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domingo, 3 de mayo de 2009

Balance de la "Doctrina Parot"

Este artículo publicado en Gara acerca de la medida represiva del estado español en contra del colectivo de presos políticos vascos pone en evidencia hasta que punto ha llegado la vulneración de las garantías civiles y los derechos humanos por parte de un gobierno obsesionado con negar a un pueblo la oportunidad de decidir su futuro:

Cinco sueños truncados por la venganza política
Condenas de prisión prorrogadas justo cuando van a concluir, vidas absolutamente condicionadas por el ánimo vengativo del Ejecutivo español. Ya son 41 los vascos a los que se ha impuesto la denominada «doctrina Parot», contradiciendo las sentencias dictadas en su día por los tribunales españoles. GARA ha buceado en algunos casos para captar la verdadera dimensión de esta medida excepcional que no sólo «secuestra» a los presos en la cárcel, sino también las vidas de quienes los esperan en la calle, en sus casas.

Gari MUJIKA

La represión contra los prisioneros políticos vascos ha sido una constante desde su propia existencia. La propia política carcelaria de dispersión que acaba de cumplir 20 años es un claro exponente. Sin embargo, desde el último Gobierno español del PP, presidido por José María Aznar, y las posteriores legislaturas de José Luis Rodríguez Zapatero el Estado no han hecho sino ahondar en esta senda. Y el último exponente, quizás el más crudo, es el alargamiento de las condenas casi de por vida.

Desde que la Audiencia Nacional española creó la figura del Juzgado Central de Vigilancia Penitenciaria, la involución se ha acelerado. Primero negaron a los presos vascos las medidas recogidas por su propia legislación, como la aplicación de la libertad condicional tras cumplir las dos terceras o tres cuartas partes de la condena fijada. Después, imposibilitaron que pudieran acogerse a las redenciones para, acto seguido, eliminarles los beneficios que ya habían sido admitidos. Y un mes antes de que ETA decretase el alto el fuego de marzo de 2006, después por tanto de las conversaciones previas entre la organización armada y el Gobierno del PSOE, el Tribunal Supremo español dictó una sentencia por la que abría la puerta a la revisión de las condenas impuestas a los prisioneros políticos vascos acusados de militar en ETA que fueron castigados en base al Código Penal español de 1973.

Aunque con las constantes reformas del Código Penal contra los vascos quienes son arrestados a fecha de hoy pueden llegar a cumplir condenas íntegras de 40 años de prisión, la doctrina del Supremo abrió la puerta para aplicar con retroactividad sus cambios legislativos sobre las condenas ya fijadas a los vascos con un código penal distinto, incumpliendo así una de las normas más básicas que los estudiantes de Derecho aprenden en el primer curso de carrera. El resultado es que, hasta la fecha, 41 vascos son ya retenidos en las prisiones durante varios años más, cuando ya habían cumplido su condena de modo completo.

El impulso y objetivo político que persigue lo que muchos califican como una auténtica «cadena perpetua» es evidente. Pero el ánimo de venganza y chantaje no sólo se extiende a quienes lo padecen dentro de las prisiones, sino también a cientos de familiares, amigos y vecinos que ven cómo también son truncados sus sueños, planes, anhelos y esperanzas.

Ese drama humano interesadamente silenciado y ocultado da la medida de la dimensión política de las decisiones del Gobierno español contra los presos. Por este motivo, GARA ha querido acercarse en las siguientes páginas al sufrimiento que ya padecen más de cuarenta familias y que, según las intenciones de las autoridades españolas, pronto afectarán a decenas más.

"Lo esperaba, pero no hubiera creído que de verdad me iba a hacer tanto daño"

María Victoria Alberdi
| Madre de Iñaki Pujana

En diciembre, su hijo preso -el otro tampoco vive en Otxandio a consecuencia del conflicto- cumplirá veintidós años encarcelado. Aunque desde febrero debiera estar libre, Madrid acaba de ordenar que siga en prisión. Con 80 años y regalando siempre su mejor sonrisa, Mari admite que la gente me felicitaba porque pronto estaría en casa, pero yo les decía que no. Siempre decía que se lo aplicarían. Pero no hubiera creído que, a la hora de la verdad, me iba a hacer tanto daño. Me ha sentado muy mal».

Dice que todo esto le hace acordarse del caso de su padre. Lo cogieron preso en Asturias, y en Burgos le impusieron la cadena perpetua. Pero a los nueve años quedó libre. «Me consuelo pensando que al nieto le puede pasar lo mismo», explica.

En todos estos años ha recorrido prisiones francesas y una gran parte de las españolas, «porque para visitar haces lo que sea»; sin embargo, ahora es su hijo quien se lo prohíbe por su salud. Hablan, eso sí, casi todos los días. Y aunque se apena cuando piensa en ello, afirma con rotundidad que «si mil veces tuviera que parir, mil veces quisiera parir los mismos hijos, con las mismas faltas y virtudes. Porque son fenomenales», sentencia, mirando sus retratos.

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