Aquí tienen la opinión de Koldo Sagaseta con respecto a lo sucedido en Lizartza:
Cronopiando
Lizartza
Koldo campos Sagaseta
Lo ocurrido en Lizartza (País Vasco) no es el único ejemplo, aunque sí uno de los más llamativos, de hasta qué punto es innovadora la democracia española en cuestiones electorales y hasta qué grado sus representantes carecen de escrúpulos.
El hecho de que pueda ganar las elecciones el partido que obtenga menos votos es, posiblemente, uno de los aportes más significativos de la democracia española a la democracia universal.
En esa villa vasca, 186 vecinos votaron ANV, 141 lo hicieron en blanco y ganó las elecciones el Partido Popular con…27 votos, algunos de los cuales eran de sus propios interventores llegados al pueblo con motivo de la votación.
Para que semejante ecuación aritmética fuera posible y las restas no pusieran en evidencia las sumas, previamente se hizo necesario ilegalizar algunas opciones, clausurar algunos derechos y, por supuesto, encontrar los adecuados sinvergüenzas que se prestaran a la infamia de usurpar la voluntad popular.
Tampoco iba a hacer falta indagar demasiado en las identidades de los delincuentes porque, aunque la nómina es amplia, pocos tan elocuentes como los que nutren el nazionalismo español.
Regina Otaola, que ni siquiera es de Lizartza, acompañada de siete cómplices también foráneos, usurpa desde que se celebraran tan insólitas elecciones, el ayuntamiento de Lizartza con el 7,6% del voto emitido y el respaldo de una policía vasca que no sólo no persigue el delito sino que lo escolta.
Regina pro nobis, “la usurpadora”, no se conformó con jurar el nombramiento por “imperativo ilegal” como hubiera sido el caso, sino que, arropada por sus siete escuderos, dueños hoy de un ayuntamiento que carece de pueblo, se permitió anunciar su personal cruzada para rescatar a los vecinos del totalitarismo que insisten en elegir, incluso, a pesar de ellos mismos.
Tiene la usurpadora en su provecho, ese indómito carácter tan español que hasta cuando parece que piensa está embistiendo, el mismo del que hiciera gala el general Galindo cuando ante el juez se reconocía capaz, con cinco hombres como los que había tenido a sus órdenes, todos enjuiciados por secuestros, torturas y asesinatos, de volver a conquistar América; el mismo decidido carácter con que su presidente reconquistó para la patria el peñón del Perejil; el mismo carácter audaz con que aquel militar español corto de talla resolvió a sablazos la burla del enemigo: “a donde no llega un español con la punta de los dedos, llega con la punta de su acero”, pero tiene, también, en contra, al margen del derecho y la razón, la voluntad del pueblo que ha usurpado, contrariedades, en cualquier caso, que no le quitan el sueño a Regina pro nobis, porque a donde no llega con la punta de los votos, llega con los tacos de las botas, las propias y las de quienes bendicen semejante iniquidad.
Presumo que en España no han leído lo suficiente a Lope de Vega, que ignoran piezas teatrales suyas tan importantes como Fuenteovejuna, y no sé si desear que, tampoco en el País Vasco, lecturas semejantes sirvan de acicate a respuestas que luego habrá de lamentarse. Claro que, en ese caso, cuando el enviado del rey acuda a indagar la identidad del responsable del cese en funciones del comendador, tal vez el pueblo no se conforme con responder a una sola voz: “¡Lizartza!”, y, acaso, agregue: “¡su puta democracia”!
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