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viernes, 1 de mayo de 2015

Cuando Votar Funciona

A diferencia de otros lugares en la geografía mundial, resulta que en un rincón de Europa sí que vale la pena salir a votar, pues es de los pocos lugares que cuenta con un colectivo de políticos con talla de estadistas que, desde la pluralidad de distintas formaciones, trabajan en beneficio de sus vecinos, de sus barrios, de sus pueblos, de sus ciudades.

Ese lugar es Hego Euskal Herria, donde no se necesitan cantamañanas que un 15 de mayo decidieron preocuparse por su presente y su futuro optando por "tomar la política en sus manos, porque debemos, porque podemos".

Mucho se ha avanzado, pero aún hay más por lograr, por eso es necesario seguir haciendo políticia de la buena; popular, horizontal, directa y participativa.

Les compartimos este texto publicado en Gara:



Votos de ilusión

Joxemari Olarra Agiriano | Militante de la izquierda abertzale

Hace cuatro años la motivación y el empuje nos llevaron a alcanzar las cotas más altas de representación institucional, dejando claro, una vez más, que cuando hay un pueblo ilusionado hasta los pronósticos más optimistas se superan.

Transcurrido este tiempo habrá quien considere que las esperanzas generadas entonces no se han cubierto debidamente porque no se ha avanzado tanto en el proceso soberanista como se aventuraba, al amparo del apoyo social cosechado en votos y del poder institucional logrado.

Es cierto que el poder municipal y foral se amplió de manera notable, pero también que son muchos y muy diversos los factores que se cruzan en el camino y con los que hay que lidiar e interactuar. Y más aún cuando de lo que se trata es de enfrentarse a todo un Estado, al que hay que colocar en la tesitura de que no le quede más remedio que reconocer nuestra soberanía e integridad territorial.

Por eso, sí o sí, necesitamos ser una potencia política con la capacidad de incidencia suficiente como para condicionar el devenir político. Esta es una clave del proceso en el que estamos. Y ser una potencia determinante significa alcanzar poder político de magnitud para resultar ineludibles en la confrontación, pero también –es insoslayable– extensión y fuerza social para movilizar a la sociedad, asegurar cada paso y fijar el siguiente.

Tenemos que ser muchos y fuertes para que nuestro paso sea el que marque el ritmo hacia la justicia social y la independencia.

Cuanto más amplia sea la mayoría soberanista de izquierda, más directo irá el proceso, menos posibilidades habrá de desviación y será más rápido. Esto es una evidencia, una evidencia que precisa de nuestro empuje y compromiso, del espíritu de lucha que siempre nos ha guiado.

Hace cuatro años superamos nuestro umbral. Gracias a ello y a la capacidad de movilización hemos asentado este primer tramo del camino. Ahora nos corresponde marcar otro hito que nos habilite para dar un salto más de avance y que garantice el colchón de poder institucional que también necesitamos en este proceso político.

En esta batalla por ganar plataformas de acción e incidencia sobre los acontecimientos, el voto es algo que no podemos eludir o minusvalorar. Me atrevería a decir que es una responsabilidad que ningún soberanista de izquierda puede dejar de lado pensando que una papeleta no lleva a ninguna parte.

Una tal vez no, pero decenas, centenares de miles como compromisos personales por un proyecto soberanista de izquierda nos ayudarán mucho a seguir dando pasos cada vez más enérgicos y decididos, más determinantes hacia la nueva Euskal Herria.

En nuestra papeleta hay objetivos tan motivadores como ser más mayoritarios en Gipuzkoa, colocarnos a la cabeza en Araba, seguir creciendo en Bizkaia, marcar nuestro sello de izquierda en Ezkerraldea, Meatzaldea y en todos los núcleos clásicos de la clase trabajadora vasca, lacerada por el paro.

Y tenemos el reto vital del cambio en Nafarroa. La cuna histórica de la nación vasca debe ser de nuevo el crisol del renacimiento de Euskal Herria.

