Un blog desde la diáspora y para la diáspora

viernes, 15 de febrero de 2008

Editoriales y Destino

El escrito que presento a continuación ha sido publicado por Eutsi y reproducido por Rebelión.

Aquí lo tienen:


A propósito de la huelga general en Euskal Herria

Tres editoriales y un destino

Isaac Zubia | eutsi.org

Ayer jueves, 14 de febrero de 2008, se celebró una huelga general en Euskal Herria ante la escalada de hechos represivos acaecidos en las últimas fechas. Ante esta cita, www.eutsi.org publica un texto escrito por Isaac Zubia, integrante del grupo que actualmente anima este punto de encuentro en la red y que ya en su tiempo formase parte del Colectivo ‘Resiste'; este breve escrito busca estimular el debate e intercambio de ideas sobre la situación política que se vive en Euskal Herria, algo que, por cierto, parece más que necesaria a la vista de cómo están las cosas y cómo discurren los acontecimientos. Por lo demás, hacemos nuestra la campaña recientemente auspiciada por una serie de bloggers vascos.

Hay quien suele decir no entender qué pasa alrededor del denominado conflicto vasco. Hay, sobre todo, quien argumenta aburrimiento y hastío ante una cadena sin fin que parece no llevar a ningún lado. Y hay quien comenta su indiferencia ante un contencioso que no aporta debates nuevos, frescos, sugerentes y/o superadores. Puede ser...

Hay, yo creo, alguna lógica en tales planteamientos. Cierto es que la espiral que se eleva ante nuestra mirada termina por saturarnos y que las luchas sociales retroceden a marchas forzadas en medio del marasmo represivo y los devastadores efectos de éste en el entramado de movimientos sociales transformadores.

Pero, al mismo tiempo, por pura decencia, nadie debería cerrar los ojos ante el panorama que nos atraviesa (más que rodearnos, yo diría que nos penetra y atraviesa, aunque quizás no nos damos mucha cuenta de todo ello). Decía Don Mateo algo así como que "fascismo es cuando mentir sale gratis". Yo casi añadiría que fascismo es el estado de cosas en el que llegamos a decir y a reconocer la verdad sin ambages, la verdad más dura del mundo, por cierto, y, efectivamente, sale gratis : no remueve conciencias y no pasa nada porque tenemos interiorizada y asumida la barbaridad... tal vez porque formamos parte de ella. El caso es que oímos esa verdades y nos las comemos con patatas en una suerte de, como señalaría Santiago Alba Rico, "radical nihilismo de la percepción" que se extiende por doquier. Decíamos en el editorial de la revista ‘Resiste', en su número 1, allá por 1986: "En fin, que antes de ir a una mani es recomendable tragarse un buen telediario para criar auténtica indignación y mala hostia". Más de 20 años después la sentencia no parece tan atinada como entonces. Seguramente porque padecemos insensibilización aguda al ambiente exterior: ¿hay alguien ahí?

"Lo que antes nos movilizaba..."

Año 1993. Vuelta al editorial del ‘Resiste': "Lo que antes nos movilizaba, hoy nos paraliza". Asistimos al espectáculo casi con indecente curiosidad: las redadas se producen y reproducen como si esto fuese la entrada de las tropas franquistas en un pueblo de la zona roja o de la Guardia Civil en la postguerra. Hemos aprendido que detenciones y torturas consiguientes vienen bien empaquetaditas en un mismo pack, y que nadie debe sorprenderse por ello. Miramos al calendario para darnos cuenta que se acerca el quinto aniversario del cierre de un humilde diario en euskera instrumentalizado por el Estado y su caza de brujas para dar un golpe maestro y ejemplarizante (entonces nos enojamos, pero, ¿y si pasase hoy?). Todo ello con el ruido de fondo de una campaña electoral insultante, que llama idiota a la cara a la sociedad en plena subasta de su dignidad con un descaro sin precedentes. ¿Qué más necesitamos ver? Poco importa, ya estamos preparados para todo.

Hubo un tiempo, hace ya dos décadas, en el que había serias divergencias con la llamada izquierda abertzale; diferencias en los conceptos y diferencias en la práctica militante, y, por cierto, muy gordas. Pero en esos tiempos había, también, referentes claros; uno de ellos era por ejemplo la priorización por encima de todo de la lucha antirepresiva y de los ámbitos de solidaridad para con el colectivo represaliado, sin mirar a qué familia pertenecía. Y al tomar tal postura no se pensaba en debates identitarios ni en otro tipo de historias: el elemento central era dar la pelea contra la represión, y pocas más dudas había; otras discusiones para otros espacios.

Y ahí va el tercer editorial que hoy traemos a colación, también del ‘Resiste', esta vez publicado en 1996: "Prohibir y prohibir. Después reprimir y luego castigar. Así ha asido siempre y así sigue siendo. Es más fácil imponer que consensuar. Sin embargo, no se dan cuenta que cada vez somos mas los ilegales. Y algún día las cárceles reventarán. Mientras tanto seguiremos publicando. Así sea".

"Hauxe duk hauxe, gure, destinu petrala!", cantábamos en los 80. Hoy ya casi ni cantamos...


