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viernes, 22 de mayo de 2015

Olarra | Elegir Ola

A como están las cosas es imprescindible distribuir en redes sociales textos como este dado a conocer por Gara:


Joxemari Olarra | Militante de la izquierda abertzale

No es cosa fácil de patronear una trainera sobre dos corrientes que derivan hacia balizas distintas. Los patrones experimentados aprovechan mientras pueden el empuje lo mismo de una que de otra y mantienen la proa fija. Sin embargo, siempre acaba llegando el momento en el que ya no se puede bogar sobre ambas y hay que elegir porque sus metas son radicalmente divergentes.

El PNV es la histórica formación vasca que de manera más magistral y durante, digamos, un siglo ha sido capaz de mantener su embarcación a flote conjugando el objetivo fundacional teórico de la defensa de la nación vasca y la soberanía con una práctica de aquiescencia y contemporización con España, cuando no de colaboración con la ocupación a través de la docilidad autonómica y el uncir del independentismo.

El partido jelkide ha demostrado de sobra su capacidad de patroneo lucrativo aprovechándose de la habilidad para tomar empopadas de ambas corrientes sin dejarse dominar en exceso por ninguna. Y los resultados les han sido tan favorables como partido durante tanto tiempo que ahora que Euskal Herria está en el camino a la recuperación de su soberanía se muestran temerosos en exceso ante el porvenir que se nos abre como pueblo.

El planteamiento de la Vía Vasca-Euskal Bidea es agrupar todas las energías de nuestro país para hacer posible el tránsito hacia la soberanía nacional y la integridad territorial. Es el momento de nuestra historia en el que tenemos que unirnos y acelerar para reconstruir el Estado de Euskal Herria.

Lo mismo Catalunya que Euskal Herria, estamos en una fase crucial de nuestra lucha de liberación nacional. Nunca había habido mejores condiciones objetivas y jamás habíamos estado mejor situados para alcanzar la meta como pueblos.

Esto, que es tan evidente y que por ello ha encendido todas las alarmas en el Estado español, resulta que, aunque parezca sorprendente, en el PNV ha provocado un retroceso en sus aspiraciones nacionales, lo mismo en las declaraciones que en los hechos de su práctica diaria.

Nos encontramos, así, con la paradoja de que cuando podemos acceder a la llave para la reconstrucción de nuestro Estado porque ese es el camino que apunta la mayoría de la ciudadanía vasca, resulta que a la dirección del PNV parece aterrarle esa feliz perspectiva de futuro para nuestra nación, y se repliega y reacciona en sentido contrario a lo que debería ser la defensa de su ideología nacionalista vasca.

Los dirigentes del PNV ven cómo en sus propios batzokis va germinando la ilusión por las posibilidades abiertas para ser los dueños de nuestro propio futuro. No creo que pueda existir hoy en día nadie que se considere en cualquier modo abertzale que no sienta en su interior las ansias poderosas por hacer realidad una marea nacional por la libertad de Euskal Herria incapaz de ser detenida por España.

Lamentablemente, esa ilusión compartida por todos para conformar una gran mayoría social que transite por la Euskal Bidea hacía la soberanía, lejos de incentivar a los burukides para implicarse a fondo en ello, está haciendo que maniobren en contra.

Quienes mandan en el PNV no se muestran por la labor de que aquí las cosas vayan como en Catalunya. El ejemplo de aquel pueblo mediterráneo, los burukides lo interpretan en otro sentido, precisamente en uno que no identifican como favorable a sus intereses de élite política. La nomenclatura jelkide no quiere llegar a la tesitura de tener que tomar postura, como ha hecho allá el nacionalismo tradicional catalán y todo lo que le rodea. Están demasiado habituados a llevar el negocio entre un cara al público pretendidamente nacionalista y una realidad que en nada es abertzale.

Quienes conducen ese partido son plenamente conscientes de que el desarrollo de la izquierda abertzale y su apuesta por la soberanía de Euskal Herria van en contra de cualquier intención de mantener nuestro país bajo el dominio de España.

Y es que los abertzales de izquierda lo vamos a dar todo desde cualquier plataforma, institución o donde nos encontremos, por compactar una gran mayoría social que nos permita tomar nuestro propio camino fuera de España y conformar nuestro Estado de Euskal Herria.

Esto, que es nuestro pacto insobornable con el pueblo al que pertenecemos, no va en la línea que pretende el núcleo dirigente del PNV. Es más, ellos consideran que va en contra de sus intereses particulares y partidarios, de ahí que en lugar de agrupar fuerzas, que es lo deseable por todos, se revuelvan contra la izquierda abertzale.

Todo parece indicar que la pretensión de los burukides es poder presentarse en España como la única herramienta capaz de detener el crecimiento de la izquierda abertzale, y con ello el avance hacia la soberanía nacional y la independencia de Euskal Herria.

Convertido en barricada nativa contra el secesionismo y única garantía para la estabilidad política en el sentido que lo entiende la metrópoli.

Tenemos cerca unas elecciones municipales y forales y allá para otoño las del Parlamento y Senado español. En unos y otros comicios el PNV se va a presentar como el único voto útil, el único capaz de ofrecer la debida centralidad para evitar sobresaltos, bien por el triunfo de EH Bildu, bien por cualquier otro tipo de avance de las antiguas o nuevas formaciones españolas.

Acostumbrado a navegar sobre dos aguas y salir siempre a flote, el PNV se ve ahora entre la pujanza de EH Bildu, que representa el soberanismo hacia la independencia y las posibles maniobras de españolistas o sucursalistas, que podrían tender hacia una recentralización del Estado, lo que tampoco interesa a los jelkides, evidentemente.

Los burukides parecen optar hacia la hostilidad con la izquierda abertzale para captar la confianza de Madrid y conjurar el miedo a que los intereses de España frustren su idea de seguir siendo el plácido gestor para la buena marcha del negocio. Que todo siga igual pero dentro de un envase actualizado.

El PNV deberá elegir sobre qué ola va a seguir navegando. O una u otra. Cada corriente lleva a una meta diferente. Habrá que incentivar al nacionalismo tradicional para que tome la vía más digna para Euskal Herria. La mejor forma es potenciando la Vía Vasca-Euskal Bidea y ser más y más mayoritarios para que, si duda o titubea, no le quede más remedio que unirse a ella. Si no es por convicción, que lo sea por supervivencia como partido o por exigencia insoslayable de sus bases.

Que EH Bildu tenga una fuerza difícilmente eludible en ayuntamientos y diputaciones será una forma muy práctica y directa de hacer que los burukides rectifiquen y no les quede más opción que tomar la ola de la soberanía hacia la independencia.






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