El vuelco político en Nafarroa será un revulsivo para el proceso político en el conjunto del país y una recarga de ilusión para un nuevo salto adelante. Cuando hace cuatro años alcanzamos importantes cotas de poder, afloraron insanas sonrisas entre quienes aseguraban que el ejercicio de la gestión pública sería la tumba de la izquierda abertzale, que el independentismo «ejerciendo poder» llevaría el caos a las instituciones dejando en evidencia nuestra ineptitud.

El tiempo ha demostrado no solo la necedad de aquellos, sino que somos capaces de hacer política de una manera diferente. En unos días en los que incluso quienes se proclaman impolutos tienen que andar dando explicaciones y los corruptos asoman por los rincones, nosotros podemos decir a plena voz y con la frente bien alta que las instituciones que hemos gestionado están inmaculadas.

Hemos desarrollado las tareas municipales y forales desde la más cristalina transparencia, abriendo las instituciones de par en par a los ciudadanos, dejando puertas y ventanas francas para que no hubiera sombras. Estamos orgullosos del trabajo hecho y de los equipos de gestión que hemos formado, demostrando con las manos a la vista y sin cartas en la bocamanga que se puede ser de otra manera, que hay otra forma de hacer las cosas en política, que estar al servicio de la sociedad no es una falacia de mercadillo para votantes incautos.

Está demostrado que se puede poner la acción política al servicio de los ciudadanos y de Euskal Herria como pueblo desde un proyecto nacional y de izquierda. Somos la prueba de que se puede, y la garantía para ello.

Sin minusvalorar ninguna otra, la Diputación de Gipuzkoa y el Ayuntamiento de Donostia son las dos instituciones más relevantes que hemos gobernado, y creo que podemos izar ambos como banderas del orgullo de situar la gestión política en favor exclusivo de la sociedad, pasando por encima de cotos, camarillas o intereses particulares o de grupo.

Frente a quienes decían que no podríamos, hemos superado malos augurios, pruebas, ataques y reproches dándoles una auténtica lección práctica de cómo se hacen las cosas.

Y frente a quienes ahora aparecen como rutilantes promesas de la democracia, recordar que nosotros somos ya una realidad demostrada y curtida en ese terreno tan comprometido de fusionar gestión y lucha en el camino hacia la liberación nacional y social.

Para continuar con esta labor y meter otra marcha más en el proceso soberanista necesitamos el compromiso en forma de voto. Siempre hemos tenido muy interiorizada la responsabilidad en la lucha, como debe ser, pero en ocasiones no proyectamos debidamente esa idea hacia los procesos electorales.

La apuesta que hacemos en estas municipales y forales no es precisamente pequeña.

Es una responsabilidad ineludible la que tenemos entre manos. Hay que ir a la gente, hacer que participe, hablar con todos los posibles y más y lograr su implicación y su voto comprometido, vigoroso, ilusionado por todo lo que tenemos para ganar.

Necesitamos unos resultados electorales formidables que nos consoliden como potencia política determinante, para poder tener la mayor capacidad posible de maniobra de cara al desarrollo y bienestar de nuestros pueblos y ciudades y estar bien pertrechados para confrontar con el Estado en el camino hacia el reconocimiento de Euskal Herria, la soberanía nacional y la independencia.

Es mucha la batalla que nos queda por delante y estas elecciones son el próximo combate que tenemos que ganar, sabiendo que el Estado empleará para frenarnos todos sus resortes y terminales mediáticos y que potenciará todo aquello que pueda erosionarnos electoralmente.

Siempre nos hemos enfrentado a todo reto con la ilusión y energía que cambia el curso de los acontecimientos, dando la talla en cualquier circunstancia. Así debe ser, en la movilización y la lucha en primera línea y también introduciendo una papeleta en una urna. Todo forma parte del mismo contencioso.

La responsabilidad con el futuro por el que luchamos nos exige ir el 24 M con la papeleta de EH Bildu para ganar, así, espacio de avance en el terreno municipal y foral.

¿Alguien necesita más motivación para ir a votar?





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