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sábado, 15 de mayo de 2004

Brennan | Canta el Pueblo Corso

Como parte del internacionalismo que practicamos en solidaridad con el derecho a la autodeterminación de los pueblos, desde La Jornada traemos a ustedes esta reseña que nos habla acerca de una de las expresiones culturales del pueblo corso.

Disfruten la lectura:


Canta el pueblo corso

Juan Arturo Brennan

París. Después de una semana de infructuosa búsqueda, tuve que abandonar Córcega sin haber cumplido el objetivo principal de mi visita: escuchar alguna muestra de la añeja, intensa y evocativa polifonía vocal corsa que es, con razón, el más importante y definido sello cultural de esa hermosa y conflictiva isla mediterránea. Sin embargo, ya en París, el benéfico hado que cuida y protege a los melómanos tenaces vino en mi auxilio y me ofreció la oportunidad de escuchar en la capital francesa a uno de los grupos más emblemáticos de la música popular de Córcega, Canta u populu corsu.

La audición tuvo lugar en el Espace Reuilly, una especie de auditorio delegacional en el este de París que ese día (1° de mayo), no sé si por coincidencia o por alguna razón relacionada con el evento, estuvo rodeado durante varias horas por un nutrido contingente de la policía francesa. El auditorio se llenó a reventar con un público evidentemente militante y conectado con la causa del nacionalismo corso; el escenario ostentaba como único adorno una enorme imagen del símbolo más importante de la identidad corsa, el perfil de un moro con una pañoleta atada en la frente. Claramente, este concierto fue no sólo una velada musical, sino también un acto social con importantes connotaciones políticas. La primera parte de la sesión musical estuvo dedicada a la vertiente tradicional de la polifonía corsa: tres cantantes (dos hombres y una mujer) realizando las tres voces usuales en este tipo de canto, llamadas respectivamente secunda, terza y bassu. El programa consistió en una mezcla de piezas muy básicas y conocidas del repertorio polifónico de Córcega (incluyendo algunos cantos sacros y fragmentos de oficios litúrgicos) con composiciones polifónicas más modernas en las que se plantean propuestas armónicas y melódicas más atrevidas. Fue especialmente interesante escuchar por primera vez en vivo algunas piezas que conocía a través de grabaciones, en las que el perfil melódico de la voz principal (la secunda) es igual, pero la terza y el bassu son distintos, añadiendo nuevas dimensiones al antiguo repertorio. El buen desempeño de los tres cantantes fue empañado por la adición de una percusionista de escasa habilidad técnica y limitada musicalidad, que no sólo no aportó nada al valor del canto polifónico sino que lo obstruyó la mayor parte del tiempo.

Así, lo verdaderamente interesante estuvo en la segunda parte, en la que el escenario fue tomado por una nutrida banda anclada en nueve voces, con acompañamiento de guitarras, bajo, teclado, acordeón, violín y percusión. El repertorio ofrecido por Canta u populu corsu (cantado íntegramente en lengua corsa) está formado por intensas y aguerridas canciones cuyos temas giran siempre alrededor de las reivindicaciones nacionalistas de quienes quieren una Córcega plenamente independiente. Así, los textos van desde el homenaje a los militantes corsos caídos en la lucha nacionalista hasta la celebración y defensa de una identidad corsa cabalmente distinta a la francesa, pasando por la promesa de derramar cuanta sangre y cuantas lágrimas sean necesarias por la independencia total de Córcega. La música que complementa estos textos es muy atractiva y tiene su valor principal precisamente en el hecho de que está basada directamente en la antigua tradición polifónica, lo que le permite conservar una liga directa e inconfundible con la música antigua de la isla. En un par de números puramente instrumentales, cimentados en la participación protagónica del violín, escuché algunos giros y gestos sonoros que también están presentes en la música cajun de los pantanos de Louisiana. (Qué interesante sería explorar los posibles vasos comunicantes entre estas dos tradiciones musicales). Lo cierto es que resultó profundamente emotivo ver y oír a una docena de corsos (todos hombres, por cierto) tocando y cantando estas incendiarias canciones nacionalistas con una pasión y una convicción de alto voltaje, compartidas cabalmente por un público evidentemente cómplice de las aspiraciones de la banda. Hacia el final de la rica velada musical ocurrió un momento singularmente poderoso: los miembros de Canta u populu corsu interpretaron una canción cuyas estrofas nacionalistas fueron contrastadas con un estribillo que utiliza la música y el texto inicial del Dies irae de la misa de Réquiem del canto llano. En ese contexto, aquello sonó como una categórica advertencia y, dadas las circunstancias, no dudo que lo sea. 




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