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martes, 17 de septiembre de 2013

Odriozola | «Spanish Empire»

Las pequeñeses del régimen bananero borbónico franquista quedan perfectamente retratadas en este texto corto publicado por Gara:


Jon Odriozola | Periodista

Luego del batacazo de Madrid como postulante a los Juegos Olímpicos de 2020, a los ensoberbecidos mass media carpetovetónicos solo les faltó decir que «nos tienen envidia» (por ahí fuera), como decían los falangistas en la posguerra autárquica franquista. O, cuando España no era admitida en la ONU, bramaban, virilmente, «si ellos tienen la ONU, nosotros tenemos DOS», como diciendo «os jodéis». Tiene su asíntota cómica, lo admito.

Lo de las goteras en el hemiciclo cruge, pura «Marca España», pero no haremos sangre, tampoco con Miss Ana Bottle, somos unos gentlemen. Sí diremos algo de lo que tiene España -o Estado español si rechina mucho ese exonomástico- como imperio, la idea de imperio. Esto sostenía hace ya más de una década el extravagante filósofo ovetense de adopción Gustavo Bueno antes de empezar a soltar chocheces por vaya usted a saber qué inconfesables y prosaicos intereses.

Qué cosa sea «España» es peliagudo asunto que ocupó a muchas plumas y pendolistas de variopinto pelaje en égidas finiseculares hasta convertirse en género ensayístico. La relación es larga y prolija. Ya escribí alguna vez sobre esto en esta sección. El bueno de Gustavo Bueno también se pregunta ¿qué es España? Y -sin pararse a pensar en lo idealista de la pregunta- se responde que lo que cuenta es España como imperio, como imperio católico, un imperio incluso contra el Papa (véase «El Saco de Roma por Carlos V en 1527»), un imperio que es previo a la idea de nación.

En España lo que cuenta, pues, sigue Gustavo Bueno, es la idea de imperio. Los reyes de Asturias no se llaman Leovigildo o Ataúlfo (nombres godos), sino Alfonso y Bermudo, nombres que siguen en León y Aragón.

En tiempos de Roma, España (Hispania) es una provincia. En tiempos de los visigodos, es un Reino. Y en época medieval, reinos diferentes. Cuando Luis XIV, el Rey Sol, exhala que ya no hay Pirineos, que formamos una misma nación, se refiere a los Borbones, la familia de los Borbones. La nación es la familia Borbón. Hasta la Revolución francesa no tiene sentido político el nombre de nación. En el cristianismo, las «naciones» son las gentes (de la «nación vizcaína», se lee en Cervantes); los paganos son los que están fuera de Roma (en la Grecia clásica paganos serían los «bárbaros», los extranjeros, no había ánimo peyorativo); son los «paletos» (término de Gustavo Bueno), los que viven fuera de la ciudad y no se enteran que la ciudad es ya cristiana (civilizada, diríamos hoy, J. O.). «La Ciudad de Dios» titula San Agustín su obra, no la Nación de Dios.

Y un imperio, la idea de imperio, aun en decadencia, jamás trata de igual a igual a sus regiones, provincias y colonias. En Catalunya no han aprendido esto y hacen pujos. Qué ilusos. Menos mal que siempre nos quedará Bilbo, oye.






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