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Patria vasca y libertad
Una apuesta a la madurez humana
Guillermo Chifflet *
Aplaudo la resolución y la valentía con la que usted defiende el derecho de autodeterminación del pueblo palestino. Pero me sorprende, a la vez, que usted y su gobierno no quieran reconocer, dentro del Estado español, que existe el pueblo vasco al que, en derecho, hay que equipararlo al pueblo palestino o a cualquier otro del mundo. ¿Por qué ustedes no reconocen la autodeterminación del pueblo vasco?
Esas fueron, en síntesis, las palabras del diputado Carmelo Landa en el Parlamento Europeo, reunido en Estrasburgo, ante una intervención del canciller español Solana. En el acta figura una respuesta:
Señor Solana: — Sin comentarios.
El profesor Landa insistió, entonces, con serenidad docente:
—También es significativo que un canciller español, en un foro de debates por definición como es el Parlamento Europeo, no pueda hacer comentarios sobre el problema que se le plantea.
Canciller Solana: — Sin comentarios. No tengo nada más que hablar. Por favor, otra pregunta.
Durante años no hubo respuestas, ni diálogo posible.
Cuando el diputado Landa estuvo en Montevideo –días antes de una visita del rey de España– fue entrevistado en cx 44 (en un programa de Julia Amoretti). De la versión de dicho reportaje surge, claramente, la posición de Landa: “En la actual situación (de enfrentamiento) la responsabilidad de los parlamentarios, de los políticos y en general de la sociedad, es encontrar soluciones.
En todos los casos que ha habido una situación similar, de opresión de un Estado a una nación más pequeña, de conflicto con violencia de las partes con quebranto de la unidad cívica, etcétera, en todos los casos la solución siempre pasa por el diálogo político”.
“Estamos aquí –agregó entonces Landa– planteando una alternativa de paz, de diálogo, que pasa por hablar entre la parte vasca y la parte española .(...) El rey de España llega mañana aquí. Yo pediría ahora, públicamente, desde la humildad pero desde la representatividad que me da el ser un parlamentario vasco, que nos entrevistáramos. Pero que cambiáramos los términos de la confrontación vasco española; que en lugar de hablar de extradiciones, de represión, habláramos de propuestas de paz, de alternativas de democracia, en definitiva, de encontrar un camino de diálogo político. Esta es la oferta que hago al rey de España. Y si al rey directamente le resultara difícil, también a las autoridades uruguayas. Acá está nuestra mano abierta. Hemos sembrado nuestra estadía de mensajes de paz.”
Una vez más, en esa oportunidad, no hubo comentario alguno en respuesta.
Landa quedó con la mano tendida. Y al gobierno uruguayo de la época ni le pasó por la cabeza una mediación por la paz. Tiempo después, Herri Batasuna (el Partido Unidad Popular del cual Landa era representante en el Parlamento Europeo) fue ilegalizado. Alguien, que había escuchado a Landa, nos comentó: “Será porque los caminos de paz molestan más y obtienen más que los de la violencia”. Landa había argumentado con razones: “En Euskal Herría se puede ser español, pero no se puede ser vasco (...). Lo justo y democrático es que los vascos tengamos la oportunidad, entre todos, de decidir; el que se sienta español podrá decirlo y defenderlo mediante el voto”.
El 24 de marzo último, Euzkadi ta Askatasuna (eta, Patria Vasca y Libertad) planteó el alto el fuego y prometió, unilateralmente, dejar de lado de manera permanente las acciones armadas. Su objetivo es impulsar un proceso democrático en Euskal Herría mediante el diálogo, la negociación y el acuerdo. Corresponde destacar, ante esta auspiciosa perspectiva de paz, que en mayo de 2005 el parlamento autorizó al presidente Rodríguez Zapatero a abrir un diálogo con eta si dicha organización mostraba voluntad de abandonar las armas. El doctor Mariano Rajoy, jefe del opositor Partido Popular, se opuso a la propuesta aprobada en el parlamento. Pero últimamente se ha informado que cambió de posición ante un planteo del rey Juan Carlos, que le solicitó apoyo institucional. (El 79 por ciento de la opinión pública, además, se ha mostrado partidaria, según las encuestas, de la unidad política para las negociaciones.)
Alec Reid, sacerdote irlandés que ha mediado en el conflicto de Irlanda del Norte, está convencido de que la tregua propuesta por la eta abre, “sin vuelta atrás”, un horizonte de paz. Según Reid, la eta apoya desde hace un año la estrategia de Batasuna de “resolver el conflicto en torno a una mesa y conseguir una solución a través de una estrategia democrática y pacífica”.
Cuando en el Parlamento, o fuera de él, intentábamos analizar la causa vasca, la réplica consistía en reducir el debate a una opción de acero: con la violencia o contra la violencia. Hoy, abiertos caminos de diálogo, aunque éste puede no ser de resultado instantáneo (el proceso de Irlanda aún no ha terminado definitivamente a pesar de que lleva 11 años de iniciado), es importante analizar los hechos.
El pueblo vasco es el más antiguo de Europa. Su democracia es anterior a la ateniense, a la suiza, a la francesa, a la inglesa. Su voluntad autonómica es tan honda como su vocación de libertad. En Navarra (separada artificialmente de las provincias vascas por voluntad externa) se proclamaba al rey con un juramento: “Nosotros, que cada uno somos tanto como vos y juntos más que vos, os proclamamos nuestro rey para que guardéis y hagáis cumplir nuestras leyes”. De los vascos proviene la fórmula democrática radical que dice: el rey reina pero no gobierna. Cuando el rey decidía lo que el Poder Legislativo consideraba inconveniente, se homenajeaba al monarca, pero antes a la libertad con la fórmula: “Se obedece pero no se cumple”.
La antropología y la arqueología confirman que los vascos ocupaban sus tierras 6 mil años antes de Cristo: en el paleolítico superior. Antes de la conformación definitiva del pueblo español lucharon contra los celtas, Roma imperial debió respetar sus montañas, los bárbaros germánicos tampoco lograron vulnerarlas. Católicos fervientes en su mayoría, replicaron con firmeza al Vaticano de los años de Mussolini cuando pretendió que los vascos apoyaran a la derecha española contra la República como condición para ser recibidos por el papa. (La posición de los vascos fue: “No hemos venido al Vaticano a hablar de problemas electorales. Nos debemos a nuestro país, tenemos nuestros principios y obraremos en consecuencia. Las derechas, además, no ganarán, por la política antidemocrática y antisocial que han mantenido desde el poder al servicio de las clases privilegiadas y contra el pueblo”).
La tiranía de Franco se ensañó en la persecución al pueblo vasco. (“El idioma ha sido de conservación oral y en los núcleos familiares hasta prácticamente anteayer.” “Fue mantenido a contracorriente de los poderes de los estados, en el entorno familiar y con el apoyo de sectores ilustrados del clero pobre” , informó Landa en Uruguay).
El intento de aniquilación casi física, además de cultural y lingüística, perpetrado por el franquismo (“Guernica” es sólo un testimonio inmortal) también se estrelló contra la voluntad del pueblo vasco.
Entre las personalidades de la emigración que siguió a la guerra civil (1936-39), Luis Jiménez de Asúa sufrió y analizó los temas de “la democracia española y el problema regional”. Este excepcional socialista y jurista entendió que era preciso ahondar en la realidad y “no silenciar la hipótesis de que una o varias regiones, que sería más justo denominar países, acordaran separarse del núcleo español y constituirse en naciones independientes”. “Me apresuro a declarar –expone en uno de sus libros– que yo preferiría que el problema regional autonómico o separatista no existiera. Pero es una realidad que no podemos aniquilar con gestos o negaciones. Siempre me ha causado sorpresa escuchar a las gentes conservadoras decir que no son partidarios de la lucha de clases. He solido responderles: yo tampoco soy partidario del dolor de muelas, pero cuando me aqueja he de enfrentar la realidad y acudir al dentista. La lucha de clases está ahí, aunque los patrones y los reaccionarios digan que no debería existir. También está presente en España el problema regional, o si se quiere, el de los países, el de las culturas distintas y propias y quizá, por lo que respecta a los vascos, el de la raza.”
En esa línea, Jiménez de Asúa sostuvo que el camino era el de un plebiscito en serio. “España es varia” y “si lográramos entendernos acaso eso se convertiría mañana en el más preciado de los bienes. La variedad, si se despliega en la armonía, es fontana de toda clase de prosperidades.” Pero también indicó que, en el caso de los vascos, región con personalidad propia, un plebiscito auténtico, rodeado de todas las garantías debía ser el camino para determinar si desearían separarse, o no. “Si la respuesta es afirmativa, no cabe otra cosa que establecer fronteras y nombrar embajadores.”
Jiménez de Asúa pensaba, como Jean Jaurès, que el socialismo es y deberá ser una nueva civilización. Confiaba, así, en la perspectiva histórica, en una libre comunidad de naciones. Por lo mismo que somos una civilización, explicó, no podemos desconocer a una región que quisiera vivir autónoma a que así lo hiciera.
Hoy, muchos años después de los análisis de Jiménez de Asúa, personalidades del socialismo español plantean, con grandeza, un diálogo con los vascos. Más allá de dificultades, esa actitud de atender la realidad tal cual es abre perspectivas de paz.
Finalmente, ¿qué piden los vascos? Landa lo explicó en Uruguay: “Que se nos reconozca como pueblo, como pequeña nación y que se respete el derecho a la autodeterminación, esto es, que seamos nosotros mismos los que podamos decir qué somos. (...) Jamás se nos ha dado a los vascos la posibilidad de decidir qué es lo que queremos”.
El sacerdote Reid, por su lado, plantea con optimismo: “Salga lo que salga de la mesa de diálogo, habrá que acomodar los derechos de todos. No puede haber perdedores; todos tienen que ser ganadores”. Un objetivo que no es fácil. Pero el único verdaderamente humano.* Publicado en el semanario uruguayo Brecha.... ... .
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