regulación de las condiciones lingüísticas del funcionariado, la revisión de los modelos educativos y el proceso general de euskaldunización de la sociedad, entre otras. Operaciones en las que se han invertido millones de euros -sólo el área de Política Lingüística recibe 40 millones al año de los presupuestos públicos- y que han navegado todas ellas entre críticas que reflejan en sí mismas la pluralidad del país: de un lado, aquellas que han censurado su carácter «traumático» para muchos vascos desconocedores del euskera que se han visto obligados a aprenderlo «bajo amenaza de perder el empleo», apunta Andoni Unzalu, de la fundación Aurten bai; y, de otro, aquellas que juzgan que el proceso se ha abordado de forma «insuficiente» y con excesiva «lentitud» en el reconocimiento de los derechos de los vascoparlantes, una postura habitual en la izquierda abertzale.

Un fenómeno joven

«La normalización se hizo como se podía y como se debía hacer», manifiesta Joseba Erkizia, director de HABE, la entidad pública que coordina la alfabetización de adultos. «Ha sido un proceso costoso, que ha requerido y requiere mucho tiempo, dedicación y esfuerzo, pero satisfactorio porque se ha hecho con consenso y con voluntad social», interpreta. Los euskaltegis públicos y privados -más de un centenar en la actualidad-, han sido la principal 'fábrica' de 'euskaldunberris' -o neo-vascófonos, en la jerga sociolingüística-, aquellos que han aprendido el idioma con el handicap de proceder de familias castellanoparlantes y abordar el euskera a una edad adulta. Cerca de 40.000 personas han pasado cada año por las aulas, algunas hasta conseguir el EGA -el certificado más elevado de conocimiento, que aprueban un millar de vascos cada año- y muchas más hasta niveles inferiores. Los euskaltegis conocieron su mayor auge en el curso 1995-96, con 44.855 matriculados. El más bajo, en 2002-03, con 33.168. Este ejercicio, la red contará con 37.700 alumnos. Tres de cada diez son funcionarios o profesores en busca de perfil lingüístico.

La actividad de los euskaltegis es la que ha permitido que el número de bilingües «crezca en todos los tramos de edad, con la excepción de los mayores de 65 años», refleja Baztarrika. Pero el principal proveedor de nuevos euskaldunes ha sido el sistema educativo obligatorio. La caída en picado del modelo A -de enseñanza en castellano-, que ha pasado de ser el elegido por el 78% de los alumnos al 22% en el curso 2006-07, ha dado paso a un escenario mayoritario de modelos bilingües -B y D-. Ello ha dado lugar a que el euskera se vea como un «fenómeno joven», dado que es en las edades más tempranas donde reside el mayor conocimiento. La mitad de todos los bilingües tiene menos de 30 años y la mayoría de ellos, además, procede de hogares donde el castellano ha sido la lengua materna.

«Producción automática»

Pero la «producción automática» de euskaldunes, como se ha referido el ex consejero de Cultura Joseba Arregi al proceso de recuperación del idioma, se ha encontrado con que la sociedad no ha seguido el mismo ritmo frenético en cuanto a la utilización efectiva del euskera, cuyo crecimiento no es equiparable al aumento experimentado en el conocimiento. No hay que rebuscar mucho en los documentos oficiales para encontrar alusiones a la evidencia. El propio consejo asesor del Euskera sitúa el «desfase entre conocimiento y uso del idioma» como una de las «profundas debilidades estructurales» de la lengua vasca, mientas Baztarrika prefiere interpretar que se trata del «gran reto del futuro».

Los estudios sociolingüísticos señalan que la mitad de la población entre 16 y 24 años es bilingüe y puede expresarse de forma correcta en euskera, pero sólo dos de cada diez adolescentes lo hacen en casa y su entorno más cercano. Para el responsable de HABE, Joseba Erkizia, este exiguo porcentaje entra dentro de la «normalidad». «Es algo que ha ocurrido en todos los países que han afrontado procesos de recuperación idiomática», asegura. «El euskera ya no es un fenómeno rural. Dos de cada tres vascoparlantes viven en ámbitos urbanos, en las capitales o en municipios grandes donde es mayoría la población que sólo se expresa en castellano», añade Baztarrika. «El uso depende de la densidad de hablantes y de las oportunidades para hacerlo, y en los lugares donde vive la mayoría de los euskaldunes no se dan estas condiciones en su expresión óptima».

Andoni Unzalu, crítico con el proceso euskaldunizador, cree que parte de este desapego al uso cotidiano del euskera se debe también a que «se ha perdido la lealtad al idioma que existía hace 25 años». «El euskera -se explica- se ha puesto por encima de otros derechos. Para muchos vascos obligados a aprenderlo, sólo ha significado una vía para encontrar un trabajo en la Administración, un ámbito en el que la euskaldunización ha sido desmedida porque no se ha centrado en los puestos de atención al público, sino que está repleta de empleados que jamás tienen contacto con los administrados pero a quienes se les demanda conocimiento de euskera. En casos así, una vez obtenido el trabajo, el euskera no tiene ninguna función para ellos», argumenta Unzalu. Baztarrika, en este sentido, admite «incomodidades inevitables» en el proceso de recuperación del euskera, pero considera que una labor de «ingeniería social» de este calado nunca está exenta de «luces y sombras. Aunque creo sinceramente que han sido más las primeras que las segundas», apunta.

Si el uso cotidiano de la lengua acumula un notable desfase respecto a la extensión de su conocimiento, el consumo cultural también es reflejo del mismo fenómeno. La televisión pública en euskera, ETB-1, ronda un escaso 5% de audiencia, algo que no sorprende a intelectuales como el catedrático y vicepresidente de Euskaltzaindia Henrike Knörr, dado el «chandalismo-arlotismo» de «toda esa gente que aparece en la pantalla» y que resta atractivo a la lengua. «Tenía razón Kirikiño cuando decía que el euskera tiene que ponerse el sombrero», apostilla.

Pero no es el único ejemplo. El sector editorial, que saca al mercado 1.600 títulos anuales en euskera con tiradas medias de entre 2.000 y 2.500 ejemplares, asiste a un índice de lectura habitual del 3,1%, según los datos de la Asociación de Editores. De cada cien libros que se venden en Euskadi, 94 son en castellano. El cine es marginal y dentro de las artes escénicas sólo el teatro infantil, «muy vinculado a las actividades extraescolares», apunta Jorge Giménez, presidente del colectivo, goza de supremacía sobre su oferta análoga en castellano.

«Los editores hemos crecido en publicación y facturación en lo relativo al producto en lengua vasca, e incluso nos hemos colocado bien en literatura de adultos y textos infantiles. Pero el sector no crece como era de esperar a la luz de los datos de nuevos hablantes», admite. «No nos engañemos -apunta Knörr-, el país no puede dar mucho más de sí. 750.000 hablantes es una cantidad respetable, pero no podemos compararnos con la realidad española, francesa o inglesa».

Pese a todo, el euskera está vivo y no muerto, como se presagiaba de forma apocalíptica en 1982. Y, para algunos, será la lengua de las élites «en diez o quince años», apunta Patxi Baztarrika. «El 44%de los alumnos que se han incorporado este año a la Universidad han solicitado cursar las carreras en euskera. Son por tanto bilingües, y ellos serán los que lideren las empresas, la Administración y la sociedad de este país dentro de pocos años. Sólo cabe ser optimista».


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