Del árbol que oculta el bosque o el intento de negar el reflejo social de una «huelga política»

Editorial Gara

La izquierda abertzale lanzó el domingo pasado una convocatoria que tuvo como efecto inmediato la detención de catorce representantes políticos, de los cuales 11 ingresaban en prisión pocas horas antes de que en Euskal Herria comenzara una jornada de huelga general. A la vista del contexto político de la jornada movilizadora vivida ayer, no es exagerado afirmar que la izquierda abertzale logró dar un reflejo importante a su protesta. En una situación de máxima excepcionalidad para Euskal Herria, en que cada gesto político puede dar lugar a graves consecuencias penales, la primera consideración que cabe realizar es que la masa crítica independentista que existe en este país está activa y dispuesta a mostrarse en la calle. Ayer, miles de ciudadanos y de ciudadanas secundaron el paro, y apoyaron las manifestaciones impulsadas desde el ámbito sindical, para decir «stop» a una ofensiva estatal que trata de condicionar el cambio político en Euskal Herria.

La huelga general no tuvo igual reflejo en todos los sectores y todas las zonas, pero alteró la viva cotidiana... y la agenda de medios y políticos. Porque este país no se levanta todos los jueves con cortes de carreteras, interrupciones de servicios de cercanías, talleres y comercios cerrados, menos tráfico en los centros urbanos. El tratar de obviar ese hecho, perdiéndose como hizo ayer el consejero Joseba Azkarraga y algún representante de la patronal en disquisiciones sobre tantos por ciento de seguimiento de la huelga, roza el patetismo político. Por mucho que, aquejados de una especie de «síndrome Urdaci», desde Lakua y los medios de comunicación públicos se insistiera en un retrato aséptico de la «normalidad», lo cierto es que el 14-F no fue un día laboral más. Porque sí, señor Azkarraga, la de ayer fue una jornada de huelga «política», y por motivos políticos se movilizaron miles de trabajadores y trabajadoras que tienen pleno derecho a ser, participar y actuar en clave política.

Tras esas valoraciones oficiales de la huelga asoma, de partida, una actitud elitista de la actividad pública, que busca excluir al ciudadano del día a día político para limitar su acción política a dar un voto cada cuatro años. Y asoman más cosas. Entre ellas, el afán de ocultar que buena parte de los ciudadanos y ciudadanas que ejercieron legítimamente su derecho a la huelga debieron hacerlo, además, jugándose el tipo. Muchos de ellos se vieron sometidas a la presión constante de la Ertzaintza, y así se deduce de esa veintena de detenciones.

El consejero debería aclarar a la ciudadanía vasca si el derecho a la huelga, un derecho universal, sigue vigente en este país o si el tripartito lo ha derogado por su cuenta y riesgo a fin de utilizar todos los medios coercitivos de que dispone para impedir a un sector político que exprese su rechazo hacia una política de ilegalizaciones que, al menos en teoría, es rehusada por Lakua.

La evidente desproporción entre los medios que emplea el ejecutivo Ibarretxe para oponerse al Estado y los que utiliza para secundar al Estado en su ofensiva contra la izquierda abertzale se hace aún más patente ante jornadas como la vivida ayer, cuando se detiene a personas por encadenarse a un bidón en una carretera, colgarse del puente de Galindo o participar en piquetes informativos. A todas luces, la de ayer fue una jornada de reacción ciudadana, de respuesta social animada desde un sector político que en un tiempo récord, y disponiendo de mucho menos medios que los que utilizan las administraciones públicas, fue capaz de demostrar que el 14-F fue, cuanto menos, un jueves muy diferente.

La huelga que no existió la vieron los ciudadanos en los polígonos industriales, en las pequeñas localidades y en los centros de las ciudades; la huelga que no existió llevó a tomar partido a funcionarios, pero también a jugadores de fútbol, a comerciantes, y sus efectos alcanzaron incluso a programas conocidos de ETB. Con lo vivido ayer es difícil de sostener que la jornada de protesta no sirvió para canalizar una respuesta amplia, como es difícil de ocultar que, además de reflejar el malestar de la izquierda abertzale, el rechazo al «estado de excepción» se expresa en sectores y ambientes bien diversos.

Hacia el 9-M, y más allá

Como es sabido, tras una jornada de huelga general se abre el capítulo dedicado a las capitalizaciones, el capítulo de la gestión del resultado de la protesta. De partida, salta a la vista que esta protesta, que sigue a otras muchas movilizaciones, ha proyectado a una izquierda abertzale que no parece anclada en la fatalidad, sino más bien decidida a seguir haciendo política, por difícil que sea, para que se habilite un escenario democrático.

Por lo demás, el compromiso militante y la fuerte presencia de las gentes abertzales y de izquierda en todo Euskal Herria son dos factores que, diga lo que diga la propaganda oficial, descolocan e inquietan tanto al Estado como a los sectores más acomodaticios del autonomismo. Máxime cuando la movilización social puede relanzar a la izquierda abertzale en un contexto electoral en el que en su objetivo no ocultado es lograr el máximo de votos independentistas el 9-M.




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