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viernes, 7 de diciembre de 2007

De Cossiga a Otegi

Este artículo fue publicado en Gara:

Francesco Cossiga: «Si pudiera ver a mi amigo Otegi le diría que no se dejen dividir y que sigan adelante»

Gara (Ramón Sola).- La negativa de las autoridades españolas a permitirle visitar a «mi amigo» Arnaldo Otegi (en realidad, ni siquiera le han respondido) ha vuelto a colmar el vaso de la paciencia de Cossiga. No tiene esperanzas con los españoles, pero sí con los vascos. El consejo que quería llevar a hasta la celda Martutene era éste: «No os dejéis dividir, y seguid adelante». Así lo explica el presidente emérito de la República italiana en una entrevista concedida a Gara para hablar de Euskal Herria, un tema que demuestra conocer de primera mano y en el que está implicado directamente, como evidencia su disposición a testificar en el juicio contra el diálogo político.

Usted ha denunciado que el Gobierno español ni siquiera respondió a su petición de reunirse con Arnaldo Otegi y Joseba Álvarez. ¿Qué es lo que ocurrió y cómo se sintió usted?

Esto no me ha sorprendido. La Judicatura española es, ampliamente, de origen y mentalidad franquistas, o por lo menos vinculada con la ideología de la Hispanidad. Y el Partido Socialista tiene, en su ideología y tradición, una visión centralista de España y a favor de la represión de cualquier autonomismo e independentismo. Ya se ha visto qué final le ha dado el PSOE al amigo Pasqual Maragall, socialista y catalanista.

¿Cuál era el mensaje concreto que quería transmitir a estos dos dirigentes vascos, qué les quiere decir?

Permaneced unidos, siempre y cueste lo que cueste. No os dejéis dividir. Seguid adelante.

¿Cómo se contempla el hecho de que personas como Otegi y Álvarez hayan sido llevadas casi directamente de la mesa de negociación a la cárcel? ¿Cree que es algo que puede dejar secuelas negativas en el futuro?

Eso es un acto represivo y fascista. ¿Usted cree que si pongo los pies en España me detendrán? Porque no sólo he mantenido conversaciones con los amigos Arnaldo Otegi y Joseba Álvarez, sino que he comido con ellos en el País Vasco, en Catalunya, también en Italia e, incluso, en mi casa.

Cuando ese proceso de negociación estaba en marcha, usted y otras personalidades internacionales suscribieron la conocida como Declaración de los Seis. Allí abogaban por dialogar e ir a las causas. ¿Considera que fue esto lo que falló?

Creo honradamente que ETA ha hecho mal en reemprender la lucha armada después de su declaración unilateral de suspensión, y también es la percepción de muchos europeos demócratas y potencialmente favorables a la causa vasca.

Pero, ¿por qué en Euskal Herria sigue sin ser posible lo que sí ocurrió en el norte de Irlanda?

Quizás porque en el Reino Unido todas las fuerzas políticas, desde los conservadores a los liberaldemócratas pasando por los laboristas, son democráticas y han dado su aprobación a la devolution en Escocia y en Gales. Y, con la conformidad del Gobierno de la República de Irlanda y de los católicos, anglicanos y presbiteranos de Irlanda del Norte, han resucitado el Parlamento de Stormont. No me parece que sea así en el Reino de España.

El presidente Zapatero despertó muchas expectativas en todo el mundo a su llegada a La Moncloa. ¿Usted personalmente se siente decepcionado por su actitud ante Euskal Herria?

Conociendo la historia de España, nunca me he hecho ilusiones sobre el PSOE.

Este partido insinúa en ocasiones que es la presión de la derecha la que la ha impedido avanzar. Desde su experiencia como presidente de un Estado, ¿es un argumento creíble, o ha faltado voluntad?

El PSOE no ha derogado nunca la ultrafascista Ley de Partidos Políticos.

¿Y cómo valora la posición de la izquierda abertzale en este proceso de negociación? ¿Qué cree que ha hecho bien y mal?

Quizás debiera haber deplorado más claramente la violencia de ETA y actuar, por sus propias vías, sobre la dirección de ese movimiento.

En sus escritos sobre Euskal Herria incluye numerosas alusiones al franquismo. ¿Cree que España no ha terminado de superar esa fase histórica?

Creo que no. Y también lo creo por la subsistencia del «catolicismo patriótico» y por la subsistencia del concepto de Hispanidad. Ciertamente hay que elogiar las recientes palabras del presidente de la Conferencia Episcopal Española, que es el sabio obispo de Bilbo, un castellano que ha tenido una experiencia directa de la vida y de las aspiraciones del Pueblo Vasco y de las víctimas de la represión franquista, en torno al asesinato de republicanos y también de sacerdotes que no eran favorables al franquismo.

Al hilo de ello, recientemente se ha beatificado en Roma a un centenar de sacerdotes muertos en esa guerra, en un acto en el que estuvo presente el ministro de Exteriores de Zapatero. Todos eran del bando franquista. ¿Le sorprende? ¿Qué conclusión extrae?

La Iglesia ha hecho bien en beatificar a los laicos y a los sacerdotes asesinados durante la Guerra Civil. Lo fueron a manos de anarquistas y de socialistas, más que de comunistas. ¡Pero eso ciertamente no ocurrió en el País Vasco! Espero que algún día algún obispo inicie causas de beatificación de los católicos asesinados por la represión franquista.

¿Y el pueblo vasco? ¿Qué camino cree que debe tomar si los intentos de negociación con Madrid continúan fracasando como hasta ahora?

Alinearse con el Gobierno Vasco y votar en el referéndum convocado por éste, incluso pese a la oposición del Gobierno de Madrid.

¿Qué espera de Europa? ¿Ve factible por ejemplo que respaldara iniciativas unilaterales de Euskal Herria en favor de su derecho a decidir?

En el Parlamento Europeo, las fuerzas principales son las del Partido Popular Europeo y las del Partido Socialista Europeo, que no pueden contradecir a los partidos que son su manifestación en España...

¿Qué cree que pueden deparar hechos como el juicio abierto de momento contra el lehendakari Ibarretxe, miembros de Batasuna y del PSOE por mantener reuniones políticas?

Parece que seré llamado por la defensa a testificar en favor de los amigos de Batasuna y del lehendakari. Me presentaré y «confesaré» haber mantenido numerosos y frecuentes encuentros con los amigos de Batasuna.

En general, ¿es usted optimista o pesimista sobre la posibilidad de resolución de este conflicto?

Intelectualmente, pesimista. De corazón, optimista.


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ENCARCELAMIENTO

«Es un acto fascista. ¿Cree que si pongo los pies en España me detendrán? Porque no sólo he conversado con los amigos Otegi y Álvarez, sino que he comido con ellos»


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TRAYECTORIA POLÍTICA

Político en 1945

Nacido en 1928 en Sassari, Cossiga militó desde muy joven en la Democracia Cristiana italiana. A los 28 años ya se había convertido en secretario provincial.

DIPUTADO en 1958

Ejerció como profesor de Derecho Constitucional y Político. Fue elegido diputado democristiano por vez primera en 1958.

MINISTRO en 1976

Pasó a ser ministro del Interior en febrero de 1976, en una época convulsa en la que se produjo el secuestro y muerte de Aldo Moro por las Brigadas Rojas.

Presidente

En 1985, Cossiga se convirtió en el octavo presidente de la República, sucediendo a Sandro Pertini con una mayoría muy amplia (752 de 977 votos).

SENADOR

Dejó el cargo en el año 1992, pero continúa ejerciendo como presidente emérito y como senador vitalicio. Fundó un nuevo partido en 1998.


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EUSKAL HERRIA

Son conocidos sus lazos con el PNV, sobre todo a través de la figura de Xabier Arzalluz, y en los últimos años también ha sido interlocutor de la izquierda abertzale.


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Espiado por Aznar y tratado «como un trapo» por Zapatero

Desde que comenzó a interesarse y a implicarse en el apoyo a la causa vasca, los encontronazos del dirigente democristiano con los sucesivos gobiernos españoles no han cesado. Pero tampoco sus contactos y consejos; primero con el PNV, luego también con la izquierda abertzale. En marzo de 2002 ya recibió a Arnaldo Otegi y Joseba Álvarez para conocer cuál era su propuesta de paz, una propuesta que recogía elementos del frustrado proceso de Lizarra-Garazi pero ya apuntaba las claves del reciente intento de negociación. Cossiga descubrió entonces que el espionaje español había seguido a los dirigentes independentistas y había tratado incluso de grabar la conversación mantenida con todo un presidente emérito de la República italiana. Cossiga explotó por primera vez. Suspendió un viaje que tenía previsto a Iruñea y explicó que no volvería al Estado español «hasta que cambie el gobierno, o mejor el régimen, o hasta que mi protección dependa del Gobierno Vasco o del de Barcelona».

Meses después, Policía española, Guardia Civil y Ertzaintza cerraban a mazazos las sedes de Batasuna. Cossiga volvió a hablar sin pelos en la lengua: tildó al Gobierno del PP de «fascista» y al juez Garzón de «estalinista». Un mes después, pese a las presiones del presidente del Senado -de la Forza Italia de Berlusconi-, recibió en esa sede oficial a Joseba Álvarez. Y en diciembre de ese 2002 formó parte del Comité de Apoyo a la Conferencia Internacional de Udalbiltza, en el Kursaal de Donostia. Mientras, el Gobierno de Lakua le condecoraba con el premio Lagun Onari como «buen amigo de los vascos».

Como preveía Cossiga, un día de 2004 en Madrid cambió el gobierno, pero no el régimen. Y el ex presidente italiano no ha encontrado un camino más sencillo para su relación con los abertzales con el PSOE, pero ha seguido porfiando. En el proceso de negociación, puso su granito de arena con la firma en la Declaración de los Seis, y con ello pasó a engrosar la lista de «apestados» para la derecha mediática española, que le tildó de «corrupto».

Cossiga quería ahora visitar a Otegi. Ni siquiera le han respondido. Afirma haberse sentido «como un trapo» en manos de unos «maleducados». Quería visitar a un amigo cuyo compromiso con la solución conoce hace mucho, hasta el punto de que en 2005 se ofreció a pagar su fianza.


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