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sábado, 13 de diciembre de 2003

Carrillo | Aznar y su Colaboracionismo

Ahora que José María Aznar anda por ahí rumiando venganzas en contra de ERC y del PSOE por su pacto "contra natura" en Catalunya así como del PNV por su 'Plan Ibarretxe' para la CAV, conviene no olvidar que en los hechos, es un criminal de guerra.

Para sustentar lo anterior, traemos a ustedes este artículo de opinión acerca de su figura, mismo que ha sido publicado por La Jornada:


Aznar y su colaboracionismo

Jorge Carrillo Olea

La reciente muerte de siete agentes de inteligencia españoles en Irak llama realizar a algunas reflexiones. Desde el principio de la ocupación se advertía que cuando se dieran las primeras muertes de vencedores no estadunidenses en Irak, la atención mundial se tornaría más exigente acerca de una explicación sobre lo que ahí está pasando.

Más vigorosa sería dicha exigencia si los decesos fueran de españoles debido al protagonismo que ha tenido España, de manera muy poco razonada, en toda esta guerra inventada ex profeso por Estados Unidos. Muy lamentable es decirlo, pero poco importaría el hecho a los grandes medios de comunicación subsidiarios del interés estadunidense si los muertos fueran nicaragüenses o dominicanos.

Esas pérdidas son respetabilísimas, como la muerte injusta de todo ser humano. Las grandes figuras internacionales, incluido el Papa, reaccionaron ruidosamente lamentándose por esas muertes. Como incongruencia no lo hicieron por la de los 46 iraquíes muertos a mansalva por militares estadunidenses en esos mismos días.

En España la situación de la opinión pública es mucho más aguda. Casi 70 por ciento de una encuesta reciente rechaza su presencia en Irak. Su gobierno ha salido al encuentro de esta tendencia de opinión, convirtiendo la muerte de esos caídos en un combate de media hora, según fuentes oficiales españolas, en un martirologio mediático.

Desde el encuentro de George W. Bush, Tony Blair y José María Aznar en las islas Azores se percibió la irracionalidad de la presencia española. Evidentemente era un triste colaboracionismo del presidente del gobierno español para con Estados Unidos. El esperaba agradecer así los apoyos recibidos del gobierno estadunidense a su gestión, y esperaba también que las armas españolas alcanzaran una gloria fácil que redundara en beneficio de las próximas elecciones nacionales. El pronóstico le falló.

En su afán de servir al interés estadunidense, Aznar olvidó que las fuerzas armadas de su país ya no tienen más la cultura de soldados universales, que tan ampliamente poseen las estadunidenses, además de su adoctrinamiento, equipamiento y preparación casi ancestrales, condiciones que no caracterizan a las tropas hispánicas. De esto dan cuenta opiniones de militares no españoles en Bagdad, que ven como inconsecuente que los agentes de inteligencia españoles se desplazaran tranquilamente en un convoy en una zona infestada de partisanos.

Según informó el Centro Nacional de Inteligencia (www.cni.es), "durante el desplazamiento de Bagdad a Diwaniya de personal del CNI que viajaba en dos vehículos todo terreno sin matrícula ni distintivos, se produjo una agresión armada". De manera análoga fue muerto con anterioridad otro agente de inteligencia a las puertas de la embajada española. Por esto, con mucho, Aznar es responsable políticamente de esas muertes.

La propaganda del gobierno español y del Partido Popular apunta a presentar a los muertos como héroes que han caído en su lucha por la democracia y por la paz. ¡Hoy mueren por la paz los invasores! El mismo discurso del gobierno de Bush. Habla también dicha propaganda de terrorismo y asesinatos como explicación de los hechos, tratando de ennoblecer por contraste las lamentables muertes. Toda esta actitud es más que nada para el consumo interno español, pero también para ofender su inteligencia.

No todos los políticos piensan y se expresan como Aznar. Uno de los españoles más ilustres del siglo xx, Santiago Carrillo, recuerda actualmente a los españoles cómo lucharon sus antepasados durante la invasión napoleónica a principios del siglo xix.

Les recuerda, insistentemente, cómo el pueblo español, alzado en armas, atacaba a los ejércitos franceses con tácticas de guerrilla equivalentes, produciendo efectos semejantes a los que hoy tanto descalifica el señor Aznar.

Es interesante profundizar en esta analogía para encontrar una explicación a los infortunios de esa brigada que el gobierno de España quiso llamar Plus Ultra. El mismo nombre con que siglos atrás se denominó a la fuerza que participaría en las cruzadas. Franco también llamó "Cruzada" a su movimiento felón.

¿Qué quiere transmitir el presidente de gobierno con esta homonimia? Es quizá, según él, la más propia para quien combate a los moros, a las fuerzas del mal. Otra vez adoptando la filosofía discursiva del gobierno de George W. Bush. 